El mapa de la violencia: la cárcel, una oficina del crimen.
- Charles Gutierré
- 10 ago 2020
- 3 Min. de lectura
En los pabellones se organizaron hechos resonantes como atentados a blancos del poder judicial, aprietes a testigos y homicidios de alto impacto.

“La metra la llevás en un bolsito, se la pasás a la piba y ella se va caminando”. La orden fue captada en escuchas en mayo de 2020. Provenía del teléfono de Brandon Bay, un joven de 25 años, de la zona sur de Rosario, que estaba en prisión desde cinco años antes. Se la impartió a un muchacho para generar un atentado en un barrio de San Lorenzo. El objetivo era a partir de los balazos generar una “revolución” del miedo para barrer del lugar a bandas antagónicas y copar el Barrio Norte a fin de instalar allí su predominio en la venta de drogas. En la esquina de Mitre y Perú el 28 de mayo desde una moto dispararon 23 tiros. Tres de ellos mataron a Brian Sánchez, de 16 años, ajeno a la disputa narco.
La instrucción salió del pabellón 4 de la cárcel de Coronda, donde estaba Bay, que dio además recomendaciones para volver a Rosario de inmediato “para no chocarse con la Gendarmería o el Comando”, y cómo entregar el arma después del ataque. El atentado se hizo con una ametralladora, hubo una víctima no conectada a ningún conflicto e implicados muy jóvenes. Todo muy distintivo de la violencia de la última década. Un hecho que además se planificó desde un calabozo, un chico muy joven muerto no relacionado con la violencia y el uso de un arma temible.
En los últimos cinco años la cárcel se convirtió en la oficina del crimen. En los pabellones o en los patios de las prisiones se organizan importantes negocios y se diseñan matanzas. Hechos como los atentados a objetivos del Poder Judicial, las balaceras que mataron a un apostador en el Casino en enero de 2020, el homicidio a un lugarteniente de Alvarado en Fisherton en abril de 2020 fueron concebidos desde allí.

A Flourish chart
“A partir de 2013 grandes actores del campo de la criminalidad con cierto nivel de organización fueron presos de manera casi simultánea. Los Cantero, Bassi, Camino, Ungaro, Funes, Alvarado. Cuando el sistema penal demuestra cierta eficacia al aislar de la calle a estos grupos al mismo tiempo se muestra ineficaz para neutralizar la violencia. Porque la violencia no solamente sigue sino que se realiza con una planificación a veces mayor”, dice Gustavo González, secretario de Política Criminal del MPA.
El lugar preponderante que pasó a ocupar la prisión en la planificación y orden de homicidios implica, como variante cualitativa nueva, la de una violencia administrada a distancia. Es la idea de que se puede tramitar violencia frente a una víctima con la cual no hay cercanía de afectividad ni tampoco física. “Estoy en Piñero, levanto el teléfono y pido acribillar una persona en Tablada”, indica González. “Es una deshumanización de la violencia. Permite la concentración temporal y geográfica de unos actores con la capacidad económica de tener un link con el territorio y estar protegido a la vez por la lejanía. La cárcel funciona como despacho para idear acciones violentas y a la vez como lugar de resguardo”.
Algunos actores de reparto que ingresan tras cumplir papeles secundarios la cárcel les permite un crecimiento exponencial. René Ungaro fue el sicario que mató al jefe barrabrava de Newell's Roberto Pimpi Caminos. Pese a pertenecer a una familia ligada al hampa no tenía un rol relevante. Pero la prisión lo potenció y estando en Piñero fue imputado como jefe de una asociación ilícita por manejar la violencia y los negocios del sur rosarino. Lo mismo ocurrió con Ariel “Betito” Godoy que fue el cómplice en el crimen de Pimpi. La cárcel actuó como escuela de perfeccionamiento criminal. Y además les brindó la protección contra la que la violencia les habría vuelto como un búmeran.
Esta nota forma parte del INFORME ESPECIAL: EL MAPA DE LA VIOLENCIA
Kommentare