EMPALME GRANEROS: Un aporte a la grán historia del Barrio.
Actualizado: 17 ago 2022
‘EMPALME GRANEROS’ (1890 a 1970)
Historia relatada por Hilda Josefina Capitano (Antropóloga) y "Publicada en Pueblos de mi Argentina" por su Autor Carlos Francisco Gutierre criado en el Barrio Empalme Graneros.-
"A un pasado sin historia escrita, sólo lo puede salvar del olvido la tradición oral. Considerando a la Tradición Oral como auxiliar válido de la Historia de las sociedades y como herramienta de la Antropología Cultural para llenar vacíos o como dato-guía para investigaciones futuras, el presente trabajo aspira a ser considerado como un testimonio–documento referencial basado en la tradición y mis recuerdos así como algunas apoyaturas basadas en fotos y datos históricos".
A modo de información complementaria diré que llegué al barrio cuando tenía apenas dos años y medio y allí viví durante varias décadas, hasta el año 1979.
Fui atenta oyente de lo que mis padres y mis abuelos me hicieron referencia. Ellos llegaron a esta zona casi despoblada en la primera década del siglo XX. Otros datos aportados por vecinos memoriosos ayudaron a completar el panorama de casi cien años.
Es por eso que he guardado en mi memoria, detalles de la vida cotidiana, de sus personajes típicos, compartiendo sus avatares, desgracias, esfuerzos y fracasos de sus pobladores.
Introducción
Los hechos y circunstancias que rodearon la creación de los conglomerados suburbanos de la ciudad de Rosario están sujetos a ser pronto olvidados por la misma dinámica de las transformaciones económicas y sociales acaecidas en las últimas décadas del siglo XIX y más marcadamente en el XX.
Esta dinámica fue motivada por las migraciones internas atraídas por las actividades portuarias, el crecimiento importante de la agricultura, de la presencia de inmigrantes europeos y el consabido cambio generacional con las consecuencias propias de un nuevo mestizaje de su población y el impacto en la cultura adyacente.
Sin embargo, hay elementos bien palpables que no pueden dejarse de lado cuando se quiere encarar su historia socioeconómica como objeto de un análisis no parcial sino visto con la mirada atenta y entrenada de quien no está desprovista de una formación dentro de las normas que dicta la Antropología Cultural. Tales elementos como su ubicación geográfica, el desarrollo económico de otras zonas o las desventajas de no haber contado con una política adecuada, incidieron de alguna manera en su historia y que aquí se tratará de plasmar.
Ubicación geográfica
A principios del siglo XX las tierras recientemente loteadas y vendidas pertenecieron a dueños, entre ellos, según mapas de la época, a los Larrea, por lo que el barrio en un principio se lo conocía, por lo menos en el ámbito popular, como ‘Barrio Larrea’.
Luego, y con la inauguración de un desvío o ‘empalme’ del ferrocarril hacia la zona portuaria de los galpones del barrio Refinería, se lo rebautizó como ‘Empalme a Graneros’ (o sea, un desvío hacia los depósitos de cereales del puerto).
Acotación lingüística. Entre los pocos vecinos que lo habitaban, especialmente el sector femenino, se sentía ofendido porque el nombre dado al lugar era una denominación poco honorable (La-rea) y que la picardía criolla usaba con frecuencia, con gran fastidio de las mujeres, en una sociedad donde ‘el honor de la mujer era muy delicado’.
Es probable que su nuevo nombre surgiera del deseo de una expresión menos ofensiva que aquietara los ánimos y que determinó quizá su aceptación oficial.
Olvidado de los políticos, este barrio de la ciudad sufrió las desventajas de desarrollar sus actividades en una zona que he dado en definir ‘como encajonada’. Pasaremos a detallar en forma sucinta el significado de dicho término:
Empalme a Graneros estaba ubicado ‘detrás de las vías del progreso’.
Es decir que en todo lugar el ferrocarril ha llevado el progreso. Pero en este caso fue definitorio que interfiriera en forma negativa en su desarrollo. Tanto el Ferrocarril Central Argentino, el Santa Fe y del Estado (usando sus antiguas denominaciones), frenaban su comunicación con el resto de la ciudad por el este.
Tenía sólo dos calles abiertas con barreras que permitían el fluir hacia el este y el oeste, pero que debido al gran tráfico ferroviario, ya que el FF.CC. Santa Fe tenía muy cerca su Playa de Maniobras, las barreras permanecían bajas por largos períodos. No sólo pasaban trenes de pasajeros, sino que los de carga con más de 40 vagones se detenían esperando se les permitiera la entrada a tal o cual vía de la Playa, demorando todo tránsito de vehículos.
Otros elementos completaron su encajonamiento:
Por el oeste una calle, Provincias Unidas, marcaba un cambio rotundo en lo social, económico y edilicio. A partir de allí nacía el barrio de Fisherton, de prosapia inglesa, que contrastaba tremendamente con escaso y humilde poblado de Empalme Graneros.
Hacia el sur, extensos campos pertenecientes a otro propietario (conocidos como ‘el campo de los Mudos, por tener varios hijos de la familia ese problema físico) impedían el acceso a los barrios que se desarrollarían a lo largo de la calle Córdoba.
