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Una saga de crímenes en descampados antes del asesinato de Tomás Fórmica.

  • Foto del escritor: Charles Gutierré
    Charles Gutierré
  • 8 ene 2022
  • 4 Min. de lectura

En los últimos años, el lugar donde fue encontrado el martes el cadáver del joven de 24 años, fue escenario de otros hallazgos macabros.


Dos jóvenes de 18 y 22 años fueron hallados el 1º de octubre último en cercanías de donde este martes apareció el cuerpo de Tomás Fórmica.


La manera en que asesinaron a Tomás Osvaldo Fórmica la noche del martes en un descampado del barrio Cabín 9 de Pérez se ha tornado habitual en los últimos años. La aparición de cadáveres en caminos rurales de los alrededores de Rosario consolidaron una modalidad criminal que llevan adelante aquellos que buscan ocultar huellas o al menos lograr que se demore el descubrimiento del hecho. Más temprano que tarde alguien advierte sobre un bulto tirado en un camino de tierra, el cadáver se descubre y comienza así una investigación plagada de obstáculos propios del lugar en el que se cometió el hecho.


El último caso con estas características había ocurrido a comienzos de diciembre con el doble crimen de Luis Ricardo Sequeira y Nerina Yanet Guzmán. Ambos cadáveres fueron hallados en un descampado de las inmediaciones de avenida Suárez y la colectora de Circunvalación, en la zona noroeste de Rosario. Ella tenía 33 orificios de bala y él un disparo en la nuca y otro en el pecho. Antes de ese episodio había ocurrido algo similar con otro doble crimen ocurrido cerca del cruce de Uriburu y Las Palmeras, a pocos kilómetros de donde fue encontrado el cuerpo de Fórmica este martes. En ese punto, por ejemplo, en los últimos seis años hubo siete crímenes similares.


La mañana del viernes 1º de octubre dos cadáveres aparecieron en un camino rural en el limite entre Rosario y Pérez. Con el paso de las horas se supo que se trataba de dos jóvenes, de 18 y 22 años, que habían sido asesinados a balazos la noche anterior en ese mismo lugar. “Mi hijo no tenía problemas con nadie”, dijo Ramón Molina después de que identificaran a su hijo Brian, de 22 años. El otro chico, Dylan Joaquín Valenti, tenía 18 años. Eran amigos y fueron asesinados a balazos en ese lugar, donde también quedó abandonado y con las puertas abiertas el auto del padre de Molina, en el que el chico había salido al anochecer del jueves. En la escena se halló un cartel con una leyenda: “Con la mafia no se jode”. El 5 de abril pasado fue hallado en la misma zona el cadáver de Alejo Bravo, de 19 años. El chico tenía tres disparos en el cuerpo. Con la poca información recabada por los peritos en el lugar del hecho se supo que no había sido asesinado donde encontraron su cadáver, sino que hasta ahí habían ido a arrojarlo. Los médicos confirmaron como hora del fallecimiento las 15.15 del 5 de abril, 45 minutos después de que el chico saliera de su casa de Jacques al 900 bis, en el barrio Empalme Graneros.

Cuando ocurren estos hechos, para los investigadores no es una tarea fácil encontrar testigos que puedan suplir la ausencia de registros de las cámaras de vigilancia. El esclarecimiento de estos casos dependerá, en buena parte, de las historias que las propias víctimas dejaron escritas, con sus vínculos o antecedentes, antes de ser asesinadas.

A Miguel Angel “Rulo” Giupponi, de 35 años, lo asesinaron a balazos el 13 de febrero de 2021. Su cadáver fue hallado por vecinos del barrio El Fachinal, también en la zona de Uriburu y Las Palmeras. El hombre estaba en el foco de investigaciones que lo habían identificado como vendedor de drogas en la zona de Colombres y Rivarola. A su vez tenía antecedentes por robo calificado y su nombre había aparecido en la investigación por el homicidio de un hombre del barrio Santa Lucía con el que había tenido problemas.

El 24 de noviembre de 2018, en la misma zona rural, fue hallado el cuerpo calcinado de un hombre que también tenía tres disparos en la espalda y uno en la cabeza. Dos días después fue identificado como Marco Antonio García, de 44 años.

El 27 de octubre de 2015, en tanto, el llamado de un vecino al 911 alertó sobre la presencia de una persona tirada al costado de avenida Las Palmeras, a metros del cruce con Uriburu. Al llegar la policía se constató que se trataba de un hombre que había sido asesinado con un disparo en la cabeza entre 12 y 20 horas antes de ser hallado. Dos días más tarde, y luego de que nadie fuera a reclamar el cuerpo, la víctima fue identificada como Nahuel Jonatan Callejas, de 19 años. Tenía varios antecedentes por robo calificado, lesiones y amenazas.

El 15 de abril de 2015, finalmente, fue hallado el cadáver de un joven en el mismo punto. Estaba en estado avanzado de descomposición y en ese momento los peritos no pudieron establecer ni la identidad de la víctima ni las causas de la muerte. Luego fue identificado como Agustín Manuel Barea, de 25 años, y se constató que su cuerpo tenía disparos de arma de fuego.

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