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La leyenda del Inglés de los Huesos


Por Dr. Antonio Taboada, Cululu, Santa Fe

Enviada a través de LT9, Radio Brigadier Lopez de Santa Fe

Hace mucho tiempo atrás, alrededor de 1890, había un caballero inglés que viajaba periódicamente hacia el norte de la provincia de Santa Fe para comercializar hacienda vacuna.


En uno de esos viajes estableció una amistad con mi bisabuelo, Don Agustín Iriondo, propietario de estas tierras de la localidad de Cululu. Cuenta la leyenda que cuando el inglés pasaba por esta zona se hospedaba en esta casa y contaba con la hospitalidad del propietario, quien puso a su disposición el campo donde pastaban los animales de rodeo y la casa para que se hospedara.

Durante su descanso, el inglés tenía la costumbre de sentarse en un sillón hamaca donde pasaba mucho tiempo pensando en su amada esposa, quien residía en Londres, su tierra natal. Era muy alto, fuerte, rubio, de ojos muy claros.


Tenía muy buena relación con los peones, ya que muchas veces los ocupaba con la hacienda en tránsito. Por su personalidad, al poco tiempo se lo reconoció como una persona afamada, no sólo por ser extranjero sino también todo un caballero.

Un día el inglés no se presentó por la mañana. El personal de servicio entró a la casa para despertarlo o ver si necesitaba algo, ya que siempre se levantaba muy temprano. Al entrar se encontraron con un cuadro tétrico: el inglés yacía en el sillón hamaca muerto por un tiro en la cabeza del revólver que él siempre portaba.


En el escritorio encontraron dos cartas: una en la que se despedía de su amigo Don Agustín Iriondo, contándole que había decidido poner fin a su vida, y la otra era de su esposa, quien le decía que no podía seguir viviendo de esa forma y había encontrado otro hombre que le diera su amor.

La gente del campo no sabía qué hacer con el cadáver, ya que el propietario estaba en Santa Fe y al no poder comunicarse con él, decidieron enterrarlo en algún lugar cercano a la casa.


Nunca se supo cuál es el lugar exacto donde descansan los restos del inglés, ya que mi abuelo murió muy joven y su esposa Lucía nunca quiso hablar del tema.

A partir de aquel momento, surgieron numerosas leyendas entre la gente del campo. Una de las más conocidas es la del fantasma del inglés, que sale por las noches como una luz mala.


Su sillón aún continúa meciéndose solo, como si en verdad el inglés estuviera presente. Todo este cuadro crea un cierto recelo por la casa, no sólo en el personal de servicio que se negaba a entrar a la habitación o a pasar cerca del sillón, sino también en los propios peones, quienes no querían acercarse a la casa de noche por temor a que .el inglés de los huesos. se les apareciera.

Varios años más tarde, mi abuela, quien ya había enviudado, mandó a quemar el sillón-hamaca para apaciguar los ánimos del personal de servicio.


Durante mi niñez escuché esta historia muchas veces, no sólo de boca de mi familia sino también del personal del campo. Hoy ya han pasado más de cien años y el temor aún persiste en esta casa.

Hace más de tres décadas que vivo aquí y, para hacer honor a la verdad, no tengo temor alguno.

Pero, debo decir que me siento acompañado por alguien que muchas veces hace jugadas extrañas que yo atribuyo al .inglés de los huesos..

Lamentablemente, a pesar de que hablo con él a diario, ni siquiera conozco su nombre.

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