Por el norte era tierra de nadie, sin cultivar, carente de alambrados y llena de matorrales, zanjones, y peligrosas cuevas de animales silvestres diversos por donde serpenteaba, en un meandro lento y muy playo, el arroyo Ludueña, que daría muchos dolores de cabeza a los habitantes del barrio con sus innumerables desbordes.
Análisis comparativo con otro Barrio
Si bien su ubicación continental le hubiese ofrecido muchas ventajas, sin embargo no lo favorecieron. Tomaremos sucintamente como ejemplo lo ocurrido en el barrio Saladillo y lo compararemos con Empalme Graneros para poder apreciar mejor lo dicho más arriba. Aunque distantes entre sí, presentan aspectos interesantes para analizar.
a) Similitudes.
Señalaremos primero algunas coincidencias en sus inicios. Como se sabe, estas tierras formaron parte de las tierras del Capitán Luis Romero Pineda, más tarde divididas entre sus descendientes. Ambas zonas estaban alejadas del núcleo central de la naciente aldea del Rosario, o sea el trazado de la actual Plaza de Mayo, la donación de tierra para la capilla, etc.
Tanto la zona del Saladillo como la de Empalme Graneros se van a desarrollar a la vera de dos arroyos: el Saladillo, que da nombre a la misma, y el Ludueña en la zona noroeste de nuestro municipio actual.
El citado arroyo Ludueña, no fue su nombre original sino el de un español de apellido Salinas, que pertenecía a corriente colonizadora que penetrara por Chile al mando de Luis de Cabrera. Este hombre habría comprado al heredero las de Romero Pineda, que incluían el curso del arroyo que llevará su nombre, Salinas como aparecerá nominado en viejos mapas.
Cuando Luis de Cabrera es muerto en Córdoba, Salinas debe volver a dicha ciudad y deja abandonada estas tierras. Años después llega a dicho sitio el Capitán Antonio de Ludueña, proveniente del fuerte de Añapiré (al norte de Santa Fe) con su familia. Según datos, era pariente de los herederos de Romero Pineda. Con su permanencia, dicho arroyo se llamará de Ludueña. Por tal causa, aquél primitivo poblador Salinas ya no fue recordado, sino sólo por las anotaciones de algún viejo mapa.
b) Diferencias.
Si bien en lo histórico y geográfico son semejantes, la diferencia se marcará por lo siguiente:
El Barrio Saladillo se desarrolla en la zona ribereña, mientras que Empalme Graneros lo hará como zona continental, o sea rodeado de tierras y que va a repercutir en lo económico, en lo social y, por ende, en lo cultural
Mientras el poblador de Saladillo recibe la influencia de una cultura ribereña, canoera y pescadora por la intensa actividad pesquera de sus moradores, otro factor se agregará a su desarrollo como la construcción de silos, puertos de embarque, a la vera del río Paraná, y la instalación de los frigoríficos y mataderos, dando trabajo a cientos de hombres y mujeres que imprimieron un impulso económico y social reflejado en la adquisición de bienes materiales y dieron oportunidad a estudiar y a desarrollarse culturalmente.
Grandes e imponentes mansiones de los altos empleados extranjeros del Frigorífico Swift es el más importante perfil dado al barrio.
Desde el punto de vista del esparcimiento, el arroyo Saladillo que corre por riberas barrancosas de tierra greda, por la fuerza de su correntada había creado una gran olla donde los bañistas aprovechaban sus aguas para nadar y disfrutar de ellas. Muy pronto se aprovecharon dichas condiciones y en época muy temprana se hicieron instalaciones conocidas como ‘Baños del Saladillo’ que le dieron una categoría distintiva a tan simple deporte.
En vez, Empalme Graneros estaba ubicado, como dijimos a la vera del arroyo Ludueña, pero no en su desembocadura en el río Paraná, sino a unas veinticinco cuadras de la misma. Por ser su situación geográfica ‘continental’ no recibirá influencia cultural costera ni tampoco lo que trae aparejado el trabajo pesquero y portuario en forma directa sino ocasional. Aunque, como se detallarán más abajo, contará con otros medios productivos que darán vida económica al lugar.
Un factor determinante: el Arroyo Ludueña.
Como corriente de agua, el arroyo Ludueña tenía un cauce muy irregular ya que a veces corría por barrancones en las zonas de pampa ondulada, pero llegando a terrenos llanos en busca de su desembocadura en el río Paraná, se hacían imprevisible sus desbordes al menor aumento de sus aguas.
Geográficamente, es depositario de las aguas del río Carcarañá, y por lo tanto parte del sistema de ríos serranos de la provincia de Córdoba, recibiendo a veces una cantidad de agua imposible de encauzar en sus partes playas y meandros lo que hacía que la zona fuese fácilmente inundable, cosa que ocurrió en los inicios del siglo XX, afectando a los primeros pobladores del barrio, y se repitió con períodos de clemencia, a lo largo de gran parte del siglo.
