La masacre de Ezeiza
Artículo principal: Masacre de Ezeiza
El 20 de junio de 1973, durante la oportunidad tan esperada por sus partidarios del regreso de Perón a su país luego de 18 años de exilio, ocurrieron los hechos conocidos como masacre de Ezeiza, en esa localidad cercana al aeropuerto internacional donde estaba programado que arribaría la aeronave, constituyendo el dramático anticipo de lo que sobrevendría en los siguientes años del escenario político argentino.
Para recibir a Perón concurrió al lugar un número de personas que fue estimado en un millón y medio, la mayor concentración en el país hasta el momento, y en medio de ella las columnas de Montoneros junto a otras agrupaciones de izquierda representaban un importante despliegue de movilización. Por expresas directivas de Perón, la seguridad de todo el operativo del regreso se delegó en el coronel (RE) Jorge Osinde, del ala más conservadora de su movimiento político, excluyendo a Esteban Righi (por entonces Ministro del Interior de la Nación), responsable natural de la seguridad del país e ideológicamente cercano a Montoneros.
Varios enfrentamientos —cuyo saldo de muertos y heridos nunca fue determinado exactamente, ni investigado judicialmente— se generaron durante todo el día entre los grupos armados paramilitares a cargo del operativo de seguridad, y guerrillero de Montoneros que habían concurrido armados, en medio de cientos de miles de concurrentes, algunos con sus familias, quienes no entendían lo que estaba ocurriendo y tampoco recibían información a través de las radios que silenciaban los hechos.
Al caer la tarde, y ante las noticias provenientes de Ezeiza, la aeronave que traía a Perón fue desviada al aeropuerto de Morón. Por la noche aún continuaron las corridas y enfrentamientos armados en Ezeiza, mientras la mayoría de la multitud pugnaba por abandonar el área y ponerse a salvo.
Dentro de Montoneros comenzó a discutirse la conveniencia de profundizar la acción política o por el contrario, retornar a la violencia y al terrorismo.
El asesinato de Rucci y la eventual autoría de Montoneros
Artículo principal: José Ignacio Rucci
El 25 de septiembre de 1973, dos días después de que la fórmula Perón-Perón ganara las elecciones presidenciales con 61.85% de los votos, fue asesinado por un comando, el secretario general de la Confederación General del Trabajo (CGT), José Ignacio Rucci. Ningún grupo se atribuyó el hecho y la investigación judicial (reabierta en 2008) nunca reunió elementos suficientes para procesar a ninguna persona acusada de haber participado en el asesinato.
Historiadores, investigadores y políticos han especulado sobre diversas hipótesis del crimen, señalando a Montoneros, las FAR,, el ERP, el ERP-22 de Agosto, la CIA, la Alianza Anticomunista Argentina,, entre los candidatos propuestos. Las imputaciones a uno u otro sector, suelen estar "politizadas" o afectadas por fuertes posturas ideológicas.
FAR y Montoneros, aún no fusionados al momento del crimen, y los frentes de masas que integraban la Tendencia Revolucionaria del peronismo, mantenían una postura de fuerte oposición a Rucci, a quien hacían responsable de los asesinatos cometidos por la Juventud Sindical Peronista (JSP). Uno de los cánticos habituales de sus concentraciones era "Rucci traidor, a vos te va a pasar lo que le pasó a Vandor".
El asesinato provocó una conmoción política. El sindicalismo ortodoxo y la CGT interpretaron este atentado como una abierta declaración de guerra. En el análisis del periodista Ricardo Grassi, que fue director de El Descamisado, "Montoneros y la izquierda peronista no tuvieron la flexibilidad para generar una situación que permitiese negociar. Todo era 'de máxima'. A partir de matarlo a Rucci se perdió toda posibilidad de negociación".
Fusión con las FAR
Montoneros se fusionó definitivamente con la FAR al mes siguiente, el 12 de octubre de 1973, por lo que, como en el caso de Vandor, Montoneros por motivos políticos se hizo cargo de operativos militares cometidos con anterioridad por miembros de otras organizaciones.
Héctor Ricardo Leis —que fue combatiente montonero— en su Testamento de los años 70 intenta una explicación de estos actos: “Entre otras cosas, el uso del terrorismo fue facilitado entre los Montoneros por la amalgama de componentes ideológicos contradictorios que impedían pensar en estrategias políticas realistas y coherentes”.
