Tandil, la mejor pausa a la prisa ciudadana
Enviado por Mariano Parlato Desde Puerto Rico
E-mail: marianoparlato@hotmail.com
Si tuviera que volver a un lugar, puedo decir que es Tandil, la ciudad de la Provincia de Buenos Aires, el primero que se me ocurre.
Era una ceremonia el hecho de buscar cómo ir a visitar a mi ahijado Luis cualquier fin de semana del año.
Es que ir a Tandil era para mi la mejor de las pausas a la prisa ciudadana de Buenos Aires. Además de visitar a mi ahijado, a los parientes y familiares, ir a Tandil significaba quedarse en la casa de la Tía Alicia.
Esa Tía Alicia, mi tía abuela, que al mejor estilo de las mejores tías, siempre con una sonrisa, un enorme abrazo y un beso cariñoso, me recibía cualquiera fuera la hora de mi llegada.
Todo estaba bien si el que llegaba era “mi sobrino”, como ella se lo repetía orgullosamente a sus vecinos y amistades.
No había mejor combinación que la de tomar el micro de La Estrella a las 17:45 desde Retiro, siempre y cuando las condiciones laborales lo permitieran, para llegar a la ciudad serrana a las 23:10. Un poco tarde, pero no si era viernes, porque la excusa era que eso le daba tiempo a la Tía para preparar algunas de las delicias que conforman su rico patrimonio de sabia cocinera criada y formada en el campo argentino.
Llegar a esa casa, estratégicamente ubicada a una cuadra de la Terminal de ómnibus, implicaba comenzar a deleitarse con los olores.
Era comenzar a disfrutar después de un poco de hambre (5 horas arriba del micro con un juguito lavado y un alfajor, que mi bolsillo debía estirar para no incurrir en gastos innecesarios). Al entrar, comenzaban los agasajos.
La Tía, desviviéndose por atenderme, me decía “tengo jamón de campo, empanadas, pan criollo, pollo, pastelitos de dulce”, o cualquier otra cosa. Eran una más rica que la otra.
Pero recuerdo una vez cuando la Tía me dijo: “Es dulce de durazno”. Nunca mientras viva podré olvidarme del encanto que producía en mi ese olor que venía de la cocina.
¡Y lo estaba cocinando en ese momento! Si por mi hubiera sido, hubiera desafiado todas las leyes del sentido común y me hubiera abalanzado sobre aquella olla que contenía el dulce de durazno cocinándose.
Al otro día, a la mañana, mientras me despertaba, escuchaba el sonar de las noticias locales de LU22 Radio Tandil y mientras bajaba a desayunar con la Tía, no perdíamos detalles de las nuevas que se escuchaban en el amanecer serrano.
Como un ritual, junto a los mates y el exquisito dulce de durazno, escuchábamos las noticias de las 8, la lista de los difuntos del día para saber si había alguien a quien visitar por fallecimiento, los mensajes de servicio a la comunidad tales como “Juan espera a Pedro en la tranquera del km. tal en la Ruta 74″ y las lluvias locales en cada paraje del Partido de Tandil.
Entre mates y charlas entrañables, preguntas y dulce de durazno, compartíamos ese cariño especial de Tía y sobrino, siempre presente entre nosotros.
Por eso y como representa una parte tan especial de mi vida, quiero dedicarle esta primera parte de mi espacio a la Tía Alicia, la gran culpable, junto a toda la familia, de que hoy, en Puerto Rico, tenga tan presente a Tandil y mis escapadas de fin de semana a su casa.
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