Con referencia a los beneficios que reportó al barrio el arroyo Ludueña fueron totalmente nulos. Por sus características no ofrecía la oportunidad de bañarse en sus aguas, sin mayor profundidad aunque con socavones peligrosos ocasionados por las crecientes. Además sus aguas no siempre eran limpias, especialmente durante la época de sequía y su lecho era fangoso. Muy poca pesca se obtenía con esas condiciones desfavorables, salvo pequeños peces de poco valor.
La referencia a un puente.
Sólo dos puentes cruzaban el arroyo Ludueña, según mis conocimientos. Uno el famoso Puente Arroyito, en la Avda. Alberdi, realizado en madera y luego modificado. Y otro más que existía en la Avda. Génova al 2300 y que fuera dinamitado y tapado cuando se comenzó a efectuar el primer entubamiento del Arroyo Ludueña, después de la inundación de 1940.
Por esas extrañas circunstancias rescaté el nombre del citado puente, que detallaré más abajo. Y fue gracias a una carta que una hermana de mi abuela materna, Juana Merlo de Notta, le enviara a su nuevo domicilio en Empalme, fechada en noviembre de 1914 desde el pueblo de Alvear (provincia de Corrientes).
El sobre traía como dirección: el nombre de la destinataria, pero como referencia era ‘Almacén La Buena Viña’, Puente Central, Arroyito, Rosario. El puente permitía el paso a los transeúntes que venían por la calle 49 (luego Víctor Cué) y el tránsito por Avda. Génova.
Como aclaración diré que este almacén estaba en la Avda. Génova y calle 47, es decir frente a las vías de los FF.CC. del Estado. Más tarde será alquilado por la Provincia y destinado a una Escuela primaria, la Nº 456, que detallaré más adelante.
Descripción: El Puente Central construído en cemento armado, cruzaba el arroyo Ludueña a la altura de Génova al 2300. Cuatro enormes pilares, uno en cada esquina, le daban el inicio, y su superficie se elevaba bastante sobre la avenida.
Por debajo, era sostenido por fuertes columnas y que daban la impresión de ser exageradamente fuertes para el hilo de agua que circulaba perezoso por su lecho de tierra greda. Pero la desidia de los vecinos que arrojaban sus desperdicios, animales muertos, etc., impedían que la poco agua pasara libremente.
El arroyo, bastante playo y con muchos meandros, después de correr libremente por los campos, se escabullía entre los terrenos ya habitados y bordeaba la Avda. Génova hasta penetrar en el puente y de la vereda del lado sur pasaba a la vereda norte, y corría hacia las vías del ferrocarril del Estado y paralelamente, hacia la calle Olivé, para seguir en busca de su desagüe natural.
Su desarrollo económico.
Para este proceso Empalme contó con otras fuentes de trabajo a donde concurrían sus pobladores:
A pesar de su lejanía, el trabajo portuario fue una posibilidad pero que influyó escasamente en la población masculina.
Por su cercanía también la Playa de Maniobras del ferrocarril Santa Fe brindó puestos de trabajo pero en forma restringida por el tipo de trabajo.
Otra fuente que podemos señalar estaba en barrio Industrial y de gran importancia. Eran los Aserraderos de Muzzio e Hijos situados sobre la calle Juan José Paso, entre las vías del Ferrocarril Santa Fe (hoy Belgrano) y el Ferrocarril Central Argentino (hoy Mitre).
En este mismo barrio Industrial, pero en la década del ’40 abría sus puertas para recibir decenas de hombres y mujeres habitantes de Empalme, una Fábrica de la industria aceitera, ‘Aceites Santa Clara’.
En el barrio Refinerías, y asociadas con la economía cerealera existía la Fábrica de Bolsas, donde se explotaba el trabajo femenino, así como, la Arrocera y más tarde, la Algodonera.
Todas estas Fábricas adonde concurrían por cientos los hombres y mujeres del barrio brindaron el apoyo económico necesario para el progreso material y cultural de su gente.
En el barrio propiamente dicho, una empresa cerealera, Drisdale y Cía., construyó grandes galpones sobre Avda. Génova a la altura del 2000 al 2200, aprovechando su ubicación entre las dos vías de ferrocarril, del Santa Fe y las del Estado, porque tenían un desvío por el que entraba el cereal a ser almacenado.
Esto determinó la migración de muchas familias se ubicaran en Empalme Graneros y sus hombres encontraran allí trabajo, con el beneficio pertinente y la repercusión económica y social. Cuando esta Empresa se disolvió o se trasladó a otro lugar, se llevó con ella la fuente de trabajo que representaba la esperanza, la seguridad, el progreso, el bienestar de muchos. Esto provocó la mudanza de una parte de las familias.
Años después y aprovechando las instalaciones una empresa dedicada al arreglo o la construcción de vagones para el ferrocarril suministró trabajo a hombres en gran cantidad.
Pero este aparente flujo económico positivo no logró que el afincamiento definitivo de las familias llegase a manifestarse en construcciones edilicias con perfiles destacados. Apenas viviendas de material, de una sola planta, con buena extensión de terreno donde se cultivaban las huertas familiares, y florecían los jardines.
