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Foto del escritorCharles Gutierré

Provincia de Catamarca


Origen de la palabra Catamarca 

Según Samuel Lafone Quevedo, la palabra Catamarca proviene de dos vocablos quechuas: cata, que significa “ladera”, y marca equivalente a “fortaleza de frontera”.


Su pasado Indígena 

Antes de la conquista española, la provincia estaba poblada por diversas etnias aborígenes. En Santa María vivían los quilmes, los tolombones, los yocaviles y cerca de Amaicha, los acalianes; en Belén, los hualfines, los famaifiles y los culampajos; en Andalgalá,los andalgalás, los tucumangasta, los aconquijas, los mallis, los chauchasquis y los huasanes; en Pomán, los pomanes, los colreños, los bechas, los mutquines, los sijanes y los saujiles; en Tinogasta, los abaucanes, los pituiles, los huatungastas, los mayulucas y los fiambalaos. A menudo, el nombre de estas tribus era la extensión del nombre de un cacique o de la región que habitaba. En su conjunto formaban la parcialidad.


Hacia el noroeste de la actual capital catamarqueña habitaban otras tribus como los motigastas, en Valle Viejo; los sitguagastas y collagastas, en Piedra Blanca; los colpes y huaycamas, en Ambato; los paquilingastas, en Paclín y los alijilanes y apatamas, en Santa Rosa. Tanto estas tribus como los pueblos calchaquies estaban hegemonizadas por la cultura diaguita, íntimamente vinculada a la incaica. En general, las tribus catamarqueñas gozaban de un excelente desarrollo social y económico, lo que permitió mantenerse unidas, bajo ciertas formas de federación y distinguirse por la organización de sus aldeas.


Los pueblos indígenas eran expertos agricultores, como lo demuestran sus obras para contener la erosión de los cerros y su dominio de diversas técnicas de riegos. Los diaguitas no rendían culto a ningún dios determinado, sino que veneraban al sol y a los árboles, en especial al algarrobo, entre otros motivos por que gracias a sus frutos producían el pan de patay y la aloja, una bebida espirituosa y que aún hoy se produce. 


Conquista y colonización 

España descubrió la región a mediados del siglo XVI, cuando el capitán Diego de Almagro buscaba una vía de acceso a Chile. La primera fundación fue llevada a cabo por Juan Pérez de Zurita, quien en 1558, en el valle de Quimivil, echó los cimientos de San Juan de la Ribera de Londres, en homenaje a María Tudor, reina de Inglaterra y esposa de Felipe II, rey de España. Arrasada por los indios en 1607, la ciudad fue reconstruida poco después, con el mismo nombre. Dos décadas mas tarde, los diaguitas la redujeron otra vez a escombros. El caserío volvió a ser reconstruido y nuevamente arrasado en 1633. Cincuenta años mas tarde, el conquistador Fernando de Mendoza y Mate de Luna fundó una nueva ciudad, esta vez al pie del cerro de Ambato, sobre el río del Valle. Lo hizo el 5 de julio de 1683 y la llamó San Fernando del Valle de Catamarca, denominación y ubicación geográfica que conserva hasta ahora. 


La independencia y autonomía

Catamarca no se mantuvo al margen de los cambios políticos que se operaron en el país a partir de 1810. Tampoco pudo eludir el deterioro de su economía, provocado básicamente por la política centralista de Buenos Aires. Hacia 1817, unitarios y federales ya combatían en suelo catamarqueño. En 1820 el caudillo Bernabé Aráoz fundó la República Federal de Tucumán sobre los territorios de Tucumán, Catamarca y Santiago del Estero, a quien, los gobernadores de Salta y Santiago del Estero - Martín Güemes y Felipe Ibarra, respectivamente - le declararon la guerra. Güemes sostenía que Aráoz le negaba auxilio para acabar con los realistas y lanzó sobre la República de Tucumán un cuerpo de ejército al mando del Coronel Alejandro Heredia, quien, a su vez, ordenó al Coronel Apolinario Saravia invadir Catamarca. De este modo, la provincia se desmembró momentáneamente de la República Tucumana. Aráoz envió a sus representantes, intimando al Cabildo Provincial a aceptar a Nicolás Avellaneda y Tula como gobernador intendente. Así sucedió; no obstante, el 25 de agosto de 1821, el propio Avellaneda proclamó la autonomía catamarqueña de sus dominadores tucumanos. Sin embargo, su gobierno no duró mucho. El 17 de octubre de ese mismo año, un golpe de estado lo derrocó, pero otro lo repuso el día 30, hasta que finalmente renunció en marzo de 1822, delegando el mando en Eusebio Gregorio Ruzo.


A partir de este momento, Catamarca gozó de relativa tranquilidad. Sin embargo, la provincia no logró unificarse hasta 1853, cuando se sancionó la Constitución Nacional. Fue en esa época que surgió con todas sus fuerzas una de las figuras claves en el proceso político catamarqueño: Fray Mamerto Esquiú. Esquiú, llamado "el orador de la Constitución", fue el gran defensor de los intereses regionales de la provincia. Gracias a su denodada acción, y con el apoyo de Octaviano Navarro, primer mandatario provincial elegido bajo el imperio de la Constitución, Catamarca llegó a contar con una imprenta, un periódico y un hospital propios.


