Pequeñas leyendas para la única ciudad del mundo
de personas que vive en Rosario son rosarinos, hayan nacido o no aquí, pero son al mismo tiempo, cada uno de ellos, una leyenda. Y si el significado original de leyenda se refiere a la lectura de la vida de los santos, los mártires y los confesores, pero esto de la santidad no se aplica a los rosarinos, y tampoco en el idioma español.
Las leyendas que significaron para los rosarinos algunos protagonistas de la vida cotidiana de nuestra ciudad se va formando porque esos protagonistas fueron o aún son verdaderos personajes, que poco pueden haber tenido de santos, pero mucho de actitudes curiosas, en general simpáticas. Hay poetas y pintores, músicos y actores, artistas en general que están con vida, a Dios gracias, pero que son leyenda, auténticas leyendas por su popularidad y por el cariño que la gente en general les tiene.
Empezaría por dos fantasmas. ¿Existen? No, pero que los hay los hay. Uno de ellos durante un tiempo aparecía y desaparecía, según sus ocurrencias, pero en general de noche, por los pasillos vacíos de la radio en que trabajo. Prefiere el tango al jazz, pero creo que me tiene simpatía y suelo traerle algunas cosas que él, todavía en su vida fantasmal puede disfrutar. El otro fantasma, pero hay más, es uno que vivía en la isla del laguito del parque Independencia. Alguien dice que fue ese desconocido que se suicidó o mejor dicho quiso, y finalmente pudo suicidarse en ese laguito y fue condenado a quedarse viviendo en la isla, pequeña y rodeada, por lo menos ahora, por patos y gansos. En algún tiempo tuvo por compañero a un mandril del zoológico que se escapó del viejo zoológico perseguido por algunos miembros de la Liga de la Decencia, que lamentablemente no fueron leyenda.

Nuestra ciudad, la única ciudad para vivir o para morir, según decía un desconocido poeta, ha tenido siempre algunas curiosas costumbres. Una de ellas es la forma de entender las leyendas. Tal vez por eso, cuando desde una computadora se intenta entrar en algunos de esos sitios que exigen, entre otros datos, el nombre de la ciudad donde uno vive, si se pone Rosario nos dicen "esa ciudad no existe". Algún día eso se verá como una vieja leyenda, pero por ahora es una realidad a la que hay que aceptar porque no nos queda otro remedio. Yo diría que el más de millón