Tintina en mi juventud
Actualizado: 27 ene 2022
UN PUEBLITO ALLÁ EN EL MEDIO DEL MONTE DEL CHACO SANTIAGUEÑO.-
Desembarque a la tardecita, tenía 22 años de edad. Mi amigo de la infancia, Cacho Dalibozak, mediante Telegrama me pedía: “Necesito vengas urgente”. Sabía que yo no tenía familia, que vivía solo, que estaba sin trabajo y que podía viajar. Y así llegué a Tintina, al noroeste de Santiago del Estero, y allí estaba, cansado de un largo viaje, sintiendo la alta temperatura y frente aquel viejo edificio del Bar La Cantina, que sería por un buen tiempo (casi dos años), mi trabajo y en los fondos mi lugar de vivienda.
LA HISTORIA Impulsado por Navid Vittar, (Un turco a quien aprecié mucho) que era dueño del local, Cacho Dalibozak tuvo la idea de reabrir aquel tradicional bar y comedor La Cantina. Este estaba ubicado en la avenida principal del pueblo donde paraban los colectivos que hacían el trayecto La Banda – Monte Quemado y viceversa. Tintina estaba en medio de los montes Chaco/Santiagueños, de donde salía la mayor producción nacional de quebracho. Según mi amigo, todo el mundo ya sabía de mi venida y por ello, las chicas que daban vueltas por el bar, eran por mi sola presencia. Todas las solteritas querían conocer al joven rosarino. Jajaja. (de verdad che)
LA INAUGURACIÓN DE LA CANTINA Mediante Cena Show llegó el sábado de la apertura. El local repleto y era lógico, Tintina por aquélla época no era un pueblo con muchas atracciones, este evento era oportuno para que su gente (esa noche, en su mayoría turcos) saliera a cenar y a bailar. No se hizo un menú especial, fue todo a la carta, la orquesta se llamaba “Grupo Galaxia” que eran oriundos de Quimilí.
A eso de las 23:15 hs hace la primera introducción la orquesta y allí mi primera sorpresa, toda una tanda de 45 minutos a pura música y:… “nadie salió a bailar”, sentí verguenza ajena por los músicos, a pesar que en el salón abundaban chicas y muchachos de todas las edades. De curioso pregunto a uno de los “lugareños” que sucedía que no salían a bailar, y éste me dijo¡naaahhh… hasta que los changos no se “machen” y agarren coraje no salen! Fue así que en cada fiesta que organizábamos nosotros, apenas que empezaba la música, este señor que suscribe, hacía la punta y atrás se sumaban los demás.
A mis 25 años (foto), jamás había visto semejante consumo de bebidas alcohólicas, después de la cena venía la sobremesa y no faltaba algún turco que pidiera un Whisky, pero la botella completa. Los criollos mezclaban Vino Tinto con Coca Cola o Coca con Fernet. Cuando venían los Chalacos (gente que habitaba en el monte), se los denominaba así y creo que era por el nombre antiguo de un pueblo originario. Estos pedían Vino con Coca y Chamamé, así pasaban horas y horas.
Una vez por mes La Cantina hacía de confitería bailable, después alquilábamos un club (Boca) para los bailes de carnaval o para las vísperas de fiestas patrias. También organizamos festival boxístico. Honestamente llevamos mucha alegría y diversión a Tintina por aquella época. LO NEGATIVO DE AQUEL PUEBLO
En Tintina no pude ver clase media alguna. Ricos, Pobres y en el medio la discriminación. Jamás vi mano de obra tan barata, al personal doméstico se los arreglaba con chirolas (casi por la comida), ni hablar del trabajador hachero, después de haberse internado un mes en el monte se le pagaba con algún pesito en efectivo y el resto en mercaderías. Me recordaba la historia del Patrón Costa.
Recuerdo un día que en el ingreso de la Avenida principal del pueblo se inaugura el “Monumento a la Madre”, a la celebración se la recibió con bombos y platillos. Una "Gran obra" de la comunidad árabe. El intendente de apellido Geréz me pregunta que me parecía el gran acontecimiento que se llevaba a cabo y le respondí ¡Muy Bueno!, pero si yo fuera Intendente también inauguraría otro Monumento, aunque sea al final de la Avenida! Y esta vez el homenaje sería para El Hombre Hachero, ¡¡¡que tanto enriqueció a los dueños de estas tierras!!!. Los turcos me miraron desaprobando mientras un pueblo trabajador me festejaba.
Ese día hubo fiesta y baile popular, se mezclaron todos, “turcos y chalacos”, si bien yo no era Brad Pitt, tenía presencia y muy buena parla, además era un muchacho que venía de la segunda ciudad de la República, joven atrevido que no pertenecía al lugar donde se conocían todos, era un foráneo que gustaba a las chicas de “Buena posición” y también a las del monte. Ese día bailé con todas las chalacas (las del monte) y generé no solo decepción, recibí también hasta rechazo por mi indiferencia, por eso y otras cositas más, supe de una imperante discriminación.
