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Foto del escritorCharles Gutierré

DUFAUR, EL PUEBLO RECUPERÓ SU VIEJO ALMACÉN EN UNA NOCHE INOLVIDABLE.-

EL PUEBLO SERRANO BONAERENSE VOLVIÓ A VER ABIERTAS LAS PUERTAS DEL VIAJO ALMACÉN DE RAMOS GENERALES QUE ESTUVO CERRADO DURANTE DÉCADAS. LOS VECINOS PARTICIPARON EN LA RECUPERACIÓN Y AHORA PLANEAN CONVERTIRLO EN ATRACTIVO TURÍSTICO. Dufaur es un pueblo de 200 habitantes que viven dentro de una postal. A los pies de los cordones serranos más antiguos de la Ventania, el paisaje aquí no tiene comparación. Todas las calles dan a los cerros, el pueblo, arbolado y con una contagiosa belleza natural es transitado por vecinos emprendedores que saben que en la unión –y en el turismo rural- está la fuerza. Hace unos días atrás lograron recuperar un antiguo almacén de ramos generales que es el eje de una propuesta turística emotiva y genial.

A 55 kilómetros de Pigüé, con entrada sobre la ruta 33, Dufaur vive momentos inolvidables. Un grupo de vecinos conforman el grupo de Turismo Rural “Raíces de Campo”, y se han propuesto recuperar su historia y volverla un atractivo turístico. Para lograr esto, en vez de repartir un folleto a los turistas que llegan les organizan una obra de teatro que recorre los lugares emblemáticos del pueblo, los propios vecinos ofician de actores. Esta obra termina en el que fue el alma del pueblo: el almacén de ramos generales “La Moderna”, corazón social y comercial de esta localidad bendecida por una belleza que nutre la vista y el alma. El viejo almacén, en ruinas, servía para cerrar la historia, sobre sus mesas se servían picadas con queso y chorizo seco, delicias dulces y toda clase de alimentos hechos con el corazón, un ingrediente que abona un sabor único en los platos.

“El almacén perteneció a la firma Jacinta Schulman y abasteció al pueblo de todos los elementos necesarios para llevar adelante la vida acá. Vendía alimentos, insumos agrícolas, herramientas, era el típico almacén de ramos generales de pueblo”, comenta Anabela Cleppe, propietaria del almacén en la actualidad, además de directora de la escuela y miembro del sueño colectivo que integra junto a emprendedores del pueblo y de la zona que tiene como nombre “Raíces de Campo”, el grupo entiende al turismo rural como un camino para recuperar la localidad y generar movimiento. Dufaur, como tantos pueblos, vio reducido su horizonte cuando el tren no pasó más, hoy la estación sirve de escenario para la obra de teatro que ofrecen los vecinos, de a poco el pueblo perdió algunos pobladores, que hoy regresan para ser testigos de esta idea maravillosa de ver las puertas nuevamente abiertas del almacén. “El almacén cerró sus puertas en la década del 80. Quedó intacto, pero con los años se vino abajo, nuestra familia lo adquirió en el 2006”, recuerda Anabela. La pieza basal del sueño de Dufaur ya estaba en buenas manos.

Luego de varios años, el grupo de soñadores del grupo de “Raíces de Campo” comenzaron a la acción directa, coordinados por Marina Monje, de Cambio Rural, se hicieron visibles con actividades. Desde el área de Turismo municipal también ayudan y acompañan. El pueblo es una gran familia que sabe que el destino está en sus manos, aquí no esperan soluciones de afuera, las producen y las practican en comunidad. Usaron el potencial propio, a pocos kilómetros está el tambo El Balcón del Arroyo, que produce quesos artesanales y frente al pueblo, el “Criadero de Cerdos El 17”, donde nacen chorizos secos, bondiolas y jamones crudos únicos e inigualables. Esto, más las ganas de contar una historia y de recibir turistas, sellaron la idea. Recuperar el almacén fue una meta que anhelaron todos. Como esas luces que se ven en lo profundo de un camino cuando se lo recorre por la noche, este objetivo comenzó a estar más cerca. “Es un sacrificio económico muy grande el que hacemos, pero decidimos apostar por el pueblo y por el turismo rural”, reconoce Anabela.


“Estamos muy emocionados porque durante la última semana, cuando abríamos las puertas del almacén se acercaban vecinos con baldes y escobas para participar de la limpieza y de la recuperación. El día de la inauguración, muchos llegaban con objetos antiguos para poner en las estanterías”, se emociona Anabela. El almacén, que durante gran parte de la vida del pueblo había sido el lugar de encuentro, al volver a abrir las puertas, también abrió los recuerdos y dio libertad a emociones que parecían olvidadas. Se desempolvó el sentimiento. Dufaur vistió las estanterías del almacén, la comunidad lo apropió, aquello que parecía perdido, volvió a sentirse: el alma del pueblo anduvo suelta la noche del sábado 24 de febrero cuando el viejo almacén brilló por la noche una vez más.

Emoción, miedo, ansiedad, alegría y felicidad fueron las emociones que sintieron quienes estuvieron detrás del mostrador y aquellos que volvían a entrar al almacén que hacía décadas estaba cerrado. “Fue perseverar en la propuesta”, resume Anabela, los resultados estuvieron a la vista la noche de la reinauguración: el salón estuvo lleno. Se ofrecieron picadas y cerveza artesanal, productos del territorio que significan el más preciado tesoro de esta tierra. La noche no pudo ser más cuidada: las estrellas y las sierras parecían estar más cerca, acaso no querían perderse las charlas y oír las sonrisas que salían del boliche. “Fue muy emocionante ver a las personas que volvían a entrar al almacén, recordaban historias, anécdotas. Todo eso es muy valioso para nosotros”, sostiene Anabela. La autogestión y el amor de los habitantes de Dufaur por su pueblo hicieron posible la recuperación de un espacio vital. El horizonte para ellos se ve mucho mejor.


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