Lamentablemente, las inundaciones por desborde del Ludueña fueron los verdaderos agentes destructivos del barrio. Estos hechos sirvieron para vaciar de población más pudiente que emigró a otras zonas más altas, quedando en el barrio la gente más pobre, más castigada, y sin posibilidades de reponerse.
Al principio de la década del ‘40 se intentó solucionarlo con su entubamiento pero cuando los campos aledaños fueron a su vez urbanizados y gran cantidad de casas se erigió en los predios, las aguas ya no se resumían y avanzaban por las calles llegando a más de un metro de altura.
Nuevamente el ferrocarril y la imprevisión de los ingenieros que idearon el terraplén el que sirvió de dique de contención y cuando las aguas endicadas se volvieron peligrosas, un torrente arrasó en su camino con gran cantidad de casa del barrio Arroyito, del barrio Industrial, y Ludueña. Los regímenes de lluvia se habían acentuado y ayudaban a que el desastre fuera mayor.
Grandes esfuerzos económicos gubernamentales se llevaron a cabo para solucionar el problema, pero el barrio estaba herido de muerte. Pasarían varias décadas, y con ellas una renovación en la composición étnica de su población, acentuada por la aparición de familias aborígenes y la desaparición de los viejos europeos y de sus hijos dieron un perfil socio-cultural distinto.
Población y características étnicas
Afines del siglo XIX los campos estaban escasamente habitados por criollos dedicados a changuear en las tareas de campo y cuyos ranchos se erigían alejados unos de Se los veía lo lejos, bajo la fronda de algún ombú.
Cuando las compañías de tierras se hicieron cargo del remate propusieron una cuadrícula del barrio que alentaría a su compra. Estaba basada en medidas métricas y no varas. Los lotes de las esquinas tenían 12 metros de frente, mientras que los subsiguientes sólo 10 metros. Los largos no eran iguales, sino que los cinco primeros lotes medían 40 metros de fondo, mientras que en el centro de la manzana alcanzaban a 50 metros. Estas medidas alentaron a la compra por las posibilidades que tenían sus compradores para explotar la huerta familiar tan en uso en esas décadas. Como acotación, las cuadras son muy largas, estimando que tendrán unos 150 metros de largo
Años más tarde se volvieron a hacer otros remates en tierras baldías, pero con una variante. Construyeron una casa de material en cada manzana Este caserío recibió el nombre de ‘Villa Obrera’, que nacía desde la calle 53 (ahora Progreso) que corría de sur a norte hacia el oeste, y era donde terminaban las calles que de este a oeste nacían propiamente en el río Paraná como eran Reconquista, Almafuerte, José Ingenieros, pues Juan José Paso y Avenida Génova no estaban cortadas por las vías y eran las vías libres de acceso al barrio, custodiadas por barreras en los tres ferrocarriles.
Y serán los inmigrantes de las más diversas partes de Europa sus futuros dueños. Venían con las ansias precisas de poseer su tierra, su pequeña parcela de tierra donde sembrar su huerta, hacer su casita o rancho. No importaba. Traían las manos ansiosas de trabajar.
En general, el inmigrante varón procuraba al poco tiempo traer a su esposa e hijos dejados en su país, o como fueron muchos casos, se unían a mujeres lugareñas dando al país sus semillas a veces reconocidas y otras no.
a) Nacionalidades diversas
Si bien en su mayoría prevalecían los españoles y los italianos, se afincaron también checoslovacos, polacos, árabes, lituanos, holandeses, suizos alemanes, alemanes, etc.
Como ejemplo es interesante observar de qué origen eran los vecinos de una sola cuadra de la calle Almafuerte (ex–calle 10) a la altura del 2300, ya en la década del ’40:
Vereda números pares: 1º) Esquina y 2º lote: Flia. Berrino, italianos del Piamonte.
3º lote, Flia. Capitano, descendientes de sicilianos, 4º lote Flia. Ferreyra, matrimonio mixto, ella italiana y él santiagueño. 5º lote su quinta. 6º lote Flia. Larroca, él, italiano de la Toscana, su esposa argentina, hija de italianos. 7º lote Flia. Mauro, italiana. 8º lote y 9º lote quinta del vecino de origen suizo alemán. 10º lote Flia. Códez, andaluces. 11º lote Flia. gallega. 12º,13º,14º y la esquina, estaban sin alambrar y permanecieron deshabitados por muchos años. Se convirtieron en la cancha de los domingos.
Vereda de números impares: 1º) Esquina, Flia. Scarpolini, italianos. 2º y 3º lote sembrado de alfalfa por otro vecino. 4º lote: Flia. von Vaten, holandeses, 5º lote Flia. von Vaten, holandeses. 6º lote, alambrado pero baldío.7º lote Flia. Fernández, criollos riojanos. 8º lote Flia. suizo-alemana. 9º lote Flia. alemana. 10º lote y 11º lote Flia. von Popelen, holandeses.
12º lote Flia. Latinista, desc. de italianos. 13º lote y 14º lote vacíos pero alambrados. Esquina, Flia. Gajete, españoles.
b) Las relaciones sociales.