En su mayoría “la alta sociedad” no me volvió a dar bolilla por el supuesto desprecio que yo había hecho a las chicas “de su nivel”, salvo una linda mujer… Sucedió una noche por un extraordinario encuentro masivo de la familia Vittar (700 miembros de todo el país), sus padres no me aceptaban como el novio de la nena, mantuvimos en secreto nuestra relación, pero ya se venía venir mi estadía final en Tintina y mi partida. Una vez nos encontramos en la terminal de Bs. As., pero cada uno en pareja, mantuvimos una mirada cómplice, una gran emoción nos envolvió pero tardía, habían pasado muchos años.
LO ASOMBROSO DE AQUEL PUEBLO Y SU GENTE
Tengo intensas historias de vida, pero Tintina tiene un sabor especial. Que nadie se enoje si digo que por aquella época el pueblo tenía mas de 50 años de atraso, comparado con mi gran ciudad, no existía la televisión, el agua potable; no había teléfono, la luz se cortaba a las 12 de la noche, de las creencias y costumbres, que me costó más de una vez discutirlo con algún amigo fanático; del cariño que recibí de los “changos”, de los turcos, de los chalacos, de algunos ocultos amoríos; de las vivencias en el monte, de veladas interminables, tantas anécdotas, en fin, marcados sentimientos que todavía se guardan en mi corazón.
El calor hacía estragos en la piel de los que trabajaban bajo aquel sol abrasador, por la piel curtida aparentaban más edad, quienes no tenían un rostro muy moreno, se les llamaba rubita o rubito. No faltaba a las que llamaban “Rubita de raíces negras”, (las teñidas de rubio). Jugábamos al fútbol a las 20:30 Hs, hasta que hubiera claridad, antes no se podía. A la siesta venían algunos a jugar al Billar, parecían mexicanos como se acomodaban alrededor de la mesa, estirados en las sillas y cuando uno los llamaba, contestaban con una mueca, el calor los entumecía. Meses sin llover, cuando llegaban los micros parecían las diligencias del lejano oeste, los caminos con más de 10 cms de tierra y polvo.
Una vez participé de una maratón con muchachos de vialidad, que se llevó a cabo en la Ruta en frente del bar La Carreta. Fue tanta la diferencia que les saque a los competidores que, no sólo me traían adversarios de otros lugares, además me transformaron en ídolo por ser el representante del pueblo, Jaa. La diferencia física para correr era abismal. También alguna vez tuve discusiones que por razones de la edad nos llevó a una que otra pelea boxística, (pobre Marcos y el negro Pelé)y allí también se notaba la diferencia, demasiados lentos aquellos changos contra mi agilidad física y tenía que ver las altas temperaturas que los venía dañando desde tiempo.
No había televisión, imagínense la monotonía de los días, nada para comentar, toda una rutina diaria. Creo que por ello y lo quiero destacar, (ya que los envidiaba) la mayoría de los “changos” cantaba y cada uno se acompañaba con la guitarra. No había otra cosa.
La misma rutina los alimentaba de: “El Perro Blanco”, “La Mujer de Blanco”, “el muerto del camino”, “la salamanca”, “la luz mala”, etc., etc...
Se casó “Don Maldonado”, un paisano de unos 70 años con una mujer 35 años menor que él. Tenía su propiedad y sus tierras en un paraje del monte, solía venir al pueblo de compras y a la vez tomar unos tragos en La Cantina. Me invitó también a su Boda. Comida y vino hasta reventar, baile hasta la madrugada. Cerca de las 4, mi amigo “Boli” Noriega, Policía el hombre, me dice que nos vayamos antes de las 5 así no nos cruzábamos con “el muerto del camino”. No se si era el efecto del vino consumido pero me reí, y al Boli no le gusto nada. Honestamente pensé, que como era nuevito por aquellos Lares, me estaba haciendo una broma para que yo sintiera miedo. Muy lejos ellos de pensar en una broma.
Una madrugada de las tantas en La Cantina, se tocó este tema de las creencias de los lugareños. Uno me preguntó si yo desde mi dormitorio no escuchaba el ruido de las cadenas del aljibe, ya que estaba al lado. Ellos decían que esas cadenas las movía el espíritu de doña no se cuanto que había muerto con sed al querer subir el balde con agua, y como esto no se pudo lograr su espíritu sediento aparecía por las noches, de allí el ruido de las cadenas.