Con estos hechos la organización parecía inclinarse más a la izquierda para ganar poder dentro de los sectores sindicales y políticos radicalizados y antiperonistas. Sin embargo, perdía cada vez más apoyo dentro del peronismo y su aislamiento político era creciente. Se produjo el alejamiento de muchos militantes del peronismo revolucionario desde Montoneros hacia la JP Lealtad, que reconocía como único liderazgo el de Perón. Enmarcados en ese enfrentamiento interno se sucederían los hechos del 1º de Mayo.
La “Triple A” (AAA)
López Rega
Afloró entonces el pleno protagonismo político de José López Rega, Ministro de Bienestar social, excabo de la Policía Federal Argentina, secretario privado de Perón y conocido también como Lopecito (como lo llamaba familiarmente Perón), Daniel por sus allegados y El Brujo por sus enemigos, debido a sus inclinaciones esotéricas, que fue ascendido a Comisario General por Perón en un solo paso.
Ministro y consejero de confianza del líder, López Rega tuvo un importante rol en la lucha contra Montoneros, a quienes solía referirse como "la infiltración marxista". Su poder en el gobierno le permitió crear y apoyar financieramente con fondos ilícitamente desviados desde el ministerio a su cargo a la paramilitar Alianza Anticomunista Argentina o Triple A.
La Triple A contaba muchas veces con la colaboración operativa y de inteligencia militar para atentar violentamente, no sólo contra los cuadros Montoneros y las juventudes políticas de la Tendencia Revolucionaria, sino también contra cualquier ciudadano sospechoso de poseer una ideología de izquierda.
En esta etapa el periodista y militar argentino —y guerrillero montonero encubierto—, Ignacio González Janzen, descubrió gran parte de los acontecimientos y publicó su libro La triple A, uno de los documentos más importantes sobre el tema; por lo que debió exiliarse, siendo considerado enemigo nacional de la Argentina (exilio que cumplió gran parte en México, hasta que décadas más tarde pudo retornar al país).
Contexto internacional
Desde fines de 1973 el contexto internacional había cambiado con el golpe militar contra Salvador Allende en Chile. Perón juzgaba el hecho como "una calamidad para el continente" y afirmaba: "Allende no ha fracasado por él: lo han hecho fracasar esos apurados que hay siempre en las revoluciones".
El 19 de enero de 1974 —en plena discusión para modificar el Código Penal y aumentar las penas contra la guerrilla—, el ERP ataca el regimiento C10 del ejército, en la localidad de Azul, con la finalidad de conseguir armamento para el Frente rural. Estos sucesos los aprovecha Perón para exhortar a la Juventud Peronista a ponerse de su lado: "El que no esté de acuerdo o al que no le conviene, se va".
En esos primeros meses de 1974, la policía detiene —por pocos días— a algunos dirigentes importantes de Montoneros, como Firmenich, Quieto y Caride.
El 1º de mayo de 1974
El punto de máxima tensión en el proceso de expulsión de Montoneros del movimiento peronista se produjo el 1 de mayo de 1974, en ocasión de los festejos por el Día del Trabajo.
Durante una gran convocatoria en la Plaza de Mayo, Perón, en pleno ejercicio de sus facultades como presidente, se mostró indignado por los cánticos ofensivos que entonaban las columnas montoneras contra su esposa y vicepresidente María Estela Martínez de Perón, coreando "No rompan más las bolas, Evita hay una sola", y acusando al gobierno de “estar lleno de gorilas”.
En un encendido y recordado discurso, desde el balcón de la Casa de Gobierno, Perón los llamó estúpidos e imberbes. La reacción de los militantes montoneros y sus simpatizantes provocó algunos enfrentamientos, y la inmediata retirada de la plaza de las columnas que respondían a la organización, que habían llevado sus banderas a pesar del pedido del gobierno de concurrir solo con banderas argentinas.
Perón le encomendó más tarde a Juan Manuel Abal Medina que les transmitiese a los Montoneros que él quería hablar personalmente con Norma Arrostito y con Fernando Vaca Narvaja. La conducción de Montoneros no los autorizó, por lo que la reunión no se efectuó.