No siempre reinó la armonía entre estas familias de tan diversos orígenes, aunque las rivalidades se daban entre los españoles entre sí, según la región, entre los italianos de la Alta y de la Baja Italia, y a no dudarlo entre españoles e italianos en la franca disputa que era ya ancestral. Las burlas, los sobrenombres, la chanza despectiva creaban verdaderas grescas. Cada uno se defendía en su idioma, como una babel en miniatura.
Los apodos nos servirán como elemento descriptivo ya que estaban relacionados a sus actividades y, a veces más cruelmente, a sus defectos físicos, detalle que obviaremos.
Bajo estos sobrenombres se perdieron sus apellidos y hasta sus nombres de pila., convirtiéndose así en verdaderos personajes típicos. Como ejemplo describiremos sus actividades que les permitió sobrevivir en un medio tan hostil.
Perfil cultural: oficios y actividades particulares.
He aquí algunos oficios que sirvieron de sobrenombre para muchos y que nos permite vislumbrar la variación en las actividades, índice indudable de un aspecto de la cultura popular del trabajo independiente que daba también un impulso al bienestar familiar.
a) Diversidad e ingenio
v El pan casero’, referido a un panadero siciliano que amasaba su propio pan y vendía a sus clientes, o
v ‘doña María la lechera’, porque de su vaca obtenía un medio de vida, o
v ‘Doña Josefa, doble ancho’ o ‘la lechera’
Sin embargo, se hace necesario otros personajes como:
v ‘Don Carlos el gallinero’, era un santiagueño que por las tardecitas evocaba su raíz étnica cantando bagualas acompañándose con el tañer de su bombo legüero (su apellido era Ferreyra)
v ‘El Burrito’, un solitario que repartía bolsas de carbón y que enloqueció cuando el tren le mató el burro y lo vimos andar como perdido por las calles del barrio.
v ‘El Turco’, un taciturno que vendía telas al fiado. Su gran nariz enrojecida y no por el frío, marcó su deterioro, hasta que un día no lo volvimos a ver más. No sólo el vino abogó por su desaparición, sino que por la importancia de la población se abrieron dos pequeñas tiendas que le quitaron la clientela femenina.
v ‘El Pescador’, un gallego que merece un aparte. Recorría las calles del barrio llevando sobre sus hombros una larga pértiga de la que colgaban dos canastos llenos de los más variados pescados. La limpieza de su ropa, de sus repasadores, y la habilidad de sus manos para realizar la preparación del pescado lo convirtieron en un vendedor esperado.
v ‘Don Próspero, el lechero’, anunciaba su llegada por el sonido tintineantes de las campanitas que, junto con los adornos de bronce del caballo que tiraba de su jardinera, brillaban al sol de la mañana. La leche pura y sin agua eran su mayor orgullo.
v ‘Los Quintín’, un matrimonio singular cuyo oficio era único. Se dedicaban a cavar pozos para agua, o pozos negros, infaltables en una zona donde el agua corriente y las cloacas estaban ausentes. Bebedores empedernidos sólo trabajaban bien si tenían a mano un par de botellas de vino tinto, decían los vecinos que se lo proporcionaban interesados en que el trabajo fuera exitoso en una zona de aguas algo saladas, pero que se debía llegar a muchos metros para encontrar las capas de aguas dulces.
v ‘La familia de Alamparon’. Compuesta por una abuela muy anciana, un hombre muy delgado que consideramos como su esposo y un nieto medio lelo. Según nos refería dicha anciana, ella había vivido en un rancho en el mismo lugar en que se proyectó y realizó el Bulevar Oroño, por lo que tuvo que abandonar el sitio. Era una criolla pequeñita, de piel arrugada y gruesos anteojos con uno de sus vidrios cachados. Su esposo, muy delgado y bajo, pero muy digno en su traje raído. Por su rostro apergaminado y por su parecido, mi hermano y yo, para distinguirlo lo llamábamos ‘San Martín’ debido a su parecido con el gran hombre representado en el famoso cuadro cuando ya estaba en Boulogne-sur-Mer. Caminaban uno detrás del otro. Primero iba la anciana, luego el hombrecito y detrás el nieto, algo lelo que en la escuela se registró con el apellido de Altamirano.
v Don Gerardo, el tachero. Era un español del que contaban otros paisanos, había dejado un crimen sin purgar. De allí lo taciturno, mal humorado y por ende su aspecto abandonado.
v Don Jerez. Los criollos que residían no eran muchos. Este hombre por su estado de ebriedad permanente y espíritu cantor, era el más recordado. Les regalaba sus coplas santiagueñas cuando iban a la escuela al pasar por su humilde rancho con una enramada de vieja madreselva. Estaba ubicado sobre Avenida Génova, a la altura del 2300, frente al mismo puente Central que cruzaba el antiguo cauce el Arroyo Ludueña. Allí vivió y murió con muchos años, después de haber trabajado como hombreador de bolsas en el activo Puerto de Rosario de antaño.
v Otro criollo de ley era ‘don Guillermo el ciego’, compositor de sus propias canciones que interpretaba en su guitarra. Dicen que había perdido la vista en una huelga en que le tiraron algo que arruinó su vista y lo condenó a la pobreza’.
