La muerte es parte de la vida.Y ésta tiene y tuvo sus usos y costumbres. Eran tiempos, donde la muerte tenia color. Negro era el suyo. Negro era el vehículo destinado a trasportar al muerto al cementerio,un carruaje tirados por caballos.Negros eran ellos y sus aperos. Negro era la vestimenta del Conductor.
En la Iglesia ,Negro era el color de la vestimenta del sacerdote oficiante. Negro era el catafalco sobre el que descansaba el féretro y Negro eran los túmulos que se colgaban del techo y paredes laterales del templo al momento de la misa de cuerpo presente y/o del responso. Negro era el Crespón qué, colocado en la puerta de entrada identificaba el domicilio donde se había producido el deceso. Negro el color de la vestimenta de las mujeres y las viudas qué, usarían al menos por un año las primeras y, por el resto de sus días las segundas.
Negro seria el Brazalete que usarían los hombres,en el brazo izquierdo los mas allegados, en especial los viudos.-En ese contexto el funebrero tenia un papel fundamental que cumplir,prestar el servicio, qué,a su vez ,era su modo de vida.Se había popularizado la risueña frase que algún funebrero había acuñado.”Yo no le deseo mal a nadie, pero que a mi no me falte el trabajo”.
Y esto, en un pueblo chico como Chillar,como podía esperarse,el “trabajo” no era frecuente.Por ello,cuando el funebrero, el “tano”Don Giovanni, se enteró que el “gallego” Don José, él bolichero del barrio,que vivía a la vuelta de la esquina, había enfermado y llevaba varios días en cama,en lo que parecía un camino sin retorno,fué y se compró una damajuana de vino a cuenta y, luego día tras día, iba hasta la esquina y oteaba para ver si ocurría algo.
Un día comentó como al pasar, "Esta fermo,pero no si more” y, este exceso verbal, que llegaría a oídos de Don José y su familia, terminaría por distanciar a ambas familias, algo, que perduraria,en el tiempo.
En tanto, Don Jose, lejos estuvo de darle a Don Giovanni el “trabajo” que éste esperaba y, por esos misterios de la vida, no solo se repuso,si no que le sobrevivió por muchos años ,siendo Don Giovanni quién “se adelantó en el camino”, según la interpertación que el historiador romano Tito Livio acuñara sobre el significado de la muerte.-
El Funebrero II
Fallecido el anterior funebrero,como no podía ser de otra manera, una nueva empresa fúnebre tomaría la posta. Don Enrique seria la cara visible, pues era él , quién ,tendría a su cargo el furgón automotor,para el viaje final de los mortales.
De color oscuro,desechado el negro qué, junto con el carruaje,pronto ambos quedarían en el olvido. Don Enrique, era primariamente electricista, (Ademas era el Operador del Cine,encargado de la proyeccion de Peliculas) tenía a su cargo la atención de la red de calle y los reclamos de los usuarios, así ,era común verlo caminar a paso rápido escalera al hombro para atender algún reclamo o empujar,esforzadamente, la pesada escalera rodante ,a veces con la ayuda de uno de su hijos, para cambiar una lámpara del alumbrado publico, no muy abundante en aquellos años, en alguna intersección callejera.
Cuando se producía algún deceso, dejaba su tarea, se vestía acorde a las circunstancias e iba a prestar el servicio.
El Furgón encabezaba el cortejo,seguido por automóviles con los deudos y allegados, en dirección a la Iglesia, a su paso los negocios bajaban las persianas, el transito y los transeúntes se detenían, en señal de respeto, mientras, las campanas de la Iglesia, tañían a duelo.
Finalizada la misa o responso, partia hacia la morada final, en lo que se denominó después el Cementerio Viejo (En contraposición al actual). En algunas oportunidades, no era fácil anoticiarse del fallecimiento de alguna persona;pero, al ver el movimiento del Furgón, muchos lo intuían y recurrían a la fuente, en este caso: Don Enrique,.¿”Quien murió Don Enrique”? y el daba el Nombre; pero, en una oportunidad, la respuesta dejo descolocado a quien efectuó la pregunta ¿“Quien murió Don Enrique”? y, él , sonriendo, respondió: “Squartini”,ese era su apellido.
¿Qué había sucedido?, que Don Enrique, había puesto algunas sillas en el furgón, cargó a su familia y se fue a visitar a unos parientes. Desde ese momento, la salida del furgón no siempre era sinónimo de muerte.
Al cabo de un tiempo Don Enrique se encontraría el mismo con la muerte en persona, ése día subido como de costumbre a su escalera, mientras hacia algunos arreglos de cables, la electricidad siempre traicionera, se tomo revancha enviándole una descarga que terminaría con su vida, como electricista murió en su ley.-Fuente: http://wwwhistoriasdechillar.blogspot.com.ar/search/label/El%20Funebrero%20II
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