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Hay 800 pueblos casi sin gente y otros 90 que desaparecieron.-

Actualizado: 21 mar 2023

POR FRANCISCO DE ZÁRATE Con alternativas productivas buscan que los pobladores queden en los lugares.

Nacieron hace unos 100 años y muchos están viviendo sus últimos días. Son los pueblos argentinos de menos de dos mil habitantes. Algunos comenzaron su declive cuando terminó la minería, la esquila de ovejas o cualquiera que fuese la actividad económica que había sido su razón de ser. Otros sufrieron la razón más clásica del despoblamiento: el fin del ferrocarril. Todos tienen en común la emigración de sus pobladores hacia ciudades donde no siempre mejoran sus condiciones de vida.


Esa es al menos la opinión de la geógrafa Marcela Benítez, que ayer habló en Expoagro sobre las dificultades para encontrar trabajo que gran parte de esta población rural enfrenta cuando deja el campo por la ciudad.Según Benítez, “del total de 2.000 pequeños pueblos de la Argentina,hay unos 800 en crisis por despoblamiento y 90 que ya no están ”. Esos datos se refieren a los diez años que pasaron entre 1991 y 2001, ya que “del último censo aún no se publicaron los resultados por localidades rurales”.

Para frenar el despoblamiento de estas pequeñas localidades, Benítez dejó hace doce años su investigación en el Conicet sobre pueblos en riesgo de desaparición y creó la asociación Responde, con la idea de mostrar a los habitantes las oportunidades de desarrollo que el ambiente rural les ofrece.Irazusta, en Entre Ríos, Andalhuala, en Catamarca; y Chilibroste, en Córdoba; son algunos de los pueblos donde Responde apoyó proyectos productivos , casi siempre en forma de turismo, artesanías o cultivos de autoabastecimiento, que los pobladores no habían considerado como alternativas a la emigración.Para muchos pueblos el principal problema fue perder el ferrocarril, ¿no es inútil tratar de frenar el despoblamiento sin resolver sus comunicaciones?, le preguntó Clarín.Sí, hace falta mejorar las vías de comunicación. No hablo de volver a tener el tren, pero sí de que hagan un asfalto.

Un camino arruinado, en el que llueve y te empantanás, desalienta al médico o a la maestra. Además de caminos, la principal inversión que habría que hacer es en educación. Muchas veces sólo tienen una escuela primaria, con un grado o multigrado, y sólo con ese conocimiento salen a buscar un futuro.Si bien la migración del campo a la ciudad es un proceso mundial, para Benítez no es igual en todas partes: “Hay países donde la posibilidad de ir a una ciudad significa un bienestar. Pero en América Latina no es así. La gente emigra hacia la ciudad porque piensa que en el pueblo ya no tiene nada, pero en la ciudad vive peor . En los pueblos se puede vivir dignamente aunque a lo mejor no haya tanto efectivo en la billetera. Mudate a una ciudad y fijate a ver qué pasa cuando no podés tomar ni un colectivo”, razonó la especialista.

Pueblos que se quedan sin gente

Edgardo Violante es politólogo e investigó el devenir socioeconómico en pequeñas localidades rurales ubicadas en el sur provincial que corren peligro de desaparecer. “El despoblamiento es la parte visible de un proceso complejo”, dice. 

Edgardo Violante, graduado de la carrera de Ciencia Política de la Universidad Nacional de Rosario, investigó el devenir socioeconómico de pequeñas localidades rurales del sur de la provincia de Santa Fe en las últimas décadas, señalando que algunas están en riesgo de desaparecer. 

La investigación, realizada desde un enfoque del desarrollo local, apunta como causa a “un modelo económico basado en la soja, extractivo y agroexportador, que no genera fuentes de trabajo, que produce riquezas concentradas en pocas manos, y expulsa población desocupada hacia las grandes ciudades”. También señala la falta de políticas públicas en la materia. El trabajo se centra en poblaciones de menos de 2 mil habitantes, enmarcadas en un contexto rural, que fueron perdiendo población a lo largo de los últimos años. “El despoblamiento es la parte visible de un proceso complejo”, describe el politólogo. “Cuando uno se acerca, puede observar múltiples causas, pero principalmente se puede notar como mayor influencia la «revolución verde», el avance de la soja, lo que ubica todo en el marco de una paradoja: un crecimiento extraordinario del sector agropecuario en los últimos años en el sur de Santa Fe, seguido de un deterioro de las condiciones sociales de la mayoría de los habitantes de las zonas rurales”, enfatiza. 

