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  • Foto del escritorMuseo Negro

MONTONEROS Parte 1

Actualizado: 24 may 2021


Montoneros fue una organización guerrillera argentina de izquierda marxista que sin embargo se autodefinió como peronista. Eso la diferenció de otras organizaciones político-militares (que surgieron entre los años 1960 y 1970), y que sólo reconocían un origen común en el marxismo. Sus miembros se referían a ella, por lo general, como «la Orga».

Sus objetivos iniciales fueron la resistencia contra la dictadura autodenominada «Revolución Argentina» (1966-1973), el retorno al país de Juan Domingo Perón y la convocatoria a elecciones libres y sin proscripciones. Luego de que fuera restablecida la democracia y asumiera el presidente electo Héctor José Cámpora el 25 de mayo de 1973, sus acciones políticas, legislativas, culturales, periodísticas, sindicales, barriales, solidarias, etc. se dirigieron a la instauración de un «socialismo nacional», al que consideraban la evolución natural del peronismo.

A partir del asesinato del dirigente sindical José Ignacio Rucci (septiembre de 1973), atentado que la organización no se adjudicó, aunque todo indica que fue responsable, este hecho produjo un rechazo cada vez mayor de Perón y por tanto del peronismo, llevándolos a un gradual aislamiento. Pocos días antes, Perón afirmaba en un reportaje: “No hemos conducido nunca el movimiento en una forma rígida ni ajustada […]. Yo permito todo en el movimiento […]. Tenemos hombres de extrema derecha y tenemos hombres de extrema izquierda” ​, lo que no implicaba, según el propio Perón, aceptar la "lucha de clases".​


La conducción de Montoneros decidió volver a la clandestinidad, el 6 de septiembre de 1974.​ Un año después, el 8 de septiembre de 1975, fue declarada ilegal y terrorista por el gobierno constitucional de María Estela Martínez de Perón.


La organización fue posteriormente desarticulada por la última dictadura cívico-militar, la cual derrocó a Martínez de Perón el 24 de marzo de 1976 y se mantuvo hasta 1983.


Orígenes y fundadores

Las raíces tempranas del movimiento se pueden encontrar en la década de 1960, en la confluencia de militantes de agrupaciones católicas, como la Agrupación de Estudios Sociales de Córdoba, el Ateneo Santa Fe​ y otras agrupaciones de Buenos Aires, Santa Fe y Córdoba (como el "Grupo Reconquista" de Roberto Perdía, el "Grupo Sabino", de José Sabino Navarro y Carlos Hobert, y el "Grupo Fundador", de Fernando Abal Medina y Carlos Ramus (en Capital), de Emilio Maza e Ignacio Vélez (en Córdoba), e Ignacio González Janzen.


​Desde dichas vertientes se perfilaron grupos que se afianzarían junto a la militancia católica de jóvenes de clases medias y altas, cuyo órgano de prensa aglutinante era la revista nacionalista "Azul y Blanco" dirigida por Marcelo Sánchez Sorondo y Ricardo Curutchet y cuyo secretario de redacción desde 1966, fue Juan Manuel Abal Medina. Luego, estos jóvenes tuvieron un punto de encuentro en la revista Cristianismo y Revolución, dirigida por Juan García Elorrio, y a partir de allí se conforma el Comando Camilo Torres, que sería el antecedente inmediato de Montoneros.


Entre 1968 y 1969, según relata Ignacio Vélez Carreras: “hicimos numerosas operaciones de recuperación de armas y uniformes. En realidad sólo pensábamos en montar el aparato. Desde un tiro federal, policías sueltos, varios destacamentos policiales, una guardia militar y otros. […] Era tan fuerte la conciencia del destino manifiesto del grupo, tan clara la decisión, que el Cordobazo nos pasó de lado. […] En esa época no teníamos ninguna relación con el Partido Justicialista, al que nunca estuvimos afiliados ni participamos en sus estructuras locales. En realidad sentíamos por el PJ un profundo desprecio”.


Desde el análisis de Lucas Lanusse, en su libro Montoneros. El mito de sus 12 fundadores (Buenos Aires, Javier Vergara Editor, 2005): "Ni el peronismo revolucionario, ni el antiimperialismo y el ejemplo de la Revolución Cubana, ni el catolicismo renovador alcanzan para explicar el surgimiento de Montoneros y el resto de las agrupaciones armadas a comienzos de la década de 1970. Fue necesario además el clima contestatario que supo conseguir en pocos años el gobierno del General Juan Carlos Onganía" (pág.68).