Yo les discutía que esa mujer seguramente había muerto de un paro cardíaco y que la vez que las cadenas hacían ruido era porque se chocaban entre si, y esto lo producía el viento del momento. Y que tampoco creía en nada de los otros asuntos que ellos nombraban: El Perro Blanco, La Mujer de Blanco, el muerto del camino, la salamanca, la luz mala, etc., etc., que eran todas supersticiones.
Nunca pedí disculpas por aquella postura de mi juventud que para ellos fue como un sacrilegio. Jamás me olvido cuando el “Colorado” Mancilla (que trabajaba de Musa Vittar como administrativo y que a postiriori compraría La Cantina), con actitud muy seria me dice que él había estudiado y vivido en Buenos Aires, y que allá no se hablaba de estos temas porque no existían, pero que en Santiago del Estero ¡SI EXISTÍAN!, y que no me riera de esas cosas porque algún día lo podría lamentar. ¿Hoy en este siglo XXI, seguirán insistiendo con esas creencias? No!!! Hoy tienen Internet.
Se vendió La Cantina al Colorado Mancilla, miento si digo que no tuve ofrecimientos para quedarme a trabajar y hasta de casamiento, la alta sociedad se ponía a mis pies. Volví a mi ciudad con lo puesto, como me había ido, volví sin pena ni gloria. A los pocos meses me vendría a buscar Navid Vittar y después Coki Chaparro. Para mi el ciclo en Tintina había concluido, no sentí ganas de volver.
CON EL PASO DEL TIEMPO
Habían pasado más de 15 años de mi partida de Tintina y por razones laborales viajo a la ciudad de Santiago del Estero. Fue un Día de la Tradición, con mi compañero de trabajo fuimos a cenar a la Casa Tradicional del Folclorista. En un momento de la velada el locutor agradece la visita de “la gente de Tintina”, miré la mesa de aquéllos jovencitos estudiantes y hasta allá me apersone. El primero que me reconoció fue al que yo llamaba de pibito: “Molinita” (Gogo Molina), fue muy grande la sorpresa de que me encontrara allí. Nos quedamos hasta el alba con los viejos recuerdos, riendo y cantando. Les dije que ese fin de semana iba visitar a Tintina.
No se concretó y más adelante lo lamente. Ocurrió que esa noche pregunté por varios de aquellos amigos que supe tener y allí me enteré que algunos habían muertos (tristemente muy jóvenes) y que otros ya no vivían en Tintina. Estos últimos, creo que la falta de alternativas laborales y de progreso, los hizo emigrar. No quise volver pero al llegar a Rosario me deprimí porque no fui a visitar a otros amigos que aún quedaban en el pueblo, a los que jamás volví a ver ni a saber nada de ellos.
Pasaron muchos años de mi viaje a Tintina, de aquella experiencia puedo asegurar que en mi vida hubo un antes y un después. Volví a mi ciudad renovado, con mucha paz espiritual. Atrás quedaba aquél hombrecito que había quedado huérfano a los 16 años, quedaba atrás aquel personaje bohemio de la adolescencia. Maduré mucho en aquel pueblo ubicado en el medio del monte de un lugar de mi Argentina. Volví con la necesidad de la cultura del cambio, del trabajo, de que aún no era tarde para estudiar, de progresar, de formar una familia. Siempre agradeceré a Dios por semejante vivencia.
Escribí esto en la soledad de mi cuarto… ahora observo detrás del ventanal el amanecer y la llovizna gris que moja los edificios del barrio, escucho la llegada de mi hijo de 21 años y me tranquiliza, la inseguridad de mi ciudad me atormenta. Atrás queda la nostalgia de aquella experiencia pueblerina y bien marcada en mis sueños de juventud. Quisiera tener una guitarra a mano,“saber tocarla”, y poder acompañar con la música aquellas estrofas del cantar Tintinense…
“Amigo caminante sin destino… si quieres a mi pueblo llegar… cruzando un puente negro… un ancho río… bajo un sol de enero lo hallarás”… “Amigo caminante sin destinoooo… Santiago del Esteroooo… es tu lugaaaaarrrr”.
Mi tributo a todos aquéllos jóvenes como: Alberto Ruiz Acuña, hermanos Toro y Dipy, Navid Vittar, Dani y Lito Vittar, Piqui Jorvatt, Coki Chaparro y sobrina, El Mecánico Cantoni, El Dr. Victor Vittar, Marcos, Pelé, Leyva y Chávez, Rubén y Susana, Sara y Beto Melián, Claudio Sosa, Santillán, Luna, Noriega, Geréz, Los hnos Molina, la Poli y Cochocho Vittar, Manzur, Salomón, Mancilla y otros y otras que no recuerdo sus nombres y apellidos, PERO QUE ESTAN TODAVÍA EN MI CORAZÓN.
MIL GRACIAS POR SIEMPRE!!!.-
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