Autor: Felipe Pigna
¿Cómo surge la organización Montoneros? La organización Montoneros fue la fusión de un sinfín de grupos preexistentes. Grupos que habían militado en la Juventud Peronista de fines de la década del ’60. Había un denominador común en muchos de esos grupos de nuestra generación. Cuando digo “nuestra generación” me refiero a nuestra generación de la Juventud Peronista. Había una Juventud Peronista anterior a nosotros que no había tenido exactamente esta composición. Pero en el caso de nuestra generación fue muy común la influencia generalizada de sectores de izquierda postconciliares, de sectores católicos progresistas que en esa época se llamaban postconciliares.
Después con el tiempo se dio lugar a la teología de la liberación, cosa que en esa época no existía. Lo que existía era el impacto del Concilio Vaticano II y de las encíclicas de Juan XXIII y luego de Pablo VI. Entonces en la generación nuestra que teníamos en la segunda mitad de la década del ’60, todos por debajo de los veinte años había tenido influencia en diversos lugares del país grupos que no tenían interrelación entre sí, habían tenido esta influencia por un lado, y la influencia del peronismo estrictamente político por otro. En el caso particular del grupo al que yo pertenecí, que era el grupo que constituimos con Medina, Carlos Mangues, Emilio Maza, Carlos Cartoy Martínez, Norma Arrostito, etc., este grupo venía de la revista Cristianismo y Revolución, en particular.
Se había nucleado alrededor de una figura que había liderado, un carismático un referente de este pensamiento el cura Mugica, que había tenido como referente, primer conductor organizativo a Juan García Elorrio. Y que alrededor de la revista Cristianismo y Revolución se generó una propuesta que dio lugar a un proyecto político organizativo que se llamó primero “Comando Camilo Torres” e inmediatamente, al poquito tiempo, cambió el nombre por “Comando peronista de liberación”. Este es el origen de la organización.
Hubo muchos grupos que tuvieron vinculación con esta propuesta en el interior del país, pero como ya era un organismo clandestino, porque estaba la dictadura de Onganía, no había mucha relación de estos grupos entre sí. Muchos grupos se dispersaron en torno al programa de García Elorrio, que no prosperó y luego se reagruparon en la organización Montones con grupos de otras procedencias.
¿Cómo se llega a la lucha violenta? Bueno, era una situación que estaba para los ojos de la época totalmente convalidada. Desde el punto de vista de la situación política nacional se vivía una dictadura sin límite de tiempo. La dictadura autollamada «Revolución argentina», que presidía Onganía y alguna junta de comandantes en jefe que tenía poder militar, planteaba que tenía objetivos, pero no plazos. Ese era el lema de la época. Y en el nivel de los columnistas políticos de la época se decía que los plazos estaban determinados por la vida de Perón.
Es decir que en definitiva la dictadura tenía que durar hasta que Perón se muriera, porque todos los ensayos de democracia sin el peronismo habían fracasado, porque el proyecto de la supuesta Constituyente del año ’57 había ganado los votos en blanco la elección y luego la Constituyente quedó sin quórum. Luego el candidato oficialista al régimen era Balbín o sea el Radicalismo del Pueblo, como se llamaba en aquella época, y el candidato triunfante fue el Radicalismo Intransigente con Frondizi, merced al pacto con Perón. Luego las elecciones en la provincia de Buenos Aires determinaron la anulación de las elecciones.
En las elecciones más proscriptivas, en el ’63, volvieron a ganar los votos en blanco. En las elecciones del ’65 para diputados se permitió la participación de partidos neoperonistas, ganó el peronismo. Perón le ganó a los mismos peronistas; es decir, en la interna del peronismo, Perón venció en la elección crítica. En la elección para el año ’67, con el golpe de Onganía, esta vez había que elegir gobernadores. Nuevamente el peronismo ganaría las provincias clave, en particular la provincia de Buenos Aires. De modo que no era posible un código electoral que cubriera las apariencias de una democracia representativa con una fuerza política como el peronismo fuera de juego.