Las localidades que abordó el investigador se encuentran en un radio de 60 kilómetros de la ciudad de Rosario. Una es La Vanguardia, de 455 habitantes (según el Censo 2001), que registra una retracción del 18 por ciento de su población en relación con la medición anterior, del año 1991. La otra localidad que trabajó es Cepeda, que cuenta con 434 habitantes según el censo 2001, con una disminución del 16 por ciento desde la medición anterior. “Abordé dos localidades precisas, como casos testigo, pero los resultados pueden ampliarse al resto de las poblaciones con características similares del sur de Santa Fe, así como también a otras de Buenos Aires y Córdoba”, apunta Violante. 

El mayor impacto que describe la investigación, tiene que ver precisamente con las condiciones socioeconómicas derivadas del potenciamiento del modelo productivo. Así lo relata Violante: “Hay mucha gente que migra a las grandes ciudades, en muchos casos a los cinturones de pobreza. Las condiciones sociales son alarmantes: altos índices de desocupación que no son medidos por el Indec, porque se mide en los grandes aglomerados, mucha gente sin trabajo, que es desplazada, y condiciones muy precarias de los peones rurales”. “El modelo sojero genera pocas fuentes de trabajo. Es un modelo extractivo con una tecnificación creciente, las máquinas son cada vez más complejas y más caras, y eso lleva a que expulse gente, trabajadores rurales, empleos indirectos vinculados a la agricultura que se fueron perdiendo, los mismos pequeños productores con poca extensión de campo”, detalla. 

El correlato del empobrecimiento de las poblaciones es, para el investigador, la concentración de la tierra y la riqueza en pocas manos, a veces incluso ajenas a las localidades. “Pude observar la aparición de grandes empresas que trabajan mucha tierra, lo que tradicionalmente se llama pool de siembra. Particularmente en la localidad de La Vanguardia existe un grupo económico, personas que nadie conoce, que no son de la localidad, que no están insertas en ella, que no consumen ni viven allí, que poseen la enorme cantidad de 4 mil hectáreas”, indica. 

Problemática Pero la sojización no sería la madre sino un aspecto continuador y profundizador de la problemática. Según la investigación, la pauperización de la población, desde una perspectiva amplia, tendría su herencia en las políticas neoliberales. “La década del noventa también pasó por las pequeñas localidades”, sindica Violante. “Uno está acostumbrado a ver las consecuencias en las grandes ciudades, el fenómeno de la desocupación, el cierre de fábricas, pero en las zonas rurales el impacto regresivo fue muy fuerte: el cierre del ferrocarril, la pérdida del empleo público, el cierre de las oficinas de correo, que deterioró mucho socialmente a estos lugares, y eso no sólo no se ha recompuesto desde entonces, sino que se profundizó”, agrega. 

El trabajo de Violante, producto de una tesina que le permitió graduarse, tuvo un sentido de exploración inicial, ya que existen pocas investigaciones realizadas en la zona. “Uno cuando investiga siempre abre el juego para que continúen otros y a su vez, uno mismo. Se ayuda a que el problema gane visibilidad, tanto en la sociedad como en los encargados de llevar adelante políticas públicas en todos los niveles, local, provincial y nacional”, expresa. 

Pero son justamente estas políticas públicas las que deben activarse, para tener un resultado certero que revierta la situación. “Hay políticas sociales que tienen impacto y ayudan a paliar el panorama: la asignación universal por hijo, la tarjeta ciudadana de la provincia de Santa Fe, los mismos municipios y comunas dándole empleo a la gente que queda desocupada; pero estamos hablando de cuestiones estructurales muy fuertes, la cuestión de la tenencia de la tierra y el modelo sojero, por lo que estas políticas públicas, si bien son buenas, no apuntan al centro de la cuestión, son paliativas”, dice el egresado. 

Medidas En su opinión, es necesario redireccionar las medidas para abarcar a toda la población afectada: “La realidad es que no hay políticas públicas provinciales dirigidas a revertir el despoblamiento. Las políticas para zonas rurales se dan generalmente en casos de crisis, por ejemplo tormentas, sequías o inundaciones, y apuntan a los productores, no así a los trabajadores rurales o los que han quedado desocupados, que tienen una realidad muy negativa y son los que más sufren”, indica. “Yo soy de una localidad pequeña también, así que esto es una forma también de contar lo que uno vive en el lugar del que uno viene. Veo lo que está pasando en esta zona como una paradoja, y una injusticia”, concluye.

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QUE TRISTEZA SE VE EN ESOS PUEBLOS Y HOY POR HOY UNA PREGUNTA SE PUEDE ABITAR EN ELLOS , CUENTAN CON AGUA Y LUZ ELECTRICA

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