Una bolsa de estrellas en Caminiaga
El Universo parece haber dejado allí una bolsa de estrellas todas juntas, regando de luces el cielo abovedado de ese lugar pequeño, lleno de pocas gentes, donde la vida alquila cuartos para descansar un poco y escapar de la locura., dice sobre ella el poeta, y Caminiaga se yergue entonces ancestral y milenaria, sabiendo que tiene en su horizonte el tesoro de estrellas más grande que se haya visto nunca.
Allí donde los españoles marcaron un camino real para el Alto Perú y donde Atahualpa Yupanqui pasaba desde Deán Funes camino de su Cerro Colorado arqueológico y bello, Caminiaga tiene una manera de ser que lo contiene y que resuelve en sólo 500 habitantes todos los secretos más profundos del mundo. Allí tiene su mortaja de luces y caminos el Pibe Allende, que subió de un golpe y al galope tendido camino del cielo en la yegua que lo llevaba siempre hasta San Pedro Norte y aún mas lejos, para tener una íntima ceremonia de viejos criollos y, entre vinos sagrados y amigos de antes, poder atrapar el tiempo y detenerlo. Poder atrapar el tiempo y detenerlo, como si fuera posible para un humano cualquiera.
No importa, el Pibe lo hacía, con sólo esbozar una sonrisa de esos tímidos y valientes ojos negros que te miraban siempre, como si con sólo darte una sonrisa pudieras descubrir -como él- de qué va el mundo. Si tan sólo hubiera sido para decir que allí vivió y murió Don .Pibe. Allende, hubiera sido bastante la referencia y Caminiaga sería una embajada donde exiliar los sueños más luminosos y tiernos de este mundo.
Cuando Atahualpa Chavero y tan Yupanqui hubo de irse al destierro en París para cruzarse con Jairo tan criollito, ya Don .Pibe. tenía conocidas todas las mañas de la vida y sólo podía ser si estaba en Caminiaga, donde la Iglesia brilla desde lo alto porque las misas allí son más que otras;,el vino, más caliente; las manos, más entrañables y queridas, y la gente, más gente que en muchas otras partes.
Y tiene embajadores, como el Buby Flores, que lo fue declarado una noche de peña junto al río, en un fogón de jóvenes traviesos, que la .Moti. tan Madre de la Sandra Zorilla casada con Omar Allende, supo encabezar como es su sana y tan jovial costumbre.
Porque mientras se brinda largamente; el Alberto Roselli, encantador de almas sin misal, se canta un tango; Miguel Bernabei y José Pacheco se vienen desde Córdoba a tocar la guitarra; el río se empieza a desperezar de a poco, y caen en lluvia intergaláctica todas las estrellas fugaces que tienen cementerio en Caminiaga. Lugar de nacimiento, parición, esplendor y vida de Omar Allende, hijo de Don .Pibe. y de la Quencha, hermano de Luis Allende y seguro pariente de Salvador, que murió en Chile abrazado a la bandera en La Moneda, mientras las balas herían su cuerpo y lo hacían mártir. Omar Allende tiene un corazón de plumas, vestido con estrellas, regados sus ojos de palmas y más palmas, que bajan de la sierra del norte de Córdoba, cuando uno repecha la cuesta desde el Cerro Colorado.
El calor de Caminiaga lo ha bendito y seguro que Omar .el Negro. Allende es beato de las causas más justas, porque la santidad de los más buenos no se mide sino en cuántos amigos se sientan a tu mesa. Y en la mesa del Negro Allende siempre se sientan muchos que buscan refugio para endulzar el Alma. Caminiaga tiene una plaza entre pequeña y grande, la casa de la Quencha que queda en una esquina, donde ella guarda en un cofre dorado el amor por su esposo que aún se siente.
Y también una planta de moras en la casa de la .Moti., donde se sientan con Sandra Zorilla a tomar mate y comer pan casero en el verano. Sandra te lleva siempre hasta lo más hermoso de las mujeres del norte de Córdoba, a camino del paso de los españoles y los Incas, y una mirada suya basta para saberte más varón que ninguno, mientras juegan sus hijos en el patio.
Y un poco más allá de la plaza y cerca de la Escuela Nueva, cuyo edificio cumplió sólo 80 años, vive el .Gordo Sergio., dueño de almacén y bar y oficios varios, que te convida un trago y dice con voz fuerte: .Esta en su casa amigo.. Caminiaga no tiene sino gente sencilla que se alegra de verte si te muestras humilde y reverente, mientras su río cosquillea entre la sierra, sin que el balneario espante a los caballos.
No es manera el turismo. Allí sólo se vive, sólo se siente, sólo se va a la Fiesta de la Virgen de la Candelaria en el verano, a caballos relucientes de los gauchos que desde toda la sierra vienen a rendir homenaje a su Virgen y pasear sus mejores ropas y sus aperos, para decir que así son los criollos de la tierra.
En Caminiaga la vida se celebra, ¡nada menos! Después habrá entonces alguna referencia geográfica, innecesaria para decir que estás aquí, donde la vida simple gobierna desde siempre.
Julián Leonardo Luna
Desde la Ciudad de Buenos Aires Sobre Caminiaga, Córdoba
E-mail: julianleonardoluna@gmail.com
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