Y no había disposición del establishment de permitir la democratización real del país, de modo que lo que vivíamos era la proscripción sistemática de la mayoría nacional, proscripción política que tenía connotaciones claramente clasistas, claramente raciales, porque los pobres de nuestro país son los cabecitas negras. Entonces, el país blanco europeo, país extranjerizante, el país que para toda la literatura con la que nosotros nos habíamos informado -el revisionismo histórico de Jauretche, etc.- estaba más cerca del pensamiento colonial, que del pensamiento nacional; oprimía en forma sistemática y marginaba del poder político al país indoamericano.
En una situación – para comparar hoy en día- bastante similar a la que se vivía en Sudáfrica antes de que se parara el apartheid y que Mandela pudiera tener acceso a la presidencia. Y nadie se preguntaría por qué los partidarios de Mandela podían recurrir a la violencia. Porque era lo que se veía como lógico. Por lo mismo los partidarios de Perón tuvimos que recurrir a la violencia, exactamente por lo mismo.
¿Cómo era la relación de Montoneros con Perón? La relación con Perón evoluciona para nuestra generación desde que leíamos a Perón en el libro de lectura cuando teníamos seis años de edad hasta estar cara a cara con él, veinte años más tarde. Y menciono estos dos ejemplos, porque hay una imagen mítica que tiene un niño, frente a un líder internacional, Presidente de la Nación, que es la imagen de un niño desde jardín de infantes o primero inferior frente al libro de lectura. El libro de lectura es el poder para el niño y Perón era imagen en el libro de lectura.
Con el paso del tiempo, por otra parte, después del derrocamiento del general Perón, nuestra generación realizó un revisionismo histórico sobre el peronismo en el cual revalorizó centralmente los aspectos positivos. Al hacer esa revalorización carecían de especial significación otros aspectos que también eran de la realidad, pero que no formaban parte de una valoración histórica significativa y que sí pasaron después a tener peso cuando la relación histórica pasó a ser una relación política, coyuntural. A los efectos de un balance histórico, los rasgos que pudiéramos llamar deficitarios no cuentan, no pesan, son menores, pero a la hora de la realidad política cotidiana sí pesan, porque actúan.
Este problema fue lo que llevó al enfrentamiento de nuestra generación con Perón. Perón a su vez sufrió los 18 años de exilio. Cuando tomamos distancia de la realidad, congelamos una imagen de la realidad. Perón congeló nuestra imagen de niños y congeló la imagen de una dirigencia peronista de la década del ’50. Cuando había otra dirigencia política que lo traía a él al país, que era la Juventud, que no éramos aquellos dirigentes del ’50 ni éramos aquellos niños del ’50. Y entonces a Perón le costó entender que la relación con nosotros era distinta que con el resto del movimiento.
Y a nosotros nos costó entender que el Perón de carne y hueso era distinto del de la síntesis histórica. Hubo, en este sentido, diferencias políticas, pero hubo fundamentalmente una dificultad de comunicación, de diálogo o una ruptura generacional. Faltaba una generación en el medio y había imágenes congeladas en el tiempo, mutuas entre interlocutores hablando en el ’73 y ’74, entre Perón y nosotros.
De modo que nosotros, revalorizando el sentido histórico, social, nacional del peronismo, produjimos una gran renovación en el peronismo. Esa unión de fuerzas hizo que Perón volviera al país. Y cuando el peronismo vuelve al poder y Perón vuelve al país hicieron crisis aquellas cosas que estuve mencionando antes. No hubo la posibilidad o la capacidad de un mecanismo de comunicación, por lo menos de discutir en los términos más racionales posibles, discutir abiertamente sin que él pudiera considerarlo una falta de respeto y sin que nosotros consideráramos que éramos marginados.
