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La pulpería, después almacén y el boliche

Por Blanca Stoffel

La pulpería nació junto al fortín, desafiando al desierto; fue el lugar donde el paisano halló un club, un correo, un lugar en donde las charlas suplían al diario inexistente en esa época y en ese lugar. Era el pulpero un comerciante de la campaña. Formado detrás de un mostrador, día tras día y sin descanso, fue quien abrió una frontera a la civilización; el pulpero exponía su vida tanto contra el indio como contra el bandido o el gaucho matrero.


Ese que era como un almacén de ramos generales, donde se encontraban tanto los paisanos del lugar como los viajeros que pasaban por el sitio, con su despacho de bebidas, su tosco mostrador y un surtido de botellas en los estantes, en donde se surtían de cajas de sardinas, pan, dulce de membrillo, velas y baratijas, dio paso años después al boliche, cuando en la pampa desierta comenzaron a surgir los pueblos.


No tenemos noticia de que en Rafaela o en sus cercanías haya existido en algún tiempo una pulpería. Sí hubo boliches y en abundancia en todos los barrios de la ciudad. Según el Prontuario Informativo de la provincia de Santa Fe, 1 en 1896 había en Rafaela por lo menos 17 despachos de bebidas: el Baraldi, Boffelli, Martínez, Gribaudo, Fontana, Regental, Racca, Vighienghi, Martone y muchos más.

Don Segundo Sombra nos trae el ambiente de un boliche: "andá, decile algo a Juan Sosa-proponíame alguno- que está mamao, allí en el boliche". La Academia Española lo define como "tienda de baratijas, tenducho o figón", pero también como "tienda en donde se venden diferentes géneros para abasto como son: vino, aguardiente o licores y géneros pertenecientes a droguería, buhonería, mercería, etc".


Tomás Garzón 1 lo da como "casa donde se venden comestibles, pan, tortas, bizcochos, queso, fruta, verduras y otras de consumo ordinario" y en lo figurado y familiar "casa de negocio al menudeo, desurtida y pobre, de mala muerte"."A una tienda, a un almacén, hasta a una cigarrería en las condiciones dichas"- agrega-"se le llama despectivamente boliche".


Para Ricardo Güiraldes tiene el piso "poblado de cuartos de yerba, damajuanas de vino, barriles de diversas formas, cojinillas, matras, lazos y otros artículos usuales". Otros autores como Furlong 4 y Canepa 5 afirman que "en la pulpería se vendía de todo: refrescos, vinos, aguardiente, caña, ginebra, yerba, azúcar, arroz, pan, grasa, sardinas, leña, artículos de talabartería, mercería, armería y hasta de farmacia".


José Antonio Wilde 6 junto a múltiples datos pintorescos evoca el traje del pulpero que "durante el verano (...) se ponía tras el mostrador (...) en mangas de camisa, sin chaleco"... Los dueños de nuestros boliches siempre estuvieron cómodamente vestidos: con pantalón y en mangas de camisa y esta con los puños bien arremangados hasta por arriba del codo. Como calzado usaba comúnmente alpargatas o chancletas.


El tabernero o el bolichero era considerado como un amigo, intervenía en las conversaciones. Jugaba el papel de confidente y hasta el de prestamista en algunas ocasiones. Si bien atendía detrás del mostrador, también circulaba alrededor de las mesas de sus parroquianos y como estos estaban entretenidos en una partida de naipes, les aproximaba las bebidas hasta allí. El consumo de ajenjo era inevitable. La costumbre del aperitivo o del café con coñac en las clases sociales pudientes no tenían diferencia con lo que consume el obrero, o el campesino en el boliche. El alcohol no era sólo una necesidad fisiológica. Era también un pretexto para la relación privada. Se olvidaban la fatiga y las angustias de la propia condición: el escaso salario o la situación precaria en que se vivía y sobre todo las añoranzas del país natal.


En la realidad y según los autores mencionados, el boliche, por lo menos en los primeros tiempos, fue considerado almacén, pulpería, despacho de bebidas y otros elementos de consumo ordinario. Si bien los términos parecen definir negocios similares, considero que la pulpería estuvo siempre ubicada en el campo; el boliche entró a las ciudades, en aquel entonces a los pueblos de la campaña.


Las pulperías, medio almacén o boliches, comenzaron a aparecer en los pueblos ya como despacho de bebidas y en el que se reunían los vecinos para "mandarse un trago" antes de ir "pa las casas". También fue el lugar de las partidas de naipes, de los cuentos y relatos de antaño alrededor de las toscas mesas y en donde se escuchaban tradicionales cantos muchas veces en idioma italiano, que empezaban al atardecer y continuaban hasta que la noche había adormilado al pueblo.


Los evocó nuestro poeta mayor Mario Vecchioli ( 2) .. "la humeante algarabía del boliche con vinosas canciones piamontesas"...


Rafaela, por la cantidad de inmigrantes italianos, no podía ser una excepción y en cada esquina había un boliche: en Carlos Pellegrini y 25 de Mayo don Maina tenía un respetable boliche al que yo iba a comprar caramelos o a hacer un mandado y me volvía con la tradicional "yapa" ( del quechua llapa, que significa añadir).


En la esquina de Maipú y 25 de Mayo, en Bolívar al 150 donde hasta hace poco estuvo el Club de Bochas, el de Rivadavia y Colón que era de Bianchini, el padre de Adelina B. de Terragni, donde después estuvo el Bar Pinerolo y el que estaba frente a la Estación del Mitre, medio fonda, almacén y boliche, y muchos más.


Alrededor de 1927, siendo intendente don Octavio Zóbboli se contaban 26 de estos bares, o boliches. Años después pudo haber más.