Para un régimen autoritario que se pretendía nacionalista y católico, no dejó de convertirse en un desafío las nuevas posiciones de la Iglesia católica en el Concilio Vaticano II; “cuando la Iglesia reconoció las opciones pluralistas de la fe en cuestiones sociales y políticas y abandonó algunas de las formulaciones ideológicas conservadoras”.


Ideología

Para muchos jóvenes, la lucha contra la dictadura de Onganía implicaba asumir una identidad “peronista”,1011​ como máxima expresión opositora. Significaba también una crítica generacional a sus propios padres, de familias tradicionalmente conservadoras y anti peronistas (los peronistas los tildaban despectivamente como “gorilas”).


Hacia fines de la década de 1960 fueron alineándose con el peronismo revolucionario, que se definía como nacional, popular y anti-imperialista, y pretendía fusionar elementos de la doctrina peronista con el marxismo latinoamericano revolucionario, del Che Guevara y de Fidel Castro.


También recibieron fuertes influencias desde el Movimiento de Sacerdotes para el Tercer Mundo. Varios fundadores de lo que luego se transformaría en una organización armada se conocieron cuando eran seguidores del sacerdote tercermundista Carlos Mugica. Una de las máximas que aglutinaba a estos jóvenes correspondía al sacerdote Camilo Torres Restrepo, precursor de la unión entre católicos y marxistas: "el deber de todo cristiano es ser revolucionario, y el deber de todo revolucionario es hacer la revolución" .


Autodefinidos como una vanguardia armada (inspirados en el “foquismo”, con la creencia que podían llevar la situación general a una “etapa revolucionaria”) y utilizando consignas como “Perón o muerte”, Montoneros se asumió como organización político militar y fue encabezada por Fernando Abal Medina, Carlos Gustavo Ramus, José Sabino Navarro, Emilio Maza, Carlos Capuano Martínez, Mario Firmenich y Carlos Hobert, entre otros


“Montoneros”

El nombre “Montoneros” resaltaba la continuidad histórica con los caudillos del interior argentino en el siglo XIX y las “montoneras” originales, del "Chacho" Peñaloza y Felipe Varela, y establecía así una línea política nacionalista, antiimperialista y federal que la hacían partir de José de San Martín y las guerras de la independencia, pasar por los caudillos y Juan Manuel de Rosas y desembocar en Perón. Inclusive, en las primeras épocas de la organización guerrillera, varios de sus comandos operativos (Unidades de Combate) adoptaron circunstancialmente el nombre de esos caudillos para firmar sus “partes de guerra”. Esta práctica se abandonó cuando sus militantes comenzaron a caer en combate y los comandos firmaban entonces con los nombres de los compañeros muertos.


Otros dirigentes notorios fueron Julio Roqué, Dardo Cabo, Marcos Osatinsky, Roberto Quieto, Horacio Mendizábal, Raúl Yaguer, Roberto Perdía, Fernando Vaca Narvaja, Rodolfo Galimberti, José Pablo Ventura, algunos de ellos provenientes de la organización Descamisados y otros de las Fuerzas Armadas Revolucionarias o «FAR», una organización armada nacida de la fractura del PC argentino, la cual trocó su ideología marxista-leninista original por una más próxima al peronismo combativo, hecho que condujo a su fusión con Montoneros el 12 de octubre de 1973.


El 7 de septiembre de 1970, en William C. Morris, provincia de Buenos Aires, fueron muertos en un enfrentamiento Fernando Abal Medina y Carlos Gustavo Ramus. Desde entonces, la militancia que adscribe al sector de izquierda peronista conmemora esa fecha como el "Día del Montonero".

Lanusse frente al ataúd de Aramburu.

Su primera acción pública La organización armada Montoneros se presentó ante la sociedad el 1 de junio de 1970 mediante un comunicado referido al secuestro y asesinato del general y expresidente Pedro Eugenio Aramburu, quien fuera la cabeza de la Revolución Libertadora que en 1955 había derrocado al gobierno constitucional de Perón. Según Mario Eduardo Firmenich el acto de condena a Aramburu era una “decisión popular”:“ahora era Dorrego fusilando a Lavalle”. El padre Carlos Mugica dijo entonces: "Quienes secuestraron a Aramburu no fueron los guerrilleros de Taco Ralo. Es un castigo por los fusilamientos de 1956 y si digo algo más me va a pasar un camión por encima".​ El secuestro se había realizado el 29 de mayo, Día del Ejército Argentino, cuando militantes de un autodenominado «Comando General Juan José Valle de la Organización Montoneros» vestidos como oficiales del Ejército lo sacaron de su departamento haciéndole creer que le brindarían custodia.