Pero no todos eran inocentes criaturas, sino que los hubo algo más siniestros.
Recordando uno de ellos, se lo podría señalar como un resabio de la vieja mafia.
v Don Chiquín. Hombre de gran porte, ventrudo, de cara y nariz imponente, se decía de él que se encargaba de ciertos trabajos. Tenía más de dos muertes, por la espalda, y salía de la cárcel muy rápido. Se lo empleo como guardaespaldas de uno de los dueños de los Depósitos Drisdale. Su fama había trascendido los límites humildes del barrio.
v Otro personaje que llevaba en su faja negra que enrollaba alrededor de su vientre un par de pistolas, aconsejaba a los jóvenes descendientes de italianos que si alguien lo molestaba, ‘pum-pum, pishe- mano’, y todo quedaba sin problema. Este personaje era siciliano y de franca vinculación con la mafia. La sonrisa que jugueteaba en sus labios era engañosa.
Otras ocupaciones de principios de siglo.
Otro de los oficios que a principios de la década de 1910 se ejercía libremente, antes de la aparición del reparto de leche en jardinera, como en el caso del citado ‘Don Próspero’, era usual ver por las calles del Rosario suburbano, hombres llevando sus vacas y despachando la leche en los mismos domicilios, ‘al pie de la vaca’.
Un testimonio familiar como ejemplo.
Tal era el oficio ejercido en un principio por mis abuelos paternos, de origen siciliano, oriundos del pueblo de Bivona (provincia de Agrigento), José Capitano él y ella Josefa Baío Poeta. Llegados primero al Brasil antes del 1900, traídos engañados a una fazenda, debieron huir de noche, perseguidos, en busca de mejor vida. Aquí en la Argentina tenían parientes.
Al llegar a Rosario, la hermanastra de José, Vicenta Comparetto casada con Ángel Yapoconelli, que se habían instalado con un tambo en las tierras citas en la calle Urquiza y las vías del FF.CC. Central Argentino, le dieron espacio y por un par de años se dedicaron a la cría de sus vacas y al reparto de leche domiciliaria.
Pero a poco de llegar les intimaron que debían dejar el predio alquilado porque se proyectaba la erección del Hospital, llamado más tarde ‘Del Centenario’. Quizá estemos hablando de los primeros años de la década del siglo XX, pues mi padre nació en esa zona en 1902.
Es por eso que entre 1908 y el 09 mis abuelos paternos se trasladan a Empalme, compran un lote en la calle 10 (actual Almafuerte al 2300, luego 2328.) Dedicados al reparto domiciliario de la leche al pie de las vacas, lo hicieron hasta que don José (padre) ya enfermo no pudo llevarlo a cabo y menos sus dos hijos varones, Juan Ignacio (de nacionalidad brasileña) y José (h.) nacido en el predio de la calle Urquiza. Es cuando se dedicaron a la venta de la leche en su domicilio, atendido por la hija, María y la madre, Josefa Baío Poeta, por lo que llevará el sobrenombre de ‘Doña Josefa, la lechera’.
Panorama socio-cultural
En su orfandad, Empalme Graneros no tuvo cines, ni Iglesia, ni plazas, ni pavimentos, pero sí escuelas particulares que cubrieron la deficiencia en ese aspecto.
Una circunstancia especial daría un giro en este panorama tan dejado al esfuerzo de sus habitantes. La presencia de muchos españoles de ideales revolucionarios, ya fuesen anarquistas, socialistas, etc. que se apartaban de los cánones rígidos dictados por la educación católica en vigencia, dio lugar a la creación de escuelas particulares, bibliotecas, clubes y el nacimiento más adelante de movimientos teatrales de aficionados.
a) La educación en Empalme a Graneros
En la educación en las primeras décadas del siglo XX, sólo dos escuelas particulares dieron oportunidad a los hijos de este barrio a aprender.
1) La escuela de don Simón Don, que funcionó durante su existencia en un gran local sito en Avda. Génova al 2100 que luego fue dedicado a ser una ‘fonda’ o especie de hotelucho. A esta escuela concurrió Juan Ignacio Capitano (tío de la autora) y se recurría a la palmeta que castigaba las palmas de las manos de los rebeldes o poco inteligentes. Allí le sirvió a este niño prepararse para entrar en el Ferrocarril Central Argentino como empleado.
2) La escuela del maestro Ríos, con casa propia en la calle Reconquista al 2200. Era atendida por él, español, y su esposa Juana, también maestra, de origen puntano. Sus tres hijas, Rosalía, Carmen y Laura (ésta última maestra de piano), ayudaban en las clases, mientras sus hijos Victorio y Narciso se ocupaban del resto del terreno y de la casa.
A esta escuela concurrían niños y niñas del barrio y de los campos aledaños. Esta escuela tenía la particularidad de hospedar a los alumnos varones, hijos de los campesinos que por vivir tan lejos no tenían posibilidades de ir y volver todos los días. Esta especie de pupilos ayudó enormemente a la educación de estos chicos que de otra manera hubieran permanecido ignorantes. La severidad del maestro y su esposa eran reconocida por los padres que confiaban en la capacidad y moral de ambos.
