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Para mi hijo Carlitos...

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* Por Carlos Francisco Gutierre

AUTOR DEL BLOG

Este relato fue escrito y publicado por mi allá por Marzo de 1995 y fue generosamente difundido por varios medios de latinoamérina firmándose como Autor Anónimo.-

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CARLITOS

Escucha, hijo: voy a decirte esto mientras duermes con una manecita metida bajo la mejilla y los castaños rulos pegados a tu frente humedecida.

He entrado solo a tu cuarto. 

Hace unos minutos, mientras escribía en la compu, sentí una ola de remordimiento que me ahogaba.

Culpable, vine junto a tu cama.

Esto es lo que pensaba, hijo: me enojé contigo.

Te regañé cuando te vestías para ir al Jardín, porque apenas te mojaste la cara con la toalla.

Te regañé porque no te limpiaste los zapatos.

Te grité porque dejaste caer algo al suelo. 

Durante el desayuno te regañé también.

Volcaste las cosas.

Tragaste la comida sin masticarlas.

Pusiste los codos sobre la mesa.

Untaste demasiado el pan con mantequilla.

 

Y cuando te ibas a a la Escuela y yo salía hacia el trabajo, te volviste y me saludaste con la mano y dijiste: "¡Adiós, papito!" y yo fruncí el entrecejo y te respondí: "¡Ten erguidos los hombros!" "Ponte más derecho".

 

Al caer la tarde todo empezó de nuevo.

Al acercarme a casa te vi, de rodillas, jugando en la vereda.

Tenías agujeros en los pantalones.

Te humillé ante tus amigos al hacerte marchar a casa delante de mí, sin que tu supieras que pasaba.

"Los pantalones son caros, y si tuvieras que comprarlos tú, serías más cuidadoso".

Pensar, hijo, que un padre diga eso.

 

¿Recuerdas, más tarde, cuando yo veía el noticiero en la TV, y entraste tímidamente con una mirada de perseguido?

Cuando levante la vista sobre ti, impaciente por la interrupción, vacilaste en la puerta. "¿Qué quieres ahora?" Te dije bruscamente.

 

“Papito… Papito”, y te lanzaste en tempestuosa carrera y me echaste los brazos al cuello y me besaste, y tus bracitos me apretaron con un cariño que Dios había hecho florecer en tu corazón y que ni aún el descuido ajeno puede marchitar.

Y luego te fuiste a dormir, con breves pasitos ruidosos por el pasillo con tu osito.

 

Bien, hijito; poco después fue cuando sentí una angustia tremenda y entró en mi un terrible temor. ¿Qué estaba haciendo de mí la costumbre?

La costumbre de encontrarte defectos, de reprenderte; ésta era mi recompensa a ti por ser un niño.

 

No era que yo no te amara; era que esperaba demasiado de ti.

Y medía según la vara de mis años maduros.

Y hay tanto de bueno y de bello y de recto en tu carácter. 

Ese corazoncito tuyo es grande como el sol que nace entre los edificios al amanecer.

Así lo demostraste con tu espontáneo impulso de correr a besarme esta noche.

Nada más que eso importa ahora, hijito.

​

He llegado a tu camita en la oscuridad, y me he arrodillado, lleno de vergüenza.

 

Es una pobre explicación; se que no comprenderías estas cosas si te las dijera cuando estás despierto pero mañana seré un verdadero papá.

Seré tu compañero, y sufriré cuando sufras, y reiré cuando rías.

Ya no me preocupará si las cuentas no cierran en casa. Si gastas los pantalones. Si no tienes ganas de comer.

 

Me morderé la lengua cuando esté por pronunciar palabras impacientes.

No haré más que decirme, como si fuera un ritual: "

No es más que un niño, mi pequeño niño".

 

Temo haberte imaginado hombre.

Pero al verte ahora, hijo, acurrucado, fatigado en tu camita, veo que eres un niñito todavía.

Ayer estabas en los brazos de tu madre, con la cabeza en su hombro mirándome y sonriéndome, con tus ojitos brillosos.

​

He pedido demasiado, demasiado.

​

MAÑANA HIJITO…. SERÉ TU PAPITO…!!!

© 2019. PUEBLOS DE MI ARGENTINA. Autor Carlos Francisco Gutierre / Proudly created with Wix.com

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