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La otra mirada, Roberto Cano, Buenos Aires, Argentina


Las frías palabras de escritorio marcarían que las posibilidades de encontrar atractivos en un pueblo de 23 habitantes son entre escasas y nulas, más teniendo en cuenta que el mismo se halla vinculado a la civilización occidental a través de un pequeño camino de mala tierra de 3.6 kilómetros de longitud que empeora hasta la catástrofe cuando llueve mucho, o que si nos guiamos por las estadísticas y censos oficiales, ha sufrido un decrecimiento poblacional del 60% en veinte años.  Las frías palabras de escritorio me indican, sigue tu camino, sigue por la nacional 188, no apartes la mirada del horizonte inmediato, la civilización te llama, no gires tu rumbo y mucho menos si es hacia la izquierda. Los primeros 100 metros hay que transitarlos por una vía que no se establece con seguridad que sea navegable, el amigo Marcelo insiste que cuanto más nos quedaremos empantanados, pero que siempre que uno se empantanó, salió, o lo sacaron. Roberto Cano te recibe con un cartel que da la bienvenida, un enorme bosque de eucaliptos plantados en la década del 70 por los Ferrocarriles Argentinos como reservorio de madera para sus necesidades y una casa aislada en medio de la pampa ondulada, las indicaciones del cartel no indican nada, la casa aislada parece embrujada y el bosque incita a jugar, para ver si la estación está.

La estación perteneciente al FCCA, para su ramal Pergamino-Junín efectivamente está. Está dentro del bosque y está atravesada por el mismo, árboles dentro de los espacios es el único mobiliario que atesoran las otroras dependencias ferroviarias. 

Probablemente se preguntarán donde está lo bello de un edificio derruido, abandonado y vandalizado inmerso en un bosque silencioso dentro de un apartado pueblo de 23 habitantes, bueno la respuesta no es para nada obvia, obvia sería la adulación de la belleza de Kate Upton o de un Mercedes Benz "ala de gaviota", coherente sería asociar belleza con el Palacio de Versalles, un traje de Armani o la "Creación del Hombre" por Miguel Ángel, los modos de reproducción cultural a través de sus propagadores mediáticos nos bombardean con estos estereotipos, invisibilizando e insensibilizándonos ante la "otra belleza". 

La obvia belleza está al alcance de todos a través de todos los medios inimaginables, la otra requiere un esfuerzo, un pensamiento, un grado de sinceridad, una búsqueda interior, un punto, aunque sea "y seguido". 

Es la tercer estación que encuentro en estas condiciones, Los Muchachos y Francisco Paz en Santa Fe y ahora Ricardo Cano, todas protegidas por la naturaleza que ha hecho de los edificios una sub especie más.  Cuesta adaptarse a la luz exterior, de todas maneras seguimos recorriendo el pueblo en busca de más imágenes, cerca nos encontramos con el club, a metros con una extraña ornamentación y más allá con el cubo embrujado.  Mensaje para la gente de turismo de la Municipalidad de Rojas, consideren mostrar Ricardo Cano, quizás no alcance la gente del pueblo para formar comisiones, organizar eventos, visitas o simplemente mostrar la producción local, pero todo lo que transmiten esas paredes invisibles no pueden ser patrimonio de tan solo 23 personas. 

Abandonamos el pueblo en busca de la nacional 188, a pocos kilómetros dejaremos atrás Rojas para ingresar en Pergamino y visitar así la última locación del recorrido. 

No encuentro palabras que alguna vez no haya dicho para poder resumir la grata experiencia que ha resultado Rojas, quizás la ausencia de "grandes lugares" me haya obligado a mirar mas profundo y es ese el acto que permite visibilizar la belleza que nos oculta el relato impuesto por los formadores de sitios de ensueño.


FUENTE: http://caminandolapampa.blogspot.com.ar/2014/04/la-otra-mirada-roberto-cano-buenos.html

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