Enrique Mosconi (1877-1940)
Enrique Carlos Alberto Mosconi fue un militar e ingeniero civil argentino, conocido principalmente por haber sido pionero en la organización de la exploración y explotación de petróleo en Argentina. Ideólogo y primer presidente de la empresa estatal Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF).
Nacido en Buenos Aires el 21 de febrero de 1877, cursó estudios en el Colegio Militar de la Nación, al que ingresó en mayo de 1891. Luego asistió a la Facultad de Ciencias Exactas y Naturales y desempeñó el cargo de subdirector general de Arsenales de Guerra desde 1914 a 1918.
Luego de graduarse como ingeniero civil, se le reconoció como profesional militar pasando al arma de ingenieros. Durante su prestación de servicios viajó a Italia, Bélgica y Alemania donde realizó estudios para la construcción de la usina hidroeléctrica que funcionaba en Campo de Mayo.
También debemos recordar a Mosconí como pionero en el desarrollo junto a Jorge Newbery de la aviación argentina. Ya en 1920, con el grado de Coronel, Mosconi, es designado Director del Servicio de Aeronáutica del Ejército. La aviación evolucionó rápidamente, generando la necesaria disciplina, adiestramiento y preparación que permitieron un arma moderna conforme a las experiencias obtenidas en la Primera Guerra Mundial. Esta gestión de Mosconi puso a la aviación militar en un lugar preponderante en América Latina.
El Petróleo Argentino
Una mañana de agosto de 1922, Mosconi se enteró que la empresa norteamericana West India Oil Co., la única que vendía nafta de aviación, se negaba a suministrarla sin pago adelantado. El entonces coronel Mosconi entrevistó al gerente de la empresa, para ratificar la noticia. Al verificar la veracidad del asunto, Mosconi le replicó al gerente de la compañía extranjera según cuenta en su libro: “Advierta que el servicio Aeronáutico del Ejército no debe un centavo a su compañía; que se trata de una repartición militar solvente y dependiente del Ministerio de Guerra y que, por lo tanto, no sólo me sorprenden sus manifestaciones y su exigencia, sino que las considero impertinentes y no las acepto”. Más tarde comentará Mosconi: “Allí, en el mismo escritorio me propuse juramentándome conmigo mismo, cooperar con todos los medios legales para romper con los trusts”.
A partir de allí, el General Mosconi comienza la batalla por el Petróleo Argentino. El 16 de octubre de 1922, durante la presidencia de Marcelo T. de Alvear, fue nombrado Director General de de la incipiente Yacimientos Petrolíferos Fiscales (YPF), cargo que ocuparía durante ocho años, dedicando grandes esfuerzos para incrementar la exploración y desarrollo de la extracción de petróleo.
Los aspectos más significativos de esta gigantesca obra del General Mosconi se inician a partir de su designación como Director de YPF, cuando impulsó la exploración de las áreas potencialmente ricas, su extracción, industrialización, almacenamiento y distribución. De recibir una empresa incipiente, en 8 años la transformó en la más importante de Latinoamérica.
Durante ese lapso rompió con la dependencia que imponían los “trust” internacionales, tales como la Standard Oil y la West Indian Oil Co., filial de la primera nombrada. A esta actividad, Mosconi la denominó “independencia integral” y lo impulsó a expresar que “los grandes trust son organizaciones insaciables, difíciles de dominar una vez que han tomado de las tierras y se les ha acordado facultades y derechos”.
YPF recibió un monto indicial de 8 millones de pesos de parte del Gobierno Nacional, y desde ese momento fue autosuficiente, financiándose a sí misma con las ganancias provenientes de la extracción de petróleo y, por supuesto, sin préstamos ni inversiones extranjeras. En 1925 Mosconi consideró la posibilidad de una sociedad mixta estatal y privada pero, a raíz de su experiencia en YPF, en 1928 se retractó al expresar:
«No queda otro camino que el monopolio del Estado pero en forma integral, es decir, en todas las actividades de esta industria: la producción, la elaboración, el transporte y el comercio […] sin monopolio del petróleo es difícil, diré más, es imposible para un organismo del Estado vencer en la lucha comercial las organizaciones del capital privado.» General Enrique Mosconi
También realizó la siguiente declaración en cuanto a la incompatibilidad del capital estatal con el privado:
“Dos organizaciones, la fiscal (estatal) y la privada, no pueden coexistir, pues representan intereses antagónicos, destinados a vivir en una lucha de la cual sólo por excepción saldrá triunfante la organización estatista. Para asegurar para nuestro país la riqueza petrolera debe encararse a fondo la cuestión, siendo ello imposible de lograr mientras el Estado no monopolice íntegramente la explotación de sus yacimientos.”
Consecuente con su obra petrolera, creó polos de desarrollo en diferentes zonas del país, particularmente en nuestra Patagonia y en el noroeste argentino. Así fue como nacieron localidades que llevan su nombre a las cuales el propio Mosconi se encargó de darle el mayor bienestar posible, tales como escuelas (primarias y de artes y oficios), hospitales, cooperativas de vivienda, clubes deportivos, centros productores de alimentos de primera necesidad (panaderías, etc.), farmacias, servicios médicos y odontológicos, comedores; baños públicos, etc.
