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Una historia de mi pueblo

Lo contó Teresa Iriondo (86), vasca argentina, residente en la localidad bonaerense de Piedritas, a escasos kilómetros de General Villegas, y al hacerlo, algo de pena y mucho de bronca tienen sus palabras. Desgajando, desmigando los recuerdos de la familia narró que su abuelo, Julián Iriondo, natural de Ermua, tuvo la desgracia de enviudar quedando él solo a cargo de siete hijos pequeños, allá en los comienzos del siglo XX.Viudo, con siete bocas que calmar, el corazón destrozado por la tristeza y el infaltable y necesario humano consuelo de la resignación. Dios así lo había dispuesto en su equilibrio universal.Pero las beatas del pueblo no tuvieron piedad.Una y otras vez acudieron indignadas al caserío de Julián al saber que el viudo había dejado de aportar a las arcas de la iglesia parroquial. Un escándalo. Y amenazaron, para remediar la situación, que el propio señor cura, en persona, iría a por él.Como al final sucedió.Subió, agitado, el sacerdote la larga cuesta hasta el caserío del viudo y con ceño fruncido, encrespó:

– Pero Julián; ¿cómo es que nada das a nuestra pobre parroquia? De este modo no puedes seguir.– Sietes bocas tengo que llenar y nada sobra en esta casa–, fue la respuesta tajante de Julián.

Insistió el cura indignado, una y otra vez sorprendido de semejante osadía, provocando que la paciencia de Julián estallara en furia.

– Hijos, a por este cura pollerudo (faldero). Y llovieron las piedras sobre el cuerpo del siervo del señor, hasta que los hijos de Julián lo perdieron de vista en el último recodo, bajando al pueblo. Alas parecía tener la sotana negra del murciélago.

Fue, sin remedio, un escándalo mayúsculo para el orden establecido. No tuvo desde entonces Julián ni descanso, ni paz y le cayeron los reproches, las quejas y los vituperios de todos los calibres, desde arriba y desde abajo. Ante esta delicada situación, no le quedó otra salida que tomar una drástica decisión: La de alejarse definitivamente de su pueblo y embarcarse hacia la Argentina, como tantos otros de sus paisanos. El viaje lo emprendió con tres de sus hijos para echar raíces en la zona rural del partido de General Villegas, y a base de mil sacrificios y cuando la fortuna con el tiempo le iba arrojando sonrisas, pudo, poco a poco alcanzar su sueño dorado; el de reunir a todos sus hijos.Pero Julián jamás regreso a su aldea natal. Si muchas fueron, como penas hay en el mundo, los motivos que impulsaron a los vascos darle la espalda a su tierra, está la existencia de la causa, motivo y desgracia del vasco Julián. Una de más, de varias y de tantas injusticias que andan por ahí y por allá. Que anduvieron y andarán, lastimando al pobrerío.

FUENTE: http://www.euskonews.com/0498zbk/kosmo49801es.html

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