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Foto del escritorCharles Gutierré

Valle de la Luna

Sorprendente paisaje desértico plagado de formaciones arcillosas, e impregnado de historia y geología, el Parque Provincial Ischigualasto, más conocido como Valle de la Luna, se extiende a lo largo de más de 60 mil hectáreas, a unos 300 Kilómetros de la ciudad de San Juan, arrogándose el papel de principal atractivo turístico de la provincia cuyana.

En el período Triásico de la Era Mesozoica, esta región constituía un inmenso lago, rodeado de frondosa vegetación, que funcionaba como hábitat de una gran variedad y cantidad de especies. En la actualidad, todo lo que puede verse es desierto. Un enorme, magnífico y multiforme desierto. Fue aproximadamente hace 60 millones de años que las masas rocosas de las Cordilleras de los Andes apretaron a la zona de Ischigualasto contra las Sierras Pampeanas (Valle Fértil), poniéndolas al descubierto y exponiéndolas a los agentes erosivos. De este modo, la naturaleza por sí misma ha tallado las más asombrosas siluetas que la mente humana ha relacionado con cosas de la vida cotidiana.

“El Gusano”, “La Esfinge”, “El Submarino”, “El Hongo”, son algunas de las más atrayentes formaciones del Valle de la Luna, destacándose aún más la casi inexplicable “Cancha de Bochas”, una superficie sumamente plana sobre la que yacen esferas perfectamente pulidas en forma circular, conformadas por el mismo material del suelo. El Valle Pintado, un entorno de suaves lomadas con capas de colores ocres, violáceos y gris ceniciento, donde se han hallado los restos fósiles más importantes; y el Paisaje Lunar, que encanta la mirada de todo aquel que se acerca a este sitio casi mítico; adicionan seducción al ya fascinante Valle de la Luna.

Bellezas inigualables, sensaciones indescriptibles, experiencias inolvidables, el atemporal Valle de la Luna, San Juan, resiste constantes mutaciones que lo tornan un espacio único siempre válido de volver a visitar.

Las Geoformas Las geoformas constituyen los rasgos sobresalientes del paisaje del Valle de la Luna. Producto del desgaste diferencial de las distintas clases de rocas, estas extrañas y encantadoras formaciones reciben sus nombres de las relaciones que la mente humana ha hecho entre ellas y cosas de la vida cotidiana. Algunas de ellas se describen a continuación:

Cerro Morado: constituido por grandes capas de basaltos, domina el paisaje con sus 1.400 metros de altura sobre el nivel del mar. Su observación, tanto desde el este como desde el oeste, lo asemeja, según la interpretación popular, a un indio acostado con la cabeza dirigida hacia el norte.

Cancha de Bochas: consiste en una superficie sumamente plana sobre la que yacen esferas perfectamente pulidas en forma circular, conformadas por el mismo material del suelo. Aún no se comprende el proceso de conformación de esta maravilla.

El Hongo: es una clara muestra de la erosión diferencial, arenisca dura arriba y arcilla blanda abajo. Composición a la cual se debe la más rápida erosión de la parte inferior, lo que provoca la apariencia que le da nombre.

Valle Pintado: por su semejanza con un paisaje lunar, recibió en un momento el nombre de Valle de la Luna, término que se hizo extensivo a toda el área. Compuesto principalmente por arcillas y cenizas volcánicas, junto con arenas y otras clases de rocas, ha respondido de una manera muy peculiar al ataque de los agentes erosivos, dando por resultado un paisaje de suaves lomadas con capas de colores ocres y violáceos intercalados entre el gris ceniciento. Es aquí donde se han hallado la gran mayoría de los fósiles.

El Gusano, La Esfinge, El Submarino, son otras de las más destacables geoformas que brindan su atractivo al mítico y fascinante Valle de la Luna.

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