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Nahuelito, la leyenda continúa


Una figura misteriosa y antiquísima que –a modo de versión criolla de Nessie, el monstruo del Lago Ness- habitaría en las profundidades del Nahuel Huapi. ¿Realidad? ¿Ficción? Con las nuevas imágenes de enero 2020, el debate está servido.

La foto tomada en enero de este año por Melisa Reinhold, de Villa La Angostura.


Un ser que se esconde. Que acecha. Hoy lo llamamos de este lado de la cordillera Nahuelito, pero lo cierto es que en el panteón mapuche que posiblemente le dio origen se llama de otro modo. Le dicen “cuero” o “cuero de agua” y ciertamente es un bicho bastante feo: algo así como un cuero de vaca gigantesco, sin cabeza pero con dos antenas en el extremo de las cuales brillan dos ojos rojos, malignos. El Cuero tiene además, cuentan los lugareños, garras con las que atrapa animales, niños, adultos y hasta embarcaciones. Después se los lleva al fondo de la laguna, para devorarlos con tranquilidad.

El Cuero, además de atacar y devorar, cumple según los investigadores y antropólogos una función central: sirve hasta hoy para explicar de algún modo las desapariciones que solían producirse en lagos, lagunas, ríos y arroyos. Porque si perder a alguien era inaceptable, perderlo sin una sola explicación lo era aun más. Es así como El cuero (o el Sueiro, como también se le llama) opera como una especie de tranquilizante social, dándole una razón a todo eso que no la tiene.


El poeta patagónico Hugo Duraczek le dedicó al Cuero estas estrofas: “Una gaviota pasa como un presagio alado/ y anuncia que en la orilla,/ siniestro manto en calma, tendido en trampa mortal/ acecha el Cuero del agua”. Así es como a través de los relatos, las leyendas y hasta las poesías se sigue aludiendo a un ¿animal? del que todos han escuchado pero pocos han visto, y del cual desde hace al menos 110 años comenzamos a tener registros escritos y a veces hasta fotográficos, más allá de que a menudo todas esas imágenes son puestas en discusión. Ahi adonde algunos creen ver una cola o una cabeza, otros ven espuma, un reflejo o hasta una mundanal trucha.

Esta historia originaria que persiste reformulada en mil versiones es, se cree, es lo que está detrás del Nahuelito, una figura igual de evasiva y fascinante. ¿Quién lo vio primero? Si nos guiamos por The Boston Globe, un diario estadounidense que fue el primero en hablar del tema fuera de Argentina, el descubridor fue un empleado llamado Johnn Garret, quien durante su trabajo en la Patagonia habría visto al animal. Doce años después, le cuenta esa historia al periódico y todo explota.

A partir del testimonio de viajeros como Garret o de buscadores de oro como Martin Shieffield (un extraño sheriff texano desembarcado en la zona de Epuyén y dado a inventar historias) entra en escena el doctor Clemente Onelli (director del Zoológico de Buenos Aires), quien luego de recibir una carta de Sheffield en la que le contaba que había visto un monstruo de cuello largo en una laguna, organizó una expedición para atrapar al misterioso habitante del agua. El plesiosaurio, para ese momento, era fiebre. Y motivo de conversaciones, y una marca de cigarrilos. ¡Y hasta un tango!

No hubo caso, no encontraron nada. Pero eso no evitó que la gente siguiera comentando y asegurando haber visto “algo” moviéndose en el lago. Sin embargo, a fines de enero de este año la ¿leyenda? llegó a los diarios más importantes de Argentina luego de que un grupo de turistas hubiera filmado “algo” que podría ser una ola, un remolino, un tronco o-cómo no- el mismísimo monstruo del Nahuel Huapi. ¿Cómo saberlo, si después de todo el video no muestra nada demasiado claro y eso que podría ser una aleta también podría ser el agua, replegándose? Para los defensores de la existencia del Nahuelito, cada uno de esos “avistamientos” es una prueba más de que están en lo cierto.

Ahora bien, ¿cómo explicarían eso de que un supuesto animal prehistórico haya sobrevivido sin ser detectado por millones de años? Ahi es cuando sacan a relucir complejas teorías: que el lago está conectado con el mar y desde ahi surge la bestia, que es la temperatura del agua la explicación de su supervivencia a lo largo de siglos y hasta que (en la hipótesis menos fantasiosa) que el animal seria resultado de una mutación debida a la actividad nuclear propia de esa zona.


Como haya sido, lo que haya sido, para quienes creen haberlo visto las dudas no existen. En febrero de este año, por caso, una fotógrafa patagónica (Melina Reinhold, de Villa La Angostura) pudo captar una imagen notable que, para ella al menos, es la prueba irrefutable de que la bestia existe y habita en las entrañas del Nahuel Huapi.


Mientras el debate sigue, y defensores y detractores del Nahuelito siguen trenzándose en mil disputas, nada mejor que recordar al misterioso bicho con este tango que allá por 1922 le dedicaron Rafael DÁgostino y Amilcar Morbidelli y llamado, cómo no, Plesiosaurio. “Yo soy un pobre animal buscado/Por los ingratos y sin conciencia/Porque soy raro y también curioso/Según dice la gente allí”. Hasta que no aparezca, seguiremos buscándolo. O, por lo menos, mirando al Nahuel Huapi (tan bello como es) cada vez más fijo.

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