Aspecto Económico 

Junto a una agricultura de subsistencia se difundieron cada vez más los viñedos, que fueron sustituyendo el tradicional cultivo del algodón.

La ganadería intensificó el intercambio comercial con Chile, adonde se enviaba el ganado vacuno y con Bolivia, destino de mulares y asnales. Los cueros tenían mercado en Córdoba, Cuyo y el Litoral, también consumidores de aguardientes catamarqueños.


En 1888 se inauguró la primera red ferroviaria. Sin embargo, el Encadenamiento de la economía provincial al centralismo porteño condicionó el destino de Catamarca como a "provincia pobre". Según afirma Gaspar H. Guzmán, autor de Derroteros catamarqueños, Catamarca se definió tradicionalmente por ser "una geografía y economía del Pacifico". Cuando los ferrocarriles abrieron nuevas rutas de tráfico, Catamarca quedó arrinconada.


Se fundaron los pueblos de las estaciones, que absorbieron parte de la población de la sierra. Muchos de ellos dependían para su subsistencia del agua aportada por el propio ferrocarril, como es el caso de Recreo, convertido poco después en nudo del ramal que llegó a San Fernando del Valle de Catamarca, empalmando con el que procedía de La Rioja en la estación Chumbicha.


El trazado férreo, convergente hacia la ciudad portuaria, sirvió luego de modelo para el trazado viario. La ausencia de una infraestructura adecuada frustró todos los planes de desarrollo, lo que se tradujo en un gradual despoblamiento de su territorio. Bastan unos pocos datos estadísticos para confirmar esta apreciación: en 1810, Catamarca tenía 30.000 habitantes; en 1991 su población solamente ascendió a 264.234.


El período 1937-1953 presentó una serie anormal de años secos que trajeron como consecuencia una importante reducción en los pastos naturales y en las aguadas, lo que por ende repercutió profundamente sobre todo en el desarrollo de la ganadería. Ante ese panorama, en el año 1953 el Gobierno de la Provincia decidió encarar un plan de gran alcance mediante la ejecución de una serie de obras que aprovechando los principales ríos de la región permitiese la creación de nuevas zonas de riego, como asi también la distribución de agua para bebida de la ganadería. Es así que se construyeron los diques-embalses de Ipizca (Ancasti), La Carpintería (Santa Rosa), Motegasta (La Paz), Collagasta (El Alto) con sus respectivas redes de canales; el dique-embalse de Las Pirquitas construido por Agua y Energía de la Nación, y el dique Sumampa - Sauce Mayo.


La ejecución de estas obras hidráulicas generó un importante proceso colonización, de a partir del cual se crean las Colonias de Achalco, Icaño, Alijilán-Manantiales, Motegasta y Los Altos en el Este catamarqueño, la Colonia de Anillaco en el Oeste y las Colonias de Nueva Coneta y del Valle en el Valle Central.


Uno de los ejemplos mas relevantes es el Dique de Las Pirquitas, a menos de 30 Km de la ciudad Capital, una represa reguladora cuyo espejo de agua riega una importante área de cultivo. Su presencia desempeña un importante papel en el fomento de las actividades agrícolas, entre ellas la producción de hortalizas, papa, tomate, cebolla, ajo, melón, arveja, ají, pimiento morrón, entre otras: fruto de ello ha crecido el pueblo de Nueva Coneta que abrió caminos a nuevos cultivos en tierras que, en otras épocas padecieron el flagelo de la sequía.


En los últimos 30 años del Siglo XX, Catamarca aplicó numerosas estrategias para lograr el desarrollo. En la década del 70, se puso en marcha un proyecto que nació como compensación del gobierno nacional para aquellas provincias históricamente postergadas. Esto se tradujo en la aplicación de la Ley de Desarrollo Económico 22.702, que en Catamarca se concretó en el Régimen de Promoción Industrial y en el Sistema de Diferimientos Impositivos, el que conjuntamente con nuestra provincia benefició a San Luis, San Juan y La Rioja, lo que concluyó con un impacto social considerable al generar numerosos puestos de trabajo y un crecimiento notable del Producto Bruto Geográfico en las décadas del 80 y del 90.


Con relación a las migraciones internas, la ubicación de la Planta Industrial en la periferia de la ciudad Capital, tuvo como consecuencia el incremento del 35,4% de la población de San Fernando del Valle de Catamarca entre 1970 y 1980. La cifra tuvo un aumento superior entre 1980 y 1990 con un 39,8% más de pobladores. Surgen los primeros asentamientos en las afueras de la ciudad, compuestos por gente del interior que busca trabajo ocasionando una emigración interna en algunos departamentos causado por la necesidad de un empleo seguro.

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