El mismo día 1º de mayo, en el discurso inaugural de las sesiones del Congreso, Perón afirmó: “No ignoramos que la violencia nos llega también desde fuera de nuestras fronteras […]. Superaremos la subversión: aislaremos a los violentos y a los inadaptados. Los combatiremos con nuestras fuerzas, y los derrotaremos dentro de la Constitución y de la Ley. Ninguna victoria, que no sea también política, es válida en este frente”.
Pase a la clandestinidad
En agosto de 1974, Mario Roberto Santucho declaraba:
"A partir de su inevitable ruptura con el peronismo burgués y burocrático que ha comenzado a concretarse definitivamente en las últimas semanas, Montoneros tiende y tendera cada vez más a retomar lazos con las organizaciones progresistas y revolucionarias, entre ellas con nuestro partido. Tiende y tendera cada vez más a reintegrarse a su puesto de combate, a enfrentar con las armas en la mano al gobierno y las fuerzas policiales y militares de la burguesía y el imperialismo. Pero ello no implica un cambio de fondo en la concepción populista. De ahí que al mismo tiempo que saludamos la nueva orientación Montonera, estamos convencidos de la necesidad imperiosa de combatir intensamente la enfermedad ideológica y política llamada populismo, para exterminarla definitivamente del campo popular, principalmente Montoneros, la más afectada por esa temible enfermedad burguesa."
Después de la muerte de Perón y la asunción de Isabel a la presidencia, con la confirmación en su cargo de López Rega, la jerarquía montonera decidió el pase a la clandestinidad de la organización.
El retorno a la actividad clandestina fue reconocido formalmente por la Conducción Nacional de Montoneros en el mes de septiembre de 1974 mediante una conferencia de prensa secreta ofrecida por Mario Firmenich, Adriana Lesgart (Agrupación Evita), José Pablo Ventura (JUP), Enrique Juárez (JTP) y Juan Carlos Dante Gullo (JP). Ya Perón había fallecido y lo reemplazaba en la presidencia desde el 1 de julio su esposa, hasta entonces vicepresidente.
Frente a los hechos armados emprendidos por la guerrilla se dio una acción cada vez más violenta de la derecha peronista contra las organizaciones guerrilleras, que se acentuó más durante la presidencia de María Estela Martínez de Perón, de la que se afirmaba que su opinión y voluntad estaban bajo la influencia de López Rega, su secretario privado.
Según afirma Fernando Vaca Narvaja: "De última terminamos pisando el palito y haciéndole el juego al enemigo. Al clandestinizar las estructuras político-sociales, de hecho se restringió nuestra capacidad de movilización y eso fue notorio".
El pase a la clandestinidad y la feroz represión desatada contra la militancia, suscitaron un fuerte cuestionamiento de la columna norte —bajo la influencia de Rodolfo Galimberti— exigiendo a la conducción nacional una mayor autonomía, como único modo de supervivencia.
El secuestro de los hermanos Born
En medio de un clima político y social sumamente enrarecido, el 19 de septiembre de 1974 un comando montonero concretó el secuestro extorsivo —que obtuvo el mayor rescate de la historia argentina— de los hermanos Juan y Jorge Born (Bunge & Born), liberados a los seis y nueve meses respectivamente.
El rescate pedido fue de 60 millones de dólares. Uno de los principales medios afines al gobierno militar, la revista Gente, mencionaba en su edición especial del 3 de mayo de 1976, que por el rescate "se pagó una suma impresionante: 20 millones de dólares". En la planificación de esta operación se menciona a Carlos Hobert y como ejecutor un comando que respondía a Galimberti.
Los hermanos Born eran por entonces los principales accionistas del mayor conglomerado productor y exportador cerealero argentino. Durante este hecho Montoneros asesinó a un alto ejecutivo de la empresa Molinos Río de la Plata, Alberto Bosch, y a uno de los custodios y conductor del vehículo en el que viajaban los secuestrados.
Según afirma Jorge Lanata: "Con lo del secuestro de Born, lo presentan en una conferencia de prensa en una "casa", que era una casa operativa de la S.I.D.E.(Servicios de inteligencia del Estado). [...] Esto quiere decir que el Estado o algún sector del Estado estaba al tanto de lo que estaba pasando".