Ese proceso no existió en aquella actualidad y sobre esa inexistencia de síntesis, sobre esa inexistencia de diálogo en términos reales -no porque no hubiésemos tenido contacto directo con Perón, sino porque no era fácil el diálogo- intervinieron factores exógenos, provocaciones exógenas, estrategias exógenas de provocación.
¿Qué pasó el 1º de mayo de 1974? En primer lugar, en el ’74 hace eclosión todo este proceso de discusión que no tenía fluidos canales de diálogo, porque como Perón sabía cuál era nuestra posición, pretendía impedir por vía administrativa la expresión de nuestros planteos. Concretamente se tomó la disposición que no se podía ir con banderas políticas a la Plaza de Mayo el 1°, cosa que es absurda. En cambio sí se podía ir con banderas sindicales, cosa que era una manifiesta parcialidad a favor del sector ortodoxo del peronismo en el que predominaba otra generación y en otro sector a nivel sindical.
El sector ortodoxo iba a tener su representación con su bandera de las 62 organizaciones, y el sector nuestro, que era fundamentalmente juvenil, no iba a poder tener esa expresión. Entonces se nos pretendió prohibir la expresión y nosotros recurrimos a una triquiñuela para tener expresión. Recurrimos a la vieja imagen del caballo de Troya. En los grandes bombos -se usaron bombos gigantes para esa ocasión- con los que se accedía a la Plaza de Mayo para acompañar los cánticos, llevamos dentro de ellos banderas, aerosoles, letras de las insignias que queríamos poner y concurrimos con grandes banderas argentinas sin inscripciones.
De modo que la valla de policías que estaba puesta para impedir el acceso a la Plaza de Mayo a los que tuvieran agrupación política, tuvieron que dejarnos pasar porque nuestra única identificación eran banderas argentinas. Pero, una vez adentro de la plaza, cuando Perón salió al balcón, las banderas argentinas súbitamente se convirtieron en banderas con las inscripciones políticas que habitualmente llevábamos a todas las movilizaciones. Esto enardeció a Perón. Perón era el prototipo del político racional, del estratega, del hombre frío, el hombre que tomaba decisiones sin emociones. Y ese día Perón no fue el estratega frío, fue el hombre emocionado y reaccionó emocionalmente, reaccionó con insultos que no forman parte del discurso político. Esto desencadenó una tragedia. Esa es la verdad.
Nosotros manifestamos nuestra posición con la triquiñuela de eludir el recurso administrativo de impedir expresarnos, y lo reivindico, porque no hay derecho a impedir expresarse a nadie. Perón se salió de las casillas y esto desencadenó en la Plaza de Mayo una batalla campal entre la media plaza espantada que nunca decidió retirarse con los compañeros que formaban parte de nuestro sector y la media plaza que quería quedarse, que era el sector ortodoxo.
Pero la media plaza que quería quedarse también se iba persiguiendo a los nuestros o sea que el acto duró escasos minutos y en buena medida este hecho fue tomado por la estrategia represiva sobre la cual se desarrollaría el «Proceso de Reorganización Nacional» para profundizar el aislamiento político de los militantes de nuestro sector al efecto de procurar consenso social para el exterminio físico.
¿Qué papel jugó López Rega? Hay que tener en cuenta que Perón era un anciano. Lúcido, pero un anciano. ¿Qué quiero decir con esto? Que él tenía pensamiento propio, pero no tenía capacidad de acción prácticamente. Y en este sentido Perón era en cierto modo un prisionero de la edad. Y la persona que podía mantener la situación, su esposa, era la aliada más estrecha de López Rega. De modo que Perón tenía serias limitaciones reales a su capacidad de acción.