Daniel Imfeld en su libro sobre los piamonteses (3) describe al boliche, como el lugar donde los hombres esperaban a las mujeres mientras estas realizaban sus compras, las fondas, como la de "Pinerolo" que recordaba aquel lugar del Piamonte desde donde muchos habían venido...


El boliche no ocupó el sitio del arrabal, de las afueras, aunque alguno de ellos existió en los barrios más poblados. El boliche formó parte de la ciudad. Estaba en el medio, en el centro y era integrante del entorno social del pueblo.


García, opina que..."En el caso de los hombres concurrían con cierta frecuencia a los boliches locales -similares a las pulperías-, que se emplazaban en la intersección de los caminos rurales".7. Y más adelante señala: "En la zona rural ( ...) el gringo comenzaba a adoptar ciertos hábitos netamente criollos, al cobrar mayor relevancia las carreras cuadreras y riñas de gallos, durante las tardes domingueras y casi siempre en las adyacencias de los boliches existentes en los diversos parajes del distrito los cuales fueron conocidos. 8 Muchos de nosotros hemos escuchado las canciones que salían de estas esquinas y que empezaban al atardecer y continuaban hasta bien entrada la noche. En ellas se hablaba de Garibaldi, y de la tierra lejana.


Estaban llenas de nostalgia y de añoranzas.

Esta era una nueva forma de sociabilidad, una aproximación a lo que el pueblo podía ofrecerle, cuando dejaba la chacra y sus quehaceres campesinos. Pero no iba más allá porque conocía sus limitaciones. Estas se definían en la vestimenta, en el lenguaje, en su apariencia física.

No había casi ninguna forma de intercambio con la comunidad, con las personas que lo rodeaban; con las que compartía el vino y la mesa; que eran connacionales, con quienes entonaba las canciones piamontesas conocidas.


Pero más allá no había nada, ni siquiera una aproximación con los otros hombres. No había una actitud de articulación comunitaria, sino sólo una forma de continuidad o de enlace con las costumbres de la Italia peninsular.


Los habitantes de la ciudad, los que pertenecían a la ciudad urbana, no concurrían a los boliches. Había otros establecimientos de mayor categoría: bares o confiterías, el más antiguo de todos el Bar La Gloria en el que se gestaron, en reuniones eminentemente masculinas el nacimiento de algunos clubes que hoy existen en la ciudad, como el de Ajedrez Roberto Grau, el Club Atlético de Rafaela. En este ambiente se departía sobriamente sobre temas de actualidad, de cuestiones políticas sobre todo, y se elaboraban proyectos para el futuro. A estos encuentros asistían también hombres de otras nacionalidades, además de italianos, pero de distinto nivel cultural. Estos no hablaban el piamontés - que es un dialecto- sino el italiano o el toscano.


Existía un aislamiento cultural entre ambos grupos, que en lo único en que se identificaban era en su nacionalidad italiana. No había acercamiento alguno entre ambos. El hombre de campo vivía en y por la naturaleza y en contacto permanente con ella. El de la ciudad urbana estaba muy pocas veces en el campo, a lo mejor para una salida de caza o para un pic nic.

Existía una marcada diferencia que se evidenciaba en las actitudes.


Mientras aquellos mantenían bienes culturales o expresiones piamontesas, la "bagna cauda", el vino tinto, el dialecto, y la "verdulera" como instrumento musical del momento de la colonización, que acompañaba muchas veces sus cantos, estos otros, los del radio urbano, mantenían una postura "moderna" con una fractura casi completa -salvo en lo político- con la Italia natal, como queriendo eliminar las raíces europeas en su identificación con el nuevo país de adopción, y adoptando una actitud social que los llevó a integrar de inmediato el grupo de dirigentes políticos, de instituciones sociales y deportivas de la ciudad.


Esta marcada diferencia cultural en ambos sectores protagonistas se mantuvo durante décadas y se fue ampliando a medida que creció el grupo de la élite urbana.

Con el transcurrir del tiempo, más de una centuria, fueron desapareciendo gradualmente estas relaciones discordantes entre individuos de la misma nacionalidad, y el progreso material disolvió paulatinamente las diferencia e hijos, nietos y bisnietos de los primeros que llegaron han olvidado las situaciones primitivas de discordancia. Ha habido en ambos grupos, una asimilación mutua de valores culturales de la nueva nación, limándose desigualdades y asperezas.


La pulpería y a la vez posta en la llanura inmensa y el boliche del pueblo, fueron los lugares de encuentro y de comunicación entre connacionales. Este conjunto de individuos tenía ciertos elementos comunes que se manifestaban en su manera de pensar y obrar, generalmente alrededor de una ocupación real. A su vez esta ocupación ostentaba cierta forma de vivir: vestimenta, vivienda y otros elementos que fijaban su posición dentro de la estructura social. Pero no iba más allá.


1 Fernández, A.R. Prontuario Informativo de la Provincia de Santa Fe, La Minerva, 1896.

1 Garzón Tobías, Diccionario argentino. Barcelona 1910.

2 Vecchioli, Mario. El pueblo en Obras Completas, pág. 305 4 Furlong, Guillermo Sj Historia y bibliografía de los primeros rioplatenses, 1700-1850 Buenos Aires, 1955.

5 Cánepa, Luis. El Buenos Aires de antaño, Buenos Aires 1936.

6 Wilde, José Antonio Buenos Aires desde 70 años atrás, Buenos Aires, 1944.

3 Imfeld, Daniel. Los piamonteses en el este santafesino N° 1 de la Serie Rafaela en el Tiempo. Páginas de nuestra historia, pág. 16 Rafaela. Imp. Gutemberg, 1999.

7 García Lía Claudia. Historia Integral de Arequito ob. cit. pág. 75 8 Ibídem pág. 106.

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