Capitán Castro
En Capitán Castro, en el partido bonaerense de Pehuajó, queda una escuela a la que asisten chicos de pueblos cercanos, pero ya no funciona el club social Andrónico Castro, ni el almacén de ramos generales al que todavía le cuelgan un par de tiras plásticas de la cortina de entrada, ni las formas de la plaza situada frente a la estación de tren, que ahora está ocupada por un matrimonio de jubilados.
Pero éste no es un caso único. En la Argentina hay por lo menos 601 poblados en vías de desaparición porque sus habitantes tuvieron que emigrar tras quedar incomunicados y sin recursos económicos para subsistir. Son 276.664 personas -casi el 40 por ciento de la población rural del país- a las que la subsistencia se les complica. Es una situación peor que la que existía a comienzos de la década del 90, cuando "sólo" 163.066 personas vivían en "nada más" que 423 grupos de viviendas marginadas del circuito socioeconómico.
Las estadísticas surgen de estudios realizados por la Asociación Responde, cuya titular, la investigadora Marcela Benítez, trabajó a partir de los últimos censos poblacionales del Indec. No analizó la situación ni como "negativa" ni como "positiva", sólo interpretó los números. "Lo dramático es que la gente se haya tenido que ir forzada por falta de apoyo o estímulo, y no por voluntad", opinó.
A la demógrafa Elsa López que los habitantes de los pueblos más chicos hayan emigrado para sobrevivir le parece bueno, porque en las ciudades medias hay servicios, centros de salud, escuelas y, probablemente, más posibilidades de conseguir un trabajo. "No es malo reaccionar e irse de un lugar sin perspectivas. En todo caso, el problema es que estos pueblos hayan quedado incomunicados por falta de caminos y variantes para subsistir", dijo.
Capitán Castro es un reflejo de esta situación: por allí, hace años que no pasa el tren y que los caminos de tierra desaparecen cada vez que llueve.
"Bailes espectaculares"
"Acá vivía mucha gente. Los fines de semana venían orquestas de la Capital y había unos bailes espectaculares", rememoró María Rosario Fadón, una de las pocas nativas que nunca emigraron. Tiene 63 años y considera "tristísimo" el decrecimiento del pueblo.
Capitán Castro está situado casi a mitad de recorrido entre Rosario y Puerto Belgrano, ciudades a las que unía mediante el tren. La estación, parada obligada entre esas localidades portuarias, promovía un flujo permanente de visitantes que daba color al lugar. Pero el tren dejó de circular y la historia cambió. En el 87, durante una inundación, desaparecieron las vías, y el ferrocarril no volvió más.
En La Sofía, partido de Carlos Casares, la vieja estación de trenes es hoy un depósito de botellas viejas, un colchón agujereado y una cama coja. Aún se nota el entramado urbano, conformado por manzanas cuadradas, vestigios de lo que fue el sistema de iluminación y una arquitectura que incluye una iglesia cerrada con candado y un almacén en el que se acumulan botellas de la década del 80 y hasta un Clarín de 1984.
Hay una escuela, también. Y funciona, pero ninguno de sus siete alumnos vive en el pueblo.
"Una vez, estuvimos dos años incomunicados, porque se vino el agua, se inundó todo y no teníamos manera de salir. Nos trajeron un poco de comida en un anfibio y en helicóptero, pero fue duro. Subsistimos comiéndonos a nuestros animales", confió Marcela Domínguez de Vizcarra, censista en el último estudio demográfico de 2001.
En La Sofía ya no se oficia misa. El cura, que llegaba de Carlos Casares, no fue más cuando la población se redujo de más de 200, en los años 70, a los menos de 50 en los 90. Obviamente, en casi ninguno de estos pueblos hay luz ni gas ni agua caliente.
En Villa Lynch Pueyrredón, en Bolívar, se ve la instalación de postes de electricidad, pero falta un detalle: no hay electricidad. Hoy, allí, vive Héctor Montes de Oca, un hombre de 70 años que hizo un censo particular: "Cuando estamos «todos todos todos» somos diez, pero antes éramos muchos más. A mediados del siglo pasado funcionaba un almacén y el lugar estaba poblado".
Como Capitán Castro, La Sofía y Villa Lynch, hay 598 pueblos más. Todos tienen menos de 2000 habitantes y una proyección negativa verificada por los últimos censos nacionales. A muchos los limitó la desaparición de rutas ferroviarias. A muchos otros, la falta de caminos transitables. A todos, la falta de trabajo y de variantes para subsistir. Por eso, están en riesgo.
Intentan revertir la situación
Para llegar a decir que son 601 los pueblos en vías de extinción, la Asociación Responde tomó los que, según el Instituto Nacional de Estadística y Censos (Indec), tienen menos de 2000 habitantes. Comparó los datos del censo 2001 con los de 1980 y 1991. Los que están en riesgo son los que muestran una proyección decreciente en los últimos 20 años. Para evitar esto, Responde promovió un proyecto turístico campestre en Irazusta (Entre Ríos), otro histórico en Oratorio Morante y Godoy (Santa Fe), y reclamó la habilitación de vías en desuso para que funcione un "coletrén", mezcla de colectivo y tren.
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