La hija menor era la encargada de preparar las fiestas de fin de año, y les enseñaba a cantar.
· Muchos años después, el Consejo de Educación de la Provincia de Santa Fe adjudicó a la zona una escuela primaria, ‘Dr. Carlos Pellegrini’ Nº 456, en el local ubicado en la esquina de la Avenida Génova y calle 47, que corría a la par del ferrocarril del Estado. Este local había sido un antiguo almacén de ramos generales, ‘La Buena Viña’, que se cita en el sobre (ver Apéndice).
A su frente y por el medio de la calle corría el arroyo Ludueña, en su parte más playa, a cielo abierto y doblaba en busca de su cauce, a lo largo del citado ferrocarril y se dirigía por la calle Olivé, entre altos barrancones, hacia su desembocadura al río Paraná.
Un hecho a destacar
Citando a Margaritte Yourcenar, decía presagiando:
“Fundar bibliotecas es más importante que abrir graneros, para afrontar el invierno del espíritu que se avecina”
(Apéndice: Bibliografía consultada,1º)
Y este pensamiento había madurado y puesto en práctica durante la Presidencia de Domingo F. Sarmiento, según su propia experiencia en EE.UU. por lo que comisionó a su Ministro de Instrucción Pública, don Nicolás Avellaneda, para la creación de ‘Bibliotecas Populares’ por medio de la Ley Nº 419 del 13/1/1870 y nombrando una Comisión Protectora de dichas bibliotecas. Esta ley va a ser reglamentada recién el 29/10/1872.
Años más tarde, y ante la desaparición de dichas Bibliotecas debido al poco interés del público, según el informe oficial, se deja sin efecto dicha ley. Recién, y bajo la presidencia de Figueroa Alcorta la restablece, así como nombrando una nueva Comisión Protectora con presupuesto a partir de 1911.
La provincia de Santa Fe contaba con 16 bibliotecas en todo su territorio, y en diferentes rubros: 7 pertenecían a Asociaciones Particulares, 3 a la Nación y a particulares y el resto entre provinciales y nacionales. Dichas Bibliotecas contarán con un sostén económico.
En Rosario, una de ellas, la denominada “Estímulo al Estudio” del barrio de Arroyito fue fundada en 1911. (Apéndice: Bibliografía Consultada, 2º.)
Pero en Empalme Graneros el hecho trascendente es que un español y en forma particular, apoyado por el entusiasmo de sus amigos, en 1926 o 1928 (según estimo) se funda en el mismo local donde funcionaba la Escuela Particular de don Ríos, la Biblioteca Popular ‘Libertad’, la primera en el barrio.
. Citando la poesía de Manrique Zago, ahorro palabras: ¿Qué sería del país, si este lugar del libro no existiera, si no hubiera pasado por aquí, anarquistas, inmigrantes, soñadores obreros, mujeres protagonistas del ancho territorio del saber?
(Apéndice: Bibliografía consultada, 3º)
A partir de esta nueva Institución se organizaron picnics, reuniones bailables, etc. siendo un foco de educación, formación social y entretenimientos nuevos para el barrio.
Por lo que pude deducir, al no encontrar registrada a dicha Biblioteca Popular cuya existencia se pudiese apreciar como testimonio es que no estuvo registrada oficialmente, o si lo estuvo con su desaparición por circunstancias ajena a sus socios no mereció ser recordada.
Como testimonio se adjunta la fotografía de la Comisión y socios adherentes del Club Libertad (quizás de 1938), rescatada de un álbum familiar, a cuya espalda se aprecia la bandera en franjas rojas y blancas que identificaba al Club de fútbol citado. El mismo surgió del seno de dicha Biblioteca. (ver Apéndice, foto de dicha Comisión.
Esta desaparición de la Institución junto con muchos de sus libros destruidos y arrastrados por las traviesas aguas del Ludueña se llevó a cabo en varias etapas y en los diferentes domicilios donde fue cambiando su lugar, al fallecer los maestros Ríos y el alejamiento de sus hijos.
La Biblioteca tuvo domicilios diversos: calle Reconquista al 2200, luego en la esquina de Juan José Passo y cortada ‘G’, y más tarde quedó convertida a un reducto tipo ‘boliche’, en la calle Juan José Passo al 2300, y de cuyo riñón saldría el Club Ciclón.
La salud No existía ningún otro lugar a donde recurrir, salvo una enfermera, doña Angela Berrino que colocaba inyecciones y socorría en momentos difíciles. El hecho de llamar a la Asistencia Pública, que residía una delegación en Barrio Industrial, frente a los Aserraderos de Muzzio e Hijos, era una aventura. Eran escasos los teléfonos particulares y se tenía acceso al del Destacamento Policial que quedaba en la calle Almafuerte al 2200.
El hecho de tener que esperar a la Asistencia a cargo de un practicante de Medicina, recibir su ayuda u orientación era la situación a la que estaban sometidos esta inmensa población. En un principio, era un carricoche tirado por caballos, debido a que las calles eran de tierra, con grandes huellas. Carecían de un vehículo motorizado. Muchos años.
