El Boliche de Luján o
Por: Luis Luján Mail: luislujan75@gmail.com
Existió entre 1970 y 1996. Allí estuvieron amasando una inmensidad de sueños Elba, Santos, Luis, Eduardo, Guillermo y Fernando.
Atendía las 24 horas y fue, durante mucho tiempo, parada obligada de los viajeros que circulaban desde Buenos Aires a Paso de los Libres o viceversa o a cualquier otro lugar del continente. No sé a qué loco se le ocurrió el nombre, pero lo cierto es que allí estaba: Ceibas City.
Infinidad de personas y personajes pasaron por este lugar. María Esther de Miguel, la novelista de Larroque, le tocó quedarse una noche en el boliche por causa de la creciente que había cortado el camino a Zárate, de ripio en esos tiempos. Esa noche, el bar de luz amarillenta alojaba troperos que arriaban ganado hacia tierras altas, camioneros varados, también por el agua, y gente del pueblito que acortaba sus días en esa lujuria de Caña Ombú, naipes y vino con naranja.
La escritora aprovecha la noche que le tocó pasar en ese ambiente y escribe allí el cuento .Ceybas City. que luego publica en el Suplemento Literario del diario La Nación de Capital Federal en julio de 1977.
Describe en ese cuento nuestro bar: .Tras la puerta del boliche aguardan denso humo, la mortecina luz de tres bujías 40 kilowatios, trasnochados lugareños. Encima del amplio mostrador, leo: Ceybas City. En la pared, un poster dice: .No te laves las manos/ el país te necesita., sonríe el equipo Mundial 78 y ofrece su mejor sonrisa una opulenta Sofía Loren. A mi turno, con arreglo a los hábitos comarcanos, pido ginebra, y me desplazo hacia el rincón opuesto donde veo a un grupo empeñado en los naipes. Truco, sin duda. No sé jugar pero me atraen esos rostros curtidos que se inclinan sobre grasientas cartas o llevan a sus labios la copa de caña o vino con sistemática periodicidad, mientras sonoras pullas cruzan el aire en ese rincón favorecido por contrastes de luz y sombras y que parece rodeado de espíritus…..
A partir de esa noche y de ese cuento, María Esther de Miguel fue clienta inflexible del boliche, cada vez que venía a Larroque, o volvía a su residencia en Buenos Aires y en una de aquellas visitas nos dejó: .Para la linda gente de Ceybas City a quienes debo más de un buen vaso de vino y muchas sonrisas…
La lista de famosos que allí pararon es interminable si nos ponemos a enumerar. Sólo por nombrar algunos de los que dejaron su firma y su pensamiento en el viejo cuaderno de autógrafos: Mariano Mores, Abelardo Dimota, hombre de acordeón en mano, Víctor Velásquez; triste porque en un accidente en la Ruta 14 cayó arriba de la guitarra y la partió en veinte pedazos. Osvaldo Terranova, Alfredo Zitarrosa, Teresa Parodi, Luis Alberto Spinetta, Miguel Cantilo, China Zorrilla, Antonio Tarragó Ros, Rodolfo Regunaga, Argentino Ledesma, Alfredo Barbieri, Raulito Barbosa (con su acordeón mágico tocando El Tren Expreso), el Indio Bares, Roberto Romani, Héctor Larrea, José Curbelo y Jorge Sobral, entre otros tantos y tantos.
Sobre una de aquellas mesas, en tenida nocturna de vino y guitarra, el notable poeta Ricardo Maldonado, galarceño, director de la revista El Tren Zonal, dibujaba este poema que luego integraría el libro Cuerda y madera: .Cuerda y madera, Luis de aquel ñancay/ del angelito sacro en las tormentas,/ panteón del algarrobo y la creciente/ desarbolando cajas en bandadas,/ reliquias de una rica desnudez/ las alas por el suelo disolvieron/ la vela de los pobres, papelitos/ y ese tufo de nutria y de pescado,/ y ese hollín de los montes que fundieron/ matreros por doquier, madera y cuerda..
Párrafo aparte para los locos que nos alegraron la vida en esos tiempos. Los itinerantes como Pastelón Traba, y otros que de tanto estar se mimetizaban en el ambiente y uno nunca sabía si estaban o se habían ido: Pulga Frita se plantaba en la puerta del boliche con su metro y medio de estatura y decía: .No he venido a armar contienda/ más si alguno me provoca/ le voy a tapar la boca/ con algo que no es pañuelo/ y va a rodar por el suelo/ igual que víbora loca…..
