Cinco amigos se unieron para restaurar el reloj del campanario de Sastre
El aparato, de una exquisitez mecánica asombrosa, se estaba deteriorando. El equipo, al que cada uno aporta alguna habilidad, quiere hacerlo andar en Navidad. 04:00 hs - Domingo 22 de Noviembre de 2020 Saber la hora del día nunca fue tan fácil. Está en los relojes pulsera, para quienes todavía los usan. Está en los de pared, en las cocinas o los comedores, si todavía están. La dice la radio, la muestran la televisión, los celulares y las computadoras, apenas se encienden. Pero mirar la hora que te da el campanario en la iglesia del pueblo tiene un plus, una emoción especial. Es como si "esa" hora, y no otra, te la estuviera dando, simbólicamente, Dios.
Claro está, las máquinas no son “divinas”. Las hacen los humanos, y como a sus hacedores, les cabe el paso del tiempo, se deterioran, se arruinan y hasta pueden dejar de funcionar. Pero a diferencia del Homo Credens, ellas tienen la enorme posibilidad de ser reparadas, recuperar su esplendor, “rejuvenecer”, volver a ser las de antaño. Y a esa empresa, la de reparar a nuevo el reloj del campanario del pueblo, se lanzaron cinco vecinos de Sastre y Ortiz, o simplemente Sastre, ciudad del departamento San Martín ubicada a 208 kilómetros al noroeste de Rosario.
Estos cinco locos lindos, amigos entre sí, amantes de la mecánica, la tecnología y la producción manual, decidieron poner manos a la obra y revivir la máquina que comenzó a funcionar hace casi 70 años, que tiene 1,8 metro de diámetro y se levanta a 30 metros del suelo, en el campanario de la parroquia San José.
Se bautizaron a sí mismos como “Los Amigos del Reloj”, y cuentan para esta aventura con el apoyo del municipio y de comercios locales. La intención es tenerlo funcionando a pleno para la Navidad.
¡Hay equipo! Miguen Ángel “Roly” Peretti tiene 59 años, egresó como técnico óptico del Instituto Politécnico de Rosario. Viene de familia de relojeros y joyeros, y le tocó, en 1986, hacer una intervención sobre el reloj de la San José junto con su padre Miguel Ángel Gabriel. “En aquella ocasión intervenimos sobre la rueda de escape y el áncora. La primera es una rueda de unas cuatro pulgadas que es la que le marca al aparato los segundos. El reloj no tiene segundero visible, pero la rueda de escape es la que le marca el pulso, es como el corazón del reloj. Y el áncora es la que trabaja con el péndulo, la que hace que el reloj no se detenga”, explica el especialista.
Por sus conocimientos y este antecedente de haber manipulado ya el reloj, fue seguramente que lo convocó José Giorda (61 años) mecánico, chapista, reparador de autos antiguos y verdadero mentor del proyecto. Después se sumaron José María Bossa (55), un idóneo en trabajos manuales y de precisión, y Luis Emilio Blanco (51). Éste último, además de aportar sus habilidades, será el encargado de documentar todo lo hecho, explicar con detalles las características del lugar y del mecanismo, además de historiar el recorrido mismo que hizo la máquina desde que salió de Rosario, a mediados del siglo pasado, para instalarse en aquel pueblo distante.
El último en incorporarse fue y el electricista Héctor Minetti (56), hombre clave para manipular todo el sistema de suministro energético, que es con lo que realmente funciona el mecanismo. Los cinco dijeron: “¡Hay equipo!”. Y se pusieron a trabajar.
La intervención La restauración se divide en dos partes, explicó Peretti. “La primera es la reparación del habitáculo, de apenas un metro cúbico. Estamos sacando los vidrios para acondicionar el cuadrante, quitaremos las masillas y los pegaremos con siliconas, que son más resistentes y duraderas. A esto sumamos la limpieza y la remoción de la pintura, mientras trabajamos sobre los ejes que llegan a los cuadrantes y esferas, y en el sistema de distribución”.
Y con respecto al reloj propiamente dicho, afirmó: “Primero hicimos la reparación eléctrica, porque la máquina funciona con esa energía. Después iremos sobre el mecanismo, que está funcionando mal, pero en condiciones de hacerlo perfectamente”.