Después fue provisto de una ambulancia que no siempre podía entrar en época de lluvia y quedaba en la calle Juan José Paso, única calle pavimentada, y el practicante con los pantalones arremangados, debía patinar por veredas de ladrillo o nada, hasta llegar a la casa del enfermo.
Era por eso que prosperaban las curanderas, los remedios caseros y los ruegos a Dios para que no les pasara nada, porque estar enfermo era todo un drama. Sólo el Hospital el Centenario recibía a los pobres, así como la casa Central de la Asistencia Pública en caso de extrema urgencia.
c) La seguridad
La vigilancia estaba a cargo de un Destacamento de Policía que dependía de la Comisaría de la Sección 11ª, compuesto de varios agentes, en su mayoría de origen correntino o entrerrianos, tranquilos y de buen carácter, pero que no sabían leer ni escribir. Muchas veces paraban en la puerta de casa, desmontaban del caballo que utilizaban para movilizarse y pedían a mi padre o a mi madre que le leyeran el papel de la citación para alguna persona.
La ronda se hacía a las doce de la noche, dos policías montados a caballo, cubiertos con una capa azul en invierno, tocando un silbato anunciando que todo debía quedar en silencio como invitando a ir a dormir.
Para ese entonces, el barrio gozaba de luz eléctrica, que llegó allá por 1920. Entonces las calles no eran tan oscuras, salvo la profusa arboleda compuestas de paraísos en su mayoría aliviaban el calor durante el verano.
En su mayoría, los problemas se generaban por grescas familiares donde las mujeres concurrían a hacer la denuncia por haber sido castigadas o reyertas entre borrachos donde alguno de ellos resultaba golpeado o herido. En general, el barrio era muy tranquilo, porque la gente se dedicaba a dormir temprano para levantarse e ir a trabajar a las primeras horas de la mañana. Las radios terminaban su difusión a las 24 horas. No había otra distracción.
d) Instituciones deportivas
El interés por los deportes estuvo presente desde siempre en este barrio donde pululaba la gente joven, en su mayoría nacidos en el país.
1) Paralelamente y como un desprendimiento de la Biblioteca, siguiendo ese impulso juvenil, se formó el Club Deportivo ‘Libertad’, donde comenzaron a practicar fútbol, compitiendo con otros equipos amateurs de Rosario. Pero tampoco en este rubro tuvo demasiada preponderancia.
A cargo de Comisiones muy activas compuestas por jóvenes de ambos sexos se llevaron a cabo bailes populares amenizados por diversas orquestas, entre ellas una de jovencitos. Los bailes de disfraces de los Carnavales de los años ’40, dio un gran impulso al club y a la Biblioteca por ende.
Una fotografía de época se podrá apreciar en el Apéndice donde se muestra a toda la comisión directiva y socios adherentes. Lamentablemente no está registrada la fecha de su emisión (estimo que es de 1938)
2) Por razones que desconozco se desprendió un grupo de adherentes y fundaron otro Club, ‘Reflejos’, cuyo local se estableció finalmente sobre una calle paralela a la Avda. Génova, estimo al 2500.
3) Más tarde, y por impulso propio, se fundará el ‘Club La Gloria’, que funcionará en la calle Juan José Paso al 2500 o 2600.
4) Un Club de menores dimensiones, el Club Ciclón, dedicado al fútbol amateur tuvo preponderancia durante la década del ’50, compuesto por nuevos vecinos, jóvenes que no provenían de las disputas y rivalidades de los tres clubes más antiguos. Desconozco si sigue funcionando, porque carecían de local propio.
VII. CONCLUSIONES
Abandonado por sus representantes, sobrevivió gracias el esfuerzo de sus habitantes de una particular variedad étnica. Sin pavimentos ni desagües cloacales, ni una Iglesias, ni cines, y apenas una escuela primaria, (y el aporte en las primeras décadas de dos escuelas particulares), jalonaron la educación.
El proyecto de una Estación Única de Ferrocarril hizo que se construyeran terraplenes que ayudaron a endicar las aguas con trágicas consecuencias difíciles de olvidar.
Poco a poco la composición étnica se fue transformando, llegando una migración silenciosa de grupos de aborígenes que se fueron afincando en terrenos baldíos.
Nuevos proyectos para la solución fundamental de las inundaciones que ahora afectaban a otros barrios, hizo que se pensara en canales aliviadores, tubos y otras obras de ingeniería.
La transformación acaecida a partir de nuevos carriles como la Travesía, la apertura de nuevas calles han favorecido, sin duda y han contribuido a su progreso edilicio, social y económico.
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Nota de la autora: se omite el Apéndice con tres datos bibliográficos citados, pero se cita el 4to. como referencia:
Nota 4: Bibliografía : “Historia de las Bibliotecas Populares de la Argentina”
Editada por : ‘Manrique Zago Editoriales’
Carlos Francisco Gutierre: Autor de PUEBLOS DE MI ARGENTINA.
Sus Historias:
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