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  • Foto del escritorMuseo Negro

Recuerdo de mi Rosariazo 1° parte

Actualizado: 25 may 2021


Corría Septiembre de 1969, mi casa fue allanada por la policía rosarina, tenía solo 18 años: Me llevaron detenido a los golpes ( sólo frente a una madre enferma de cáncer, un hermanito asustado de 9 años y con un padre enfermo del corazón internado en el Hospital Centenario), fui torturado, escrachado en los medios (Diario Tribuna y Revista Así) como uno de los responsables de la quema de un tren de pasajeros del Ferrocarril Belgrano proveniente de Santiago del Estero, acusado de la destrucción total de la Estación Arroyito y también la de Empalme Graneros.


Vivía a sólo dos cuadras de las Estación Empalme Graneros, a seis de la Arroyito y a diez de la Av. Alberdi. Sitios donde participé junto a numerosos jóvenes que pretendíamos ser militantes de una causa peronista y frente al hecho de protestar ante un régimen autoritario, descabellado y asesino, fue que salímos a destruir todo aquello que pertenecía al estado y a colectivos que no había parado ante la huelga de la CGT, como manera de vengarnos ante tantos atropellos.

Por supuesto que muchos de nosotros, como tantos jóvenes de Empalme Graneros fuimos influenciados por personas de vieja militancia, tanto del barrio como aquellos que venían de otros sectores de la ciudad.

Recuerdo verlos en un Torino Blanco, Un Jeet o un Peugeot 504 a ciertos sujetos desconocidos que, se arrimaban a nosotros, daban ordenes y dictaminaban los pasos de los organísmos a destruir y la hora donde debíamos conglomerarnos para dicho cometido.


Ya en el Centro de la ciudad los disturbios se habian calmado, dejando como resultado un proceso político de toma de conciencia en vastos sectores de la sociedad. Las masivas movilizaciones rosarinas en las zonas céntricas habían dejado su huella y creo que culminó en el Barrio Empalme Graneros que con su garra para resistir la represión pusieron de manifiesto la capacidad de lucha, la creatividad de los recursos empleados y la solidaridad de todo un pueblo.


Si bien no participe de todos los hechos de los que se me imputaron (y no por que no estaba de acuerdo, en aquella época tenía mis padres enfermos y debía cuidarlos, aparte de trabajar, durante esos episodios, fallecieron mis padres, mis amigos del barrio me contaban con lujo de detalles como había sido cada uno de los incendios provocados. (que en este orden, les comentaré en otra oportunidad).

Volviendo al principio de mi relato, me llevaron esposado hasta la calle Juan B. Justo, desembocadura del Arroyo Ludueña, y a las 4:30 horas de esa madrugada entré al 2° Piso de la Jefatura de Policía de Rosario (Robo Y Hurtos). Recuerdo un cartel a la entrada que decía: “Si lo sabe… cante”, apropiadamente hacían referencia al auge que tenía en aquel entonces el programa televisivo de Roberto Galán.


Nos tuvieron desde esa hora en pié, con las manos en la nuca y contra una pared del sector, hasta las 18:00 horas. En este horario voy conducido hasta la oficina del jefe de dicho departamento. Me recibe aquél asqueroso y cobarde policía llamado Telémaco Ojeda, (Con el tiempo acribillado a balazos por los Montoneros), a su lado dos escoltas (San Juán y un manco apodado “El Sastre”).


Mientras Ojeda me interrogaba, San Juan introducía entre mis dientes un desnudo cable de cobre enrollado (con una argollita armada en su parte superior). A cada pregunta del jefe y que yo no contestaba, este atornillaba tensando el alambre hasta hacer crugir mis dientes, mientras que “El sastre” levantaba a tirones mis patillas, para después, con su tijera, rapar casi del todo aquella inmensa y rulienta cabellera de mi juventud. Las guardias policiales cambiaban cada 24 horas, y en cada renovación, los asquerosos policías de aquélla época, a cada ingreso se divertían torturándonos de diferentes maneras.


Al sexto día nos llevaron a declarar a los Tribunales Provinciales. Entramos a una salita uno por uno. Recuerdo cuando entre yo que se me abalanza un Policía y me amaga a pegarme un puñetazo en el estomago, entonces yo me protejo y fue cuando me dice: "A vos te pegaron, te torturaron en Jefatura". Por supuesto que dije que NO.


Fueron 14 días interminables. Al salir de la alcaldía de jefatura, una de las mujeres del grupo que siempre nos llevaba empanadas y cigarrillos (Se llamaba Elsa Ramirez, que vivía en calle Mendoza, enfrente del Colegio La salle), antes de ir a mi casa, me llevó a la suya. Lo primero que vi al entrar en su Living, fueron los retratos de Perón, El Ché en el medio y a la izquierda Eva Perón. Después de mi juventud, llegada mi madures, sabría que: grupos de la ultra izquierda se infiltraban dentro de las filas del peronismo para engendrar el caos y sacar provecho a sus ideas y metodologías políticas.


Estando presos, el movimiento peronista nos habían designado un abogado defensor, El Dr. José Eduardo Zanella y en este gran profesional quiero detenerme un momento. Cuando supo mi historia familiar y de que había quedado huerfano a muy temprana edad, más de una vez me fue a buscar a mi casa de Empalme Graneros para ver como me encontraba y siempre me ayudó economicamente hasta conseguirme un trabajo (Ayudante de un Gasista Matriculado).


Estuve varios años sin saber nada de él hasta que una amiga en común me cuenta muchas cosas que yo no sabía de él a pesar de haber tenido varias conversaciones. Supe que por su profesión de Abogado desarrolló una activa militancia política en el movimiento peronista, así como una intensa labor profesional en la defensa de presos políticos.


Mi amiga me cuenta en aquella oportunidad que dichas tareas les acarrearon amenazas y persecuciones durante bastante tiempo, las que los llevaron a no permanecer con habitualidad en su domicilio de la ciudad de Rosario ya que fuerzas militares y policiales le tiraban explosivos a su vivienda. Tales circunstancias y temiendo por la vida de su mujer y la de él, obtuvieron asilo en los Estados Unidos Mexicanos. Yo me ausente un tiempo de mi ciudad de Rosario y jamás supe de este gran militante peronista y mejor persona.-


Continuará....////




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