Rafael Elena Lemes a las cinco de la madrugada pedía su desayuno (ginebra), y empezaba con su interminable seguidilla de dichos. Raúl Lobaiza, Toroco, Travolta, Rogelio Chávez, antes de que Pitina, su compañera de siempre, le diera aquellas ocho puñaladas que lo mandaron al hospital y a ella presa. Rogelio, el gran rengo, emblema del amor incondicional. Cuando Pitina salió de la cárcel, él la fue a buscar con renguera y todo para que ella no tuviera que cargar el bolso. Palito Ferreyra, Melé, Eufemio Cepeda había aprendido el difícil oficio de hablar sin sacarse el cigarro de hoja de la boca, el Chancho Vicente, Piluncho Amarillo, Juanillo Telechea, Sanibal, Tuta García, Palenque, compró un reloj y cuando le preguntaban la hora, le mostraba el reloj y decía: fijate con tus propios ojos…
Matildo, Pava Loca, Riverito, Carancho Bayo Castrillón, Carlitos Blasich, la Chola, Ramona Chávez, hermana de Horaldo, de Rogelio y la Severa, el gringo Carlos Buch, herrero que funcionaba con dos litros diarios de combustible Tres Plumas, Tito Castel, el Capataz del Cardal, con su saludo habitual: .óigasele las víboras moras de orejas encanutadas… vos que sos tan picadora, por qué no picas ahora….. O decía: .Me gusta su chiripá por que no junta flechilla.. Macho Barro y Susana, La Juanita, el Negro Suárez, último representante de un trabajo que se comió el progreso: .guardahilo, la Cascarria, Hugo Ramos, Carlitos ábrego, los Broggi en los fines de semana cuando llegaban en pelotón. Perejil, Gallina con sed, Brazo Corto, Salvador Chávez, el Flaco Amarillo, animalito de Dios, comilón de tallarines por fuente, Chochi, el Nútrio Carmona, Pluto, el Lobo García, Fatiga, personaje de Gualeguay, mecánico que estuvo dos años borracho, sin refrescarse, porque al tiempo de volverse a su ciudad lo vi y lo saludé pero no se acordaba de mí, ni de haber estado en Ceibas en algún momento, Diego Frare, el Chivo, Peralta, el Negro, Roberto Olano, Manco Tica, el Correntino Fernández, el Chulo, Pelusa Suárez, el Malevo, Lalo Basín, Perro Moro.
El Tío Yiyo que tomaba catorce litros de vino diarios para no desentonar, Machito Cepeda, Panza é bola, Albérico Roldán, el Petiso García, Lechuza, Rito Ramón Carmona, Engenzrreter, el Gringo, buen maquinista en sus primeros tiempos, pésimo en los últimos, cuando se cayó con una motoniveladora al Río Paranacito y dijo que la había metido ahí para lavarla. Juan Procura, Cloro Migueles con su ascendiente africano y esa manera pausada de hablar y de andar, cierto invierno, no le creyeron que tenía un cuadro de casamiento y fue a buscarlo, dos leguas y media a caballo. Capón Loco a quién el humorista gráfico Kuad reflejó en una bella página. Kuad no es otro que el gran conocedor de la zona y comisario en otras épocas, Héctor Adón.
El Doctor Basín. Burgos, el panzón, Beto Maidana, bolichero y cantor, pero, qué fiero cantaba ¡por Dios!, y como bolichero tenía una rara fobia: no le gustaba servir vino y se enojaba mucho cuando se lo pedían, cosa que sucedía cada diez minutos. Azotaba el trapo de limpiar el mostrador y golpeaba el vaso. Muchas veces lo rompía y tenía que traer otro. Cantaba fierazo y además no se le entendía lo que cantaba. Roque Amarillo. Nieves Quirino Goró. Poxipol. Adolfito de la Cruz, Dorita Mora, Tijera é sastre, Carau, Marcial Godoy, Papa Hervida, Corcho, Pepe Díaz, Isabelino Tesuri. Honorio, .el maistro., la Calandria, Manteca, Taza mocha, Huesito Cepeda, la Julia, Gonzalito que un día entró y vio algo contra la pared tapado con una bolsa.
No pudo con la curiosidad, fue y lo destapó. ¡Ay Hermano! era el perro Ciclón, ovejero alemán que descansaba plácido y cuando Gonzalito le sacó la bolsa, Ciclón gruñó y le mostró una dentadura como de ochenta dientes y este loco reculó, blanco y tembloroso, pasado el peligro comentó: .Pero qué susto se pegó el perro..
Ellos eran algunos, sólo algunos, de sus concurrentes.
Así era el boliche. Todos mezclados, contentos y amargados, en un despliegue de belleza insolente donde no hubo, donde no hay, donde no habrá quien lo niegue, allí, donde todos fuimos señores.
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