También tienen la idea de pintar e iluminar la habitación donde se encuentra el reloj, con la idea de realzarlo, ponerlo en valor, darle la jerarquía que merece.
Para ello tuvieron que hacer una minuciosa investigación sobre la máquina y sus características, porque no contaban con planos ni instructivos. Por eso mismo quieren dejar asentado todo lo que aprendan, repongan y dejen a punto.
Demasiados escalones El otro obstáculo es llegar hasta el habitáculo, elevado a 30 metros de la base de la parroquia. “Hay que subir en total 86 escalones, hay una primera escalera de cemento. Después es necesario seguir por dos escaleras caracol hasta la base del campanario, y por último elevarse unos nueve metros más por una escalera aérea y riesgosa. Necesitamos subir con las manos libres para poder apoyarnos, las herramientas y los instrumentos de trabajo los trasladamos en mochilas, además de proveernos con un balde que llega desde la base”, cuenta Peretti. Y advierte: “No nos podemos olvidar de nada, porque cualquier distracción nos obligaría a desandar todo el camino, volver a hacer el ascenso, y todo eso es muy engorroso, además de ralentizar el trabajo”.
Lo cierto es que están bastante avanzados. Comenzaron el 15 de agosto y quieren tenerlo para Navidad, una fecha cargada de contenido religioso en la que la obra adquiriría un doble simbolismo. Pero tienen que tener en cuenta los obstáculos con los que se podrán ir encontrando cuando tengan el reloj desarmado.
“Es un mecanismo maravilloso, tiene piezas traídas del exterior que quizás ni siquiera hoy se fabriquen en el país, y que siguen inertes desde hace casi 70 años. El reloj funciona, lo que pasa es que lo está haciendo mal. Se para, pero puede funcionar a la perfección”, resalta Peretti, entusiasta.
De Rosario a Sastre “Los Amigos del Reloj” hacen un racconto del derrotero que llevó a esa joya desde Rosario a Sastre. La máquina fue fabricada _más bien ensamblada, creen ellos_ por Luis Verstraeten, dueño de “Relojería Sudamericana”, una fábrica de relojes públicos ubicada por entonces en 3 de febrero 539, un edificio del rosarino barrio barrio Martin, declarado hoy patrimonio urbano y arquitectónico de la ciudad.
El propietario era un belga que se radicó en Rosario en 1923, quien importaba relojes y campanas desde Europa (Alemania y Francia, más que nada) para instalar en iglesias.
Un paso importante en la investigación de los sastrenses fue poder ubicar a un ayudante del fabricante, que vive en San Marcos Sierra, localidad ubicada a 150 kilómetros de la ciudad de Córdoba en el departamento Cruz del Eje, en la provincia mediterránea, y que además conoce el reloj de Cañada Rosquín, igual al de Sastre.
El aparato, cuentan, fue donado a la parroquia por el empresario Marcelo Mussini, dueño de la ex Fábrica Sastre. Luego de la remodelación del inmueble parroquial, en 1949, el reloj se instaló por encima del campanario y comenzó a funcionar dos años después. Cuentan en Sastre que el benefactor falleció antes de que giraran las manecillas del mecanismo.
“No sé si hoy se fabrican piezas de tal calidad y precisión, el aparato no tiene casi desgaste, es una verdadera reliquia”, cuenta el óptico. Luego vendría la restauración de 1986 en manos de Peretti padre e hijo, y el último registro que se tiene es el de una remodelación del campanario en los 90.
El reloj siguió funcionando, pero Giorda advirtió en los últimos tiempos que lo estaba haciendo mal, y entonces decidió convocar a los viejos amigos, cada uno con una habilidad y un conocimiento, para formar este equipo al que toda la ciudad mira.
A nuevo Los restauradores afirman que el sitio estaba muy deteriorado por el paso de las décadas y porque prácticamente, más allá de la intervención del 86, carecía de un mantenimiento constante y sistemático. Hicieron entonces el relevamiento para poder establecer a priori cómo andaba, cuáles eran los movimientos de las pesas, los parámetros de funcionamiento, y dejar en claro que todo quedaría debidamente documentado.