Dirigentes montoneros confirmaron que una parte del dinero fue derivada hacia Cuba con el fin de ponerla transitoriamente a resguardo, en tanto que el pago final de unos 17 millones de dólares fue cobrado y administrado por el banquero David Graiver, quien tenía sus oficinas en la ciudad de Nueva York y falleció en un dudoso accidente de aviación. Las relaciones entre el régimen de Fidel Castro y los Montoneros no siempre eran de mutua afinidad.
Por un lado han circulado versiones periodísticas sugiriendo que la fortuna de los Montoneros quedó finalmente incautada y confiscada en Cuba por orden de Castro, pero algunos exfuncionarios cubanos han declarado que todo el dinero proveniente de este megasecuestro les fue entregado a Firmenich, Perdía y Yaguer, algunas veces en forma personal y en efectivo, y otras en graduales y sucesivas remesas al exterior vía complejas triangulaciones financieras a través de bancos de Checoslovaquia y Suiza.
Los mencionados dirigentes montoneros jamás han dado precisiones ni respondido fehacientemente los cuestionamientos en tal sentido, y el destino final de los fondos del rescate se mantiene como un enigma.
Guerra revolucionaria y relaciones con el ERP
A partir de 1975 se realizaron conversaciones para un acercamiento entre la dirigencia de Montoneros y el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP), otra organización armada irregular argentina de ideología marxista-leninista y brazo armado del Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT). El ERP ya había sido declarado ilegal por el gobierno en septiembre de 1973, un día antes del asesinato de Rucci.
A comienzos del Operativo Independencia, Montoneros destacó observadores al frente rural del ERP y creó una Unidad Básica de Combate Logística (UBCL) con la que apoyó a la Compañía de Monte Ramón Rosa Jiménez, proporcionando armas, medicamentos y refugio a los guerrilleros del ERP en forma regular. En un boletín del Ejército Revolucionario del Pueblo (Argentina), analizando la relación entre ambas organizaciones se reconocía que "Hace poco más de seis meses se retomaron las relaciones a nivel dirección de nuestro partido y Montoneros y ha habido positivos avances en las discusiones realizadas. Se abrieron perspectivas amplias para el trabajo unitario e incluso para la formación de un solo partido marxista-leninista y un solo ejército guerrillero en nuestra patria". La denominada Fuerza de Monte del Ejército Montonero operó en el área selvática de Tucumán, donde el ERP ya había sido prácticamente derrotado, pero la experiencia duró pocos meses.
Algunas fuentes estimaban que los efectivos Montoneros que operaban en Tucumán eran de 150 a 200 militantes y 2500 simpatizantes.
Basado en los propios autores marxistas, el Teniente Coronel Rodolfo Richter —quien resultara gravemente herido en un enfrentamiento en Tucumán— considera que no existían en nuestro país las condiciones subjetivas para la revolución, por carecer la vanguardia revolucionaria del apoyo de las masas.
En el mismo sentido se manifiesta Abraham Guillén, uno de los principales teóricos de la Guerrilla urbana: "La victoria militar resulta inútil si no es políticamente convincente". A juicio del autor, la derrota de los Tupamaros en Uruguay se debió a una excesiva profesionalización militar que los aisló de las masas urbanas.
Respecto a la Guerrilla rural, el periodista Rogelio García Lupo en un agudo análisis tras la prematura detención de la guerrilla de Taco Ralo afirmaba: "Perseverar en esta táctica por adhesión al modelo cubano es, para decir lo menos, una manera de suicidarse". Consideraba que las "guerrillas campesinas" eran inútiles en un país de grandes centros urbanos como la Argentina y planteaba el problema de fondo; si la guerrilla, "sirve para derribar los gobiernos reaccionarios o éstos, con una técnica parecida a la del judo, no la utilizan para quedarse en el poder".
La desaparición de Roberto Quieto
Artículo principal: Roberto Quieto
El 28 de diciembre de 1975, personas dirigidas por quien se identificó con una credencial como el inspector Rosas, de la Policía Federal, redujeron al dirigente montonero Roberto Quieto con violencia a culatazos en la cabeza, lo arrastraron hasta un auto y partieron velozmente.