En síntesis, una concepción y una obra destinada al bienestar del personal afectado a la explotación petrolera y al pueblo en general.
Esta Justicia Social llegaba a través de la Independencia Económica por la cual Mosconi luchó y pudo ver realizada con YPF. Sin embargo, existían argentinos vendidos a los intereses de los monopolios extranjeros, por eso el «General Petróleo» se expresaba en rechazo hacia estos»cipayos», a quiénes les dedicó estas palabras:
«Resulta inexplicable la existencia de ciudadanos que quieren enajenar nuestros depósitos de petróleo acordando concesiones de exploración y explotación al capital extranjero, para favorecer a éste con las crecidas ganancias que de tal actividad se obtiene, en lugar de reservar en absoluto tales beneficios para acrecentar el bienestar moral y material del pueblo argentino. Porque entregar nuestro petróleo es como entregar nuestra bandera.»
Mosconi administró eficientemente YPF y, al mismo tiempo que establecía una gran empresa petrolera, comenzó a combatir la presión política de los dos gigantes de la explotación de hidrocarburos: la holando-británica Royal Dutch y la Standard Oil del estadounidense John D. Rockefeller. Esto lo hizo, no solamente en Argentina, sino en viajes por el continente, impulsando la organización «Alianza Continental» con el objetivo de unir América Latina en defensa del petróleo.
Mientras Mosconi realizaba en América Latina la difusión de tesis de la nacionalización y monopolización del petróleo, en la Argentina durante el segundo gobierno de Yrigoyen, la explotación exclusiva por el Estado era defendida por la gran mayoría de los legisladores yrigoyenistas, enfrentados a los “antipersonalistas” (alvearistas y socialistas) y a los conservadores.
Mosconi quería una ley para nacionalizar los yacimientos, que veía difícil con la composición del Congreso en 1928. Esa herramienta sería “una valla infranqueable a los avances de empresas que, como la Standard Oil en el norte, inicia y consolida sus conocidos sistemas de penetración y amenaza perturbar nuestro futuro económico y, por consecuencia, nuestra situación política”, según sus propias palabras.
Esta anhelada Ley de Nacionalización del Petróleo tenía como cabeza el pedido de los generales industrialistas, pero sobre todo nacionalistas, Baldrich y Mosconi quienes solicitaban la implementación de los siguientes puntos:
“Nacionalización de todo el combustible, Monopolio estatal de la explotación, Control estatal de la exploración, Monopolio estatal del transporte del combustible, Autonomía de YPF, Prohibición de transferir las concesiones.”
Dicha ley había obtenido la media sanción de la cámara de diputados en el año 1927, quedando pendiente el tratamiento en el Senado. El 7 de septiembre de 1930, tres años más tarde y luego de sucesivos rechazos del senado, debían realizarse las elecciones en Mendoza y San Juan, donde el yrigoyenismo tenía grandes probabilidades de ganar 6 senadores. Estos senadores hubieran significado la rotura de la mayoría conservadora en la Cámara alta, con lo cual se hubiese logrado la aprobación de la ley de nacionalización del petróleo, asegurando la exploración, explotación y transporte para el monopolio estatal. Lamentablemente, un solo día antes, el 6 de septiembre de 1930, tuvo lugar el mencionado golpe de Estado «con olor a petróleo yanqui».
Mosconi y la década infame
Con el golpe del 30, Enrique Mosconi renuncia a sus cargos porque no quería trabajar para un gobierno golpista antidemocrático. Además, José Félix Uriburu era un hombre sin humor pero supo protagonizar un acontecimiento tragicómico. El Capitán Parodi había llamado a Mosconi para notificarle el nacimiento de su hijita y que se iba a realizar el bautismo en la iglesia tal, a la hora tal, del día tal y que el querido amigo Mosconi había sido designado padrino de la nena. La comunicación se hizo por vía telefónica. A las dos horas eran allanados los domicilios de Parodi y Mosconi y detenidos ambos altos oficiales. Comprobado que el bautizo, la niñita, la iglesia y el padrinazgo no significaban un «estallido revolucionario» con un jefe carismático al frente, los dos presuntos conspiradores fueron liberados.
Un año más tarde, en 1931 el presidente Agustín P. Justo designó a Mosconi Director de Esgrima y Tiro del Ejército, que no era otra cosa que un demérito encubierto, mediante el cual quedaba relegado a un papel meramente protocolar.
En 1933 Mosconi sufrió un ataque de hemiplejía que soportó a lo largo de siete años. El 31 de diciembre de ese mismo año fue retirado del servicio activo del Ejército con el grado de general de división. Ya retirado de su vida profesional y pública y mientras libraba una dura batalla por su vida, testimonió su obra al servicio del país en su libro “El Petróleo Argentino – 1922-1930”.
Condenado al ostracismo político, Enrique Mosconi falleció el 4 de junio de 1940. Al momento de su deceso, en su cuenta personal del banco de la Provincia de Buenos Aires, tenía un saldo de $ 9,90 y la casa, que compartía con sus dos hermanas en la calle Aráoz 2592, adquirida con un préstamo del Banco Hipotecario Nacional, se encontraba hipotecada por falta de pago de cuotas.
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