Por supuesto, Blanco armó un perfil de Instagram y un muro de Facebook propio, “Los Amigos del Reloj”, con abundantes fotos, información, donde puede leerse un primer informe de situación: “Luego de varias reuniones de evaluación comenzamos las tareas y proyectamos las mejores alternativas de restauración para cada parte que compone el reloj de la Parroquia San José. Limpieza, recambio de instalaciones eléctricas, remoción de pintura y reemplazo de vidrios rotos se suman a la tarea de restauración de la máquina, el sistema de distribución, manecillas y cuadrantes. Hoy continuaremos subiendo al recinto superior los vidrios nuevos que reemplazarán a los dañados por el paso del tiempo. Tormentas, dilatación y hasta un impacto de bala, entre las causas de las roturas. ¡Gracias por los buenos augurios y adhesiones al proyecto!”
“El Rey nunca se equivoca” Entre otras curiosidades, los emprendedores descubrieron que el IV romano, el que marca las 4 de la madrugada, las 16 y los 20 minutos, estaba invertido y reemplazado por el VI (seis). Como la ubicación era inequívoca y no se veía con claridad desde tan lejos, el detalle pasó inadvertido durante casi 70 años. Lo restauradores piensan corregirlo, pero respetando ciertos parámetros presuntamente impuestos por la Iglesia Católica en algún momento de su larga historia.
“Ocurre que el IV simbolizaba a un dios pagano, Júpiter, y por pedido de la Iglesia fue sacado de los relojes de los campanarios. Por eso es muy común ver en Europa que el IV es reemplazado por el símbolo IIII, cuatro unos consecutivos, que no se condicen con la simbología románica pero que fueron aceptados por arquitectos y fabricantes”, dice Peretti.
En Rigor, esa es una de las tantas teorías respecto del caprichoso modo de denominar al 4 romano. También se le atribuye al rey Carlos V de Francia haberle encargado al relojero Henry de Vick, en 1370, la confección de un reloj para la torre del Palacio Real (actualmente conocido como “La Conciergerie”). Cuenta la historia que el monarca reprendió al artesano por poner el IV y no un IIII. Cuando de Vick le dijo que así era como se escribía, Carlos V le respondió: “El Rey nunca se equivoca”.
Otra teoría de origen monárquico, aunque sin precisiones históricas ni geográficas, da cuenta de que un relojero fue mandado a ejecutar por un rey europeo luego de haber usado los cuatro I en vez del IV, y que por eso, a modo de protesta, todos los relojeros decidieron utilizar esa modalidad.
Pero la explicación más extendida, y difundida por el Instituto Británico de Relojería, es la estética. Los cuatro caracteres IIII crean una simetría visual con su opuesto en la esfera, el VIII, también de cuatro dígitos, que el IV no consigue. Asimismo, se dice que se utiliza así para generar una proporcionalidad entre los I (del I al IIII) los V (del V al VIII), y los X (del IX al XII). Y que el IV es más difícil de leer por su posición en la esfera del reloj. Sea como fuere, este será el criterio que seguirán en Sastre, donde ya están armando y pintando el nuevo símbolo.
Campanadas Blanco, por su parte, comentó a La Capital que el objetivo del equipo de trabajo es devolverle la sonoridad mecánica al campanario, es decir, revincularlo con el reloj, ya que hoy está desconectado y vinculado a una computadora de la sacristía. Tendrán que reponer los badajos, que fueron retirados, y lograr que la conexión sea mecánica, para volver a funcionar como antaño. Todo esto, bajo la mirada del padre Alejandro Bovero, cura párroco de la iglesia San José, quien autorizó los trabajos y los sigue de cerca.
Luego de esta intervención, los amigos se dedicarán a hacerle mantenimiento al reloj, lo que tanto le faltó, para evitar roturas que a la postre resulten irreparables o mucho más onerosas. “La gente no se da cuenta de las cosas hasta que faltan y es quizás ahí dónde uno toma conciencia de algo que tiene y que durante tantísimos años no le dio la importancia que merece”, razonó Giorda. “Los Amigos del Reloj” ya pusieron manos a la obra. Los espera la Navidad. Dios, el cura y el pueblo, satisfechos.
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