La noticia fue difundida por la prensa al mismo tiempo que legisladores radicales denunciaban el hecho en el Congreso. Al gobierno de la presidenta María Estela Martínez de Perón llegaron reclamos de dirigentes e intelectuales del país y del extranjero, pero en ningún momento reconoció la detención de Quieto quien, según algunas fuentes habría sido torturado en la guarnición militar de Campo de Mayo, pero del que nunca se tuvieron noticias ciertas pasando a la categoría de desaparecido.
El juicio del Tribunal Revolucionario
Una semana después del hecho, Montoneros informó internamente que habían caído algunos locales de importancia conocidos por Quieto y que no cabían dudas acerca de su responsabilidad y casi de inmediato decidió cesar todas las acciones y gestiones por su liberación y un poco más adelante le iniciaba juicio revolucionario. Luego Montoneros emitió un comunicado informando que el 14 de febrero de 1976 el Tribunal Revolucionario había encontrado a Roberto Quieto “culpable de los delitos de deserción en operación y delación, y propuesto las penas de degradación y muerte a ser aplicadas en el modo y oportunidad a determinar”.
La detención de uno de los principales dirigentes de Montoneros, que además tenía fuerte llegada a las bases militantes había conmocionado a la militancia, en especial porque las circunstancias en que se había producido mostraban que Quieto había violado palmariamente las reglas de seguridad que, incluso, había establecido la conducción. La noticia de su condena provocó que algunos de ellos replantearan la necesidad de rediscutir el tema de cómo actuar en la tortura en la nueva situación represiva y otros miraron con suspicacia lo que pensaban era un apresuramiento de la Conducción sin explicaciones visibles. Esa condena fue un paso adelante en el camino a la implantación de la pastilla de cianuro.
Quieto proponía fortalecer la oposición civil al gobierno de María Estela Martínez de Perón y plantear el adelanto de las elecciones, o sea dar prevalencia a la actividad política y no a la acción militar que iba a favorecer la llegada del golpe pero las propuestas que se impusieron en la última reunión de 1975 del Consejo Superior Montonero, efectuada en octubre, se alineaban con la posición que favorecía al golpe.
José Aricó se refirió a su impresión de Roberto Quieto poco antes de su detención describiéndolo como:
“un dirigente aniquilado, derrotado, sin posibilidad de cambiar una situación en la dirección del movimiento, desconfiando profundamente de lo que ese movimiento estaba diciendo, pero obligado a defender cosas absurdas, como la creencia que una confrontación frontal con el Ejército podía llevarlos a ellos al triunfo. Eso no lo creía Quieto, Quieto era un hombre que estaba derrotado antes y su detención es la consecuencia lógica de ese desplome moral, diría, y político que se produjo en este hombre”
El debate interno sobre la resistencia a la tortura
Muchos años después se siguió debatiendo sobre la mencionada condena. En un reportaje Mario Eduardo Firmenich justificó el juicio a Quieto expresando:
"Evidentemente como todos los desaparecidos Quieto fue sometido a las peores torturas que uno se pueda imaginar. Nosotros no tuvimos nunca más información de él, pero sí tuvimos evidencia de delaciones de él durante la tortura. (...) Nuestra fuerza en su ideología tenía como un elemento significativo, importante del tema del "hombre nuevo". (...) Cómo era posible que aquel que tenía que ser el hombre nuevo pudiera cantar en la tortura. Este fue el problema. Nosotros establecimos a partir de ahí dos cosas: un juicio, una ausencia a Quieto que tenía un valor realmente simbólico. Sabíamos que no tendríamos ningún rastro de él. Era un juicio que en definitiva implicaba establecer jurisprudencia para la conducta ante la represión que se avecinaba. (...) nadie puede garantizar antes de pasar por la tortura que no va a hablar era morir antes de la tortura. Y allí fue que se estableció para los miembros de la conducción la obligatoriedad de la pastilla de cianuro, para no entregarse vivo. (...) [luego] se decidió generalizar la pastilla de cianuro para evitar la delación en la tortura."
Por su parte, Lila Pastoriza consideró que esa condena es un dato que muestra el reemplazo de la política por el accionar militar, el cerrojo de las opciones binarias —héroes o traidores, valientes o cobardes—, la preeminencia de las lógicas bélicas. La conducción que lo juzgara igualó en el cargo de traición tanto al integrante que se vendía al enemigo como al que era obligado a entregar información mediante la tortura y parece no haber reflexionado sobre el efecto desmoralizador que tenía para muchos militantes la condena en esas circunstancias de un dirigente respetado.