Aramburu fue llevado por la fuerza a la estancia La Celma de la localidad de Timote en la provincia de Buenos Aires, y en un «juicio revolucionario» en el que no tuvo posibilidad de defensa, es acusado por «traición a la patria», por los fusilamientos de civiles en los basurales de José León Suárez, por el del general Juan José Valle y otros militares, y por la desaparición del cadáver de Evita. Posteriormente, Aramburu fue asesinado por Fernando Abal Medina en el sótano de la mencionada chacra.


En los años siguientes todos los participantes en el hecho murieron en enfrentamientos (Abal Medina, Ramus, Maza y Capuano Martínez) o fueron asesinados durante el gobierno del Proceso Militar (Norma Arrostito y Carlos Maguid), con excepción de Mario Firmenich e Ignacio Vélez.


Los estudiosos de los movimientos armados de la época establecen su punto fundacional en este secuestro, pero en la práctica, Montoneros ya existía como una organización política desde hacía ya varios meses, aunque muy minoritaria y casi secreta.


El secuestro y asesinato de Aramburu produjo la caída del presidente de facto, el General Juan Carlos Onganía y su reemplazo por el General Roberto Marcelo Levingston.

A poco de asumir el nuevo presidente de facto, el cadáver de Aramburu fue encontrado enterrado en un campo de la localidad de Timote, propiedad de la familia Ramus. Desde un primer momento surgieron dudas si los Montoneros actuaron solos o con el apoyo de sectores del ejército o de los servicios de inteligencia.

La toma de la Calera

Artículo principal: Toma de La Calera

El 1 de julio de 1970, a las 7.30, los Montoneros realizaron un operativo en la localidad cordobesa de La Calera. El modelo para esta acción fue la Toma de Pando, que los Tupamaros habían efectuado en Uruguay en octubre de 1969.


En La Calera los montoneros tomaron la comisaría y asaltaron la sucursal del Banco de la Provincia de Córdoba. También se tomó la central telefónica y se inutilizaron sus equipos y se dejó en la esquina del banco una caja —un supuesto explosivo— que en realidad contenía un grabador con la marcha peronista. Luego de la retirada, diversos errores de planificación y ejecución provocaron la detención de varios militantes, algunos de ellos fundadores de la organización. Fueron heridos Ignacio Vélez y Luis Lozada y detenidos José Breganti, Felipe Defrancesco, Cristina Liprandi, José Fierro, Juan Conte Grand, Carlos Alberto Soratti Martínez y Heber Albornoz en tanto murió en el enfrentamiento el llamado Comandante Emilio Maza.


Inserción en el peronismo

Después de los hechos de La Calera, muchos de los primeros militantes montoneros fueron identificados y la organización comenzó a ser desarticulada con numerosos allanamientos y detenciones. El hecho de funcionar como una federación de distintos nucleamientos revolucionarios en las provincias —sin tener aún una estructurada centralizada— es lo que permitió a la organización su subsistencia. ​Según el ex montonero Luis Labraña la cantidad de combatientes en esos años era poco más de treinta personas en el Gran Buenos Aires.

Hacia la segunda mitad de 1971, con el apoyo tácito de Perón y con el prestigio ganado, los Montoneros desarrollaron en paralelo con su organización militar un frente político, consiguiendo la captación de cuadros dentro del peronismo.


A comienzos de 1972 los montoneros estaban todavía divididos respecto de aceptar la convocatoria a elecciones del presidente Lanusse. La aceptación significaba romper con las consignas del ala más izquierdista (“Ni votos, ni botas, fusiles y pelotas”). El jefe de la regional Buenos Aires, Carlos Hobert terminaría con las dudas al hacer pública su posición por “elecciones sin proscripción”. Si bien se produjo la ruptura de la "Columna Sabino Navarro", la organización Montoneros se convirtió en un aglutinante de otras organizaciones peronistas (como un sector de las Fuerzas Armadas Peronistas (FAP) y la agrupación “Descamisados”).


