Un castillo misterioso en el sur de Santa Fe
Conocida como el castillo de Freyre, una abandonada construcción cobija misterio e historia en las cercanías de Carcarañá.
En los campos del sur de Santa Fe, a la vera de la ruta provincial 26, emerge un pequeño castillo abandonado, en un terreno muy próximo a la localidad de Lucio V. López. La casa data de mediados del siglo XIX y constituye un atractivo punto de turismo no tradicional. Los libros de historia no hablan de este misterioso palacete. Pero el boca a boca tejió apasionantes historias. La propuesta es, una tarde, preparar unos mates, tomar la ruta y dirigirse hasta la localidad de Lucio V. López. Si salís de Rosario, recorrerás unos 45 kilómetros por la ruta nacional 34 hasta este pueblito Allí, sólo tenés que preguntar por el castillo, y te dirán que enfiles por la ruta 26 rumbo a Carcarañá. A la vera de la carretera, verás este sitio tan particular.
Como ya avisé, todas las historias del llamado Castillo Freyre son extraoficiales, por lo cual difícilmente consigas un guía turístico que te acompañe con información certera. La recomendación sería que vayas con este artículo en tu celular, para ir acompañando el recorrido con esta linda leyenda.
Un aviso importante: por no haber sido tomada por el Estado para su preservación, esta mansión está toda cubierta por vegetación silvestre, grafitis y restos de cosas abandonadas. No obstante, no pierde su encanto, por las cosas que se cuentan sobre lo que habría sucedido allí dentro.
Una fortaleza
La gran casa está compuesta por un edificio principal de planta baja, un primer piso y dos torres de vigilancia, las cuales tiene orificios circulares donde, dicen, se encontraban cañones y tiradores, para repeler el ataque de los malones indígenas que acechaban a los criollos. El acceso a la torre izquierda era mediante una escalera caracol, mientras que a la torre derecha se subía mediante un elevador a polea manual. El edificio contaba con una gran cantidad de habitaciones. La fachada principal da al Este, y la recorre una larga galería sostenida por arcos. La parte posterior está en ruinas, aunque sí existe una amplia depresión que podría haber sido un gran sótano. Al recorrer el patio, varios orificios se abren en la tierra, los cuales podrían haber pertenecido a túneles que comunicaban la construcción con diferentes puntos. También se pueden ver algunos edificios secundarios acoplados al principal. Hoy el deterioro de tan magnífico edificio es muy avanzado. No parece poder aguantar mucho más tiempo en pie.
Nefasto caudillo
El regente del lugar era Rudecindo Freyre, primo de Rodolfo Freyre, quien fue gobernador de la provincia a principios del siglo XX. La familia fue unos de los clanes más influyentes de la región. Se dice que Rudecindo era un hombre que gobernaba con mano dura, un déspota.
Cerca de la fortaleza existía una gran toldería, lugar donde habitaban aborígenes que trabajan para él. Las mujeres realizaban las tareas domésticas, mientras que los hombres se dedicaban a las rurales. Aquellos que no se sometían a los designios de su líder, eran asesinados sin juicio previo y enterrados en las barracas del río, o en un cementerio que, se cree, está en la parte trasera del castillo. Cuando Don Freyre recibía visita, se vanagloriaba de su asombrosa puntería, de la cual hacía gala practicando tiro al blanco a monedas que colocaba sobre la cabeza de algún peón. Si fallaba, el desafortunado era enterrado y otro ocupaba su lugar.
Se dice que la muerte le llegó a Rudecindo Freyre de la mano de un aborigen, otros que fue por causas naturales y hasta algunos aseguran que se suicidó. Solo las vacías cuencas de la muerte guardan la verdad del final de este tirano.
SI te gustó esta historia, no tardes en ir a conocer el castillo. Esta edificación, que sobrevivió a ejércitos y malones, ha de perecer en el siglo XXI bajo el yugo de la negligencia.
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