Código de Justicia Revolucionario
Montoneros tenía un Código de Justicia Penal Revolucionario aprobado el 4 de octubre de 1975 que era aplicable a todos los integrantes (art. 1°). Se basaba en las “Disposiciones” previamente aprobadas a fines de 1972, haciéndolas aún más estrictas en particular en lo referido a la resistencia a la tortura.
Entre las penas se incluía la de muerte para ciertas conductas de sus integrantes (art. 21) que debía ser dictada por el Consejo Nacional (art. 28°). El 26 de agosto de 1975, antes de que ese código fuera puesto en vigencia, Fernando Haymal, perteneciente a Montoneros, fue acusado de traición y delación, juzgado por un “tribunal revolucionario” sin sustento legal, condenado y asesinado por la organización el 2 de septiembre.
Fuerza de Monte del Ejército Montonero
A mediados de 1975, se había iniciado la tarea de reclutamiento y entrenamiento dentro de los Montoneros para formar la «Compañía Montoneros de Monte» que operaría en el noroeste de Tucumán. Se efectuaron reconocimientos y se prepararon 40 depósitos, que serían futuras bases de operaciones. Para minimizar su detección entre la población civil se había formado la unidad principalmente con cuarenta voluntarios solteros oriundos de la provincia. La zona de operaciones prevista fue el noroeste de la Sierra de Medina de Tucumán. En esos tiempos el Ejército estimaba que la guerrilla del PRT-ERP tenía entre 300 y 500 combatientes en Tucumán.
El 28 de agosto de 1975 se produjo el atentado de la Operación Gardel, en la que hicieron detonar completamente una aeronave Lockheed C-130 Hércules, dependiente del Grupo 1 de Transporte de la I Brigada Aérea, mientras éste despegaba del antiguo Aeropuerto Internacional Teniente Benjamín Matienzo transportando 114 gendarmes más seis miembros de la tripulación a San Juan.
Durante el 13 de febrero de 1976, mientras los integrantes de Montoneros penetraban por la zona de El Cadillal, se produjo un encuentro imprevisto con el Ejército Argentino. Como resultado fueron muertos varios de sus integrantes, entre ellos Juan Carlos Alsogaray, hijo del quien había sido Comandante en Jefe del Ejército Argentino, el teniente general Julio Rodolfo Alsogaray,50 quien tiempo atrás había sufrido un intento de secuestro fallido en la vía pública a manos de Montoneros, donde militaban sus hijos.
"Me resulta incomprensible la jerga de este genocida condenado a prisión perpetua", contestó Julio Alsogaray, hermano de Juan Carlos, cuando el exgeneral Bussi, a través del sistema de teleconferencias le preguntó en junio de 2010 por qué el «Ejército Montonero» fue enviado a los montes tucumanos. Destacó que "A mí no me sorprende que mientan, son mentirosos por naturaleza", agregó refiriéndose al argumento usualmente esgrimido por los militares, quienes sostienen que sus actos fueron en defensa de la Patria.
La represión en la Provincia de Tucumán
Entre 1974-1979, 656 personas fueron desaparecidas en Tucumán. El 75% de los desaparecidos en Tucumán no fueron guerrilleros, sino trabajadores rurales de la caña y la industria azucarera, peones y obreros de la construcción, según reveló la Comisión Investigadora de las Violaciones a los Derechos Humanos local. Una de las personas que figuran en la lista de desaparecidos en Tucumán es Diana Irene Oesterheld, hija del escritor y guionista Héctor Oesterheld, quien estaba embarazada de seis meses al momento de su desaparición. Frente a los jueces del Tribunal Oral Federal, el testigo Julio César Marini reveló que vio un mes después del secuestro al jefe de la división policial, el comisario Roberto “El Tuerto” Albornoz robando la casa en la que vivían Diana Oestherheld y su esposo Raúl Araldi, quienes desaparecieron durante la ocupación militar de la provincia de Tucumán. Ambos eran militantes Montoneros y desaparecieron el 7 de agosto de 1976: Raúl fue asesinado en 1977 y Diana fue muerta en Campo de Mayo.
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