El crecimiento de esta etapa (llamado "el engorde") pudo comprobarse en la participación de miles de simpatizantes y adherentes en las manifestaciones populares de 1972 y 1973, con un gran crecimiento de militantes y adeptos, en particular en los sectores de la juventud (tradicionalmente antiperonistas) que se integraban a sus agrupaciones de superficie, Juventud Peronista de las Regionales, Juventud Trabajadora Peronista y Juventud Universitaria Peronista, que titularizaba los Centros de Estudiantes en casi todas las facultades del país.


Los Montoneros procuraron influir políticamente en el levantamiento de la proscripción del peronismo y en que se concretara la convocatoria a elecciones, en las que impusieron la consigna por el retorno de Perón al país: “Luche y Vuelve”.


Interpretación de la historia

La interpretación de la historia que hicieron los Montoneros puede verse en la publicación aparecida en El Descamisado. A partir del número 10 de la revista (24/07/1973) se presenta la historieta América Latina 450 años de guerra donde se señala: “Vamos a contar la historia de cómo nos robó el Imperialismo” y se afirma: “No somos pueblos subdesarrollados. Somos pueblos robados”.

En ese mismo número pedían a Perón la expulsión de López Rega, vocero de la extrema derecha. Con una amplia movilización de jóvenes se proponían "romper el cerco", diferenciando a Perón de su entorno.


Años más tarde, Firmenich participa en la película Resistir (1978), dirigida por Jorge Cedrón con textos de Juan Gelman, denunciando casos de torturas aberrantes a militantes montoneros durante el Proceso militar.


Relaciones con el Ejército

El dirigente Roberto Perdía, en su libro Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona (Buenos Aires, Planeta, 2013) afirma: "Es verdad que algunos hijos de militares integraban nuestras filas".19​ También reconoce que los montoneros celebraron reuniones en el domicilio del general Eduardo Labanca y que tenían vínculos con otros militares de tendencia nacionalista que se sublevaron —sin éxito— en dos regimientos de Azul y Olavarría en octubre de 1971 en contra del entonces presidente, el general Lanusse.

El punto de mayor cercanía entre los montoneros y el ejército se produciría dos años más tarde, en octubre de 1973, con la participación conjunta en el Operativo Dorrego, siendo jefe del ejército el general Jorge Carcagno.


El domingo 5 de octubre de 1975, Montoneros realizó el ataque al Regimiento de Infantería de Monte 29, en Formosa, conocido como Operación Primicia, en el que resultaron muertos doce soldados conscriptos y quince guerrilleros.


Después de ese ataque, Perdía reconoce: “Obviamente, las simpatías con las que podríamos haber contado dentro del Ejército desaparecieron, y los viejos contactos y amigos se esfumaron”.


Relaciones con la Policía

Héctor Ricardo Leis, un exmontonero, en su Testamento de los años 70 señala como el subjefe de la policía Julio Troxler —sobreviviente de los fusilamientos de José León Suárez y también montonero—, hizo “desaparecer” una investigación policial sobre un enfrentamiento que protagonizaron miembros de la organización.


El 2 de julio de 1976 los montoneros realizaron un atentado contra la Policía Federal Argentina en el comedor de la Superintendencia de Seguridad Federal en el que resultaron asesinadas 23 personas y quedaron 60 heridos. El hecho criminal —semejante, en parte, al Atentado de la cafetería Rolando perpetrado antes por la ETA— provocó no solo la sustitución de Arturo Corbetta, jefe de la Policía Federal que se oponía a la represión ilegal, sino el rechazo de miembros de la propia organización.​ Por otra parte, poco tiempo después y como probable respuesta a este atentado, sectores de la policía participan en la denominada Masacre de Fátima.


Relaciones con la Armada

Roberto Perdía relata en su libro Montoneros. El peronismo combatiente en primera persona (Buenos Aires, Planeta, 2013, pág. 260) que el "Manual militar" de Montoneros fue elaborado con la colaboración de exoficiales de las Fuerzas Armadas que pertenecían a la organización; entre los que destaca al teniente de navío Carlos Lebrón (más tarde asesinado en Tucumán) y al oficial de la Marina Julio César Urien (quien luego estuvo preso varios años durante el gobierno militar). Urien era pariente —por parte de madre—, del general Ernesto Trotz, cuya intervención lo salvó de ser fusilado.


Asesinato de dirigentes políticos y sindicales

Así como los montoneros reivindicaron el asesinato del general Aramburu (que se encontraba promoviendo su propia candidatura a la presidencia, equidistante de la disputa entre los generales Onganía y Lanusse), también justificaron o intervinieron directamente en los asesinatos de los dirigentes sindicales Vandor, Alonso, Rucci, Coria, Hipólito Acuña y Teodoro Ponce.