Y de todas maneras, evidentemente él no estaba de acuerdo con nuestros planteamientos políticos. De otro modo no hubiera dejado que López Rega hiciera las tres A. Debería haber dicho: «muchachos, los llevo a la interna, ustedes hagan su planteo, yo hago el mío y vamos a ver quién gana”. Evidentemente nos iba a ganar él, eso estaba fuera de discusión. Pero Perón no estaba acostumbrado a la metodología de la discusión política. No aceptaba nuestra discusión política. Ésta era la cuestión. López Rega no nos discutía nada.
¿Cómo era la situación en esos momentos? Antes de que muriera el general Perón todo el mundo sabía que aquella situación creada con el triunfo electoral del ’73 era una situación precaria, no era una situación estable. La historia argentina preexistente demostraba que las democracias o los períodos democráticos eran breves intermedios entre un continuo poder militar que representaba al establishment, que se le llamaba el partido militar, concretamente, y que políticamente se los llamaba «gorilas». Eran «gorilas» en ejercicio del poder armado que controlaban todo el poder armado y el poder económico y del Estado. Esto era lo recurrente. Inclusive cuando Perón vuelve en el año ’72 se suponía que lo iban a matar.
Entre las hipótesis que existían una decía que iban a derribarle el avión. O sea que el proceso que da lugar al triunfo del justicialismo no venía precedido por «un gran acuerdo nacional». Había sido presidido por una guerra en la cual no hubo una victoria militar, un embate militar, un status quo, un armisticio. Inclusive durante la campaña electoral no se sabía si se iba a llegar a las elecciones del 11 de marzo.
Y cuando Cámpora triunfa con el 50 por ciento de los votos y anula la maniobra de lealtad que había ideado Lanusse, se pensaba que no le iba a entregar el gobierno el 25 de mayo. Todo el mundo sabía que aquella situación era inestable, que había un poder político popular que tenía un equilibrio inestable con el poder económico y militar del establishment y que estas dos cosas eran incompatibles.
Este precario equilibrio, que es un equilibrio de fuerzas, existía en virtud de la existencia de Perón. Perón aglutinaba las suficientes fuerzas sociales, políticas y económicas, que eran desde la CGT hasta la CGE como para equilibrar el otro poder. Si Perón desaparecía, este frente nacional se resquebrajaba, el equilibrio de poder se rompía automáticamente y volvía una vez más el golpismo militar recurrente en la historia argentina. Todos sabíamos esto.
¿Cómo se decide el pase a la clandestinidad? Cuando Perón se muere no había más que esperar que esto ocurriera. Y todos sabíamos, por la lectura de la historia, que cada golpe de Estado era más sangriento y salvaje que el anterior. Duraba más tiempo que el anterior. De modo que lo único que podíamos esperar con la muerte de Perón y con el poder en las manos de Isabel Perón y López Rega era que llegara el momento del golpe de Estado.
Además se esperaba que esto fuera muy pronto. Cualquier hombre de la calle podía decir en aquella época que Isabel no iba a durar tres meses. De modo que antes de esos tres meses nosotros decidimos preservarnos pasando a la clandestinidad. Y esto fue un grave error estratégico, un error político. Aquel hecho del 1° de mayo de 1974 se agudiza con el pase a la clandestinidad.
¿Cómo se llega a sumar las FAR a Montoneros? En los años ’70 había múltiples organizaciones: organizaciones que nacieron como peronistas, otras que nacieron como marxistas leninistas, un partido comunista armado, otras con posiciones maoístas y otras con posiciones troskistas. Y surgió una con una posición intermedia de naturaleza guevarista que eran las Fuerzas Armadas Revolucionarias (FAR). Roberto Quieto era el máximo referente de las FAR. Las FAR luego de un corto proceso de existencia como organización pública, a través de un debate interno, define como tesis central el tema del nacionalismo popular revolucionario.
Su dirigente máximo en ese entonces era Olmedo, que murió en un enfrentamiento en Córdoba poco después. Olmedo desarrolló esta tesis de que la estrategia y la identidad política del proceso que requería una formación social era de naturaleza nacionalista-popular-revolucionaria. Y que el movimiento político y social que expresaba en la realidad concreta esto era el peronismo.