El 18 de marzo de 1972, tres hombres y una mujer que dijeron pertenecer a Montoneros, ingresaron a la casa del dirigente político Roberto Mario Uzal, de la junta Promotora Provincial del partido derechista Nueva Fuerza. Al intentar secuestrarlo, Uzal se resistió y en el tiroteo resultó herido: falleció dos días más tarde, el 20 de marzo. Los guerrilleros se retiraron luego de pintar la casa con consignas.


Arturo Mor Roig dirigente de la Unión Cívica Radical que había sido Ministro del Interior durante la presidencia de facto de Lanusse y que se había retirado de la política, fue asesinado por Montoneros —acusado de ser uno de los responsables de la Masacre de Trelew—, el 15 de julio de 1974 mientras almorzaba en un restaurante de San Justo.

El periodista Pablo Giussani, en su libro Montoneros. La Soberbia Armada afirma que los montoneros presentaron el asesinato de Mor Roig como un “apriete” destinado al líder radical Ricardo Balbín, para obtener concesiones políticas en una negociación.


La ideología de las organizaciones terroristas justificaba todo tipo de delitos (robos a bancos, secuestros extorsivos) como medios para conseguir financiamiento. Por otra parte el robo de armas en sedes policiales y militares ("recuperación" de armamento, se lo llamaba) y el asesinato y los atentados con explosivos contra los tildados de "enemigos" o "traidores" eran considerados meritorios para ascender en las organizaciones.


La relación con Perón

Entre sus variados contactos con las agrupaciones de superficie, Montoneros integra a JAEN (Juventud Argentina para la Emancipación Nacional) a su estructura de masas. Los dirigentes de dicha agrupación eran Rodolfo Galimberti y Ernesto Jauretche. Se decidió además que Galimberti viajara hacia España con una carta de Montoneros dirigida a Perón, explicando las causas del asesinato de Pedro Eugenio Aramburu, como también sus intenciones de continuar actuando como el brazo armado del movimiento peronista. Desde su exilio en Madrid, Perón los alentó en su proceder guerrillero, pues el accionar y la lealtad incondicional de esta organización le posibilitaba presionar y desestabilizar a los gobiernos de facto de la llamada Revolución Argentina que gobernaba por entonces en el país.


En dicha línea estratégica, a la distancia Perón los denominó «formaciones especiales», dando a entender que la existencia de los Montoneros y las otras organizaciones armadas del peronismo eran una circunstancia temporal y táctica, que se justificaba en la medida de la existencia de una dictadura militar. No obstante, les prodigó elogios tales como «juventud maravillosa», e inclusive en una carta, refiriéndose a la ejecución del Aramburu, les escribió «encomio todo lo actuado». Según consta en numerosos testimonios y declaraciones públicas de la época, los Montoneros —erróneamente— consideraron que tenían el aval de Perón para constituirse en la vanguardia revolucionaria funcional a los planes del viejo caudillo para la construcción de una Patria Socialista.


La elección de Cámpora

El 11 de marzo de 1973, en las elecciones generales, el Frente Justicialista de Liberación (FREJULI), que nucleaba al Partido Justicialista, al Partido Conservador Popular, al Partido Socialista Unificado y a otras fuerzas menores, ganó por abrumadora mayoría llevando como candidato a presidente al Dr. Héctor José Cámpora.


Desde el análisis de Javier Salcedo, las diferencias con Perón se agudizaron “entre el mes de abril y el de mayo de 1973. En abril, ante la prédica de la necesidad de creación de milicias populares realizada por Galimberti. En mayo, con la liberación de los guerrilleros presos en Villa Devoto y la toma de edificios públicos por militantes Montoneros y de sus organizaciones de superficie. Estos últimos hechos generaban un clima de aparente desgobierno del presidente Cámpora, alejaba la imagen o rol de pacificador y conductor del movimiento pretendido por Perón desde su retorno".

Perón retornó definitivamente a la Argentina, y a partir de esos días modificó sustancialmente su relación con las corrientes de izquierda de su propio partido, prefiriendo apoyar y respaldarse en el ala histórica más conservadora del amplio espectro de sus colaboradores y simpatizantes de derecha, marcando por lo tanto una creciente distancia discursiva hacia Montoneros, y quitándole gradualmente espacio y protagonismo político dentro del movimiento que él lideraba.




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