De modo que las FAR convergieron en peronistas. Se dio un proceso de fusión de organizaciones en el cual las organizaciones eran convergentes en la medida que había mayor afinidad política. Las FAR convergieron más tardíamente al peronismo y, en ese sentido fue la última organización que se fusiona dentro de la organización Montoneros. El máximo referente de esta organización era Roberto Quieto. Y Roberto Quieto formó parte de la conducción integrada de algunas organizaciones. Si bien no era el número uno de la organización –era el número tres-, pero públicamente era el número dos, por ser el número uno de la FAR. Roberto Quieto tuvo una significación política importante en los años ’73 y’74.
¿Cómo murió Roberto Quieto? Quieto tenía una situación familiar. Estaba separado de su esposa. Su esposa no era militante, pero tenía sus hijos a los que quería ver, tenía a su madre y a sus hermanos. Y él cometió la grave imprudencia de ir un día a una playa de Vicente López con toda su familia: la madre, los hermanos, la esposa, los hijos, etc. Y aparentemente fue reconocido por alguien que lo denunció y fue detenido en la playa.
Exigió la identificación de los que lo detenían -todavía estaba el gobierno de Isabel en el año ’75-, si bien había represión, los marcos jurídicos formales existían, distinto a lo que fue le proceso después. Quieto exigió en público delante de sus familiares la identificación de quiénes lo detuvieron. El jefe del procedimiento era de policía federal. Pero al día siguiente de estar detenido Quieto desapareció y las fuerzas policiales negaron la detención y no hubo más cómo ubicarlo. Y fue, en cierto modo, el primer desaparecido de lo que sigue después. Yo creo que hubo otros desaparecidos antes, otros casos aislado antes. Pero éste fue un caso de gran repercusión periodística.
Fue un desaparecido que anticipaba lo que iba a ser el método de las desapariciones después. Evidentemente, como todos los desaparecidos, Quieto fue sometido a las peores torturas que uno se pueda imaginar. Nosotros no tuvimos nunca más información de él, pero sí tuvimos evidencia de delaciones de él durante la tortura. Cayeron cosas conocidas por él en la tortura.
¿Qué impacto tuvo la muerte de Quieto? Fue un impacto político y emocional muy fuerte para nuestra fuerza. Nuestra fuerza en su ideología tenía como un elemento significativo el tema del «hombre nuevo». No era sólo una sociedad nueva, un cambio de estructura, un cambio de marco jurídico o un mero cambio de propiedad de los medios de producción; se trataba de una sociedad nueva también culturalmente, espiritualmente. Una sociedad que construya un hombre nuevo y ese hombre nuevo era el futuro de la sociedad. Se suponía que los militantes revolucionarios tenían que aproximarse o ser casi ese hombre nuevo.
De modo que la evidencia de un quiebre en la tortura de un cuadro en la jerarquía de Quieto ponía en crisis estos conceptos. ¡Cómo era posible que aquél que tenía que ser el hombre nuevo pudiera cantar en la tortura! Este fue el problema. Nosotros establecimos a partir de ahí dos cosas. Por un lado, un juicio en ausencia a Quieto, que tenía un valor realmente simbólico. Sabíamos que no tendríamos ningún rastro de él. Era un juicio que en definitiva implicaba establecer jurisprudencia para la conducta ante la represión que se avecinaba. En ese juicio Quieto fue condenado por cantar en la tortura, condenado por delación. Tenía la intención de decir “no admitimos la delación, no nos parece razonable que alguien delate, aunque las torturas puedan ser muy tremendas”. Porque la delación es el verdadero óxido que destruye una organización clandestina.
Si no existiera la posibilidad de la delación, no sería posible destruir una organización clandestina. Ésta es la realidad. Éramos todos muy conscientes de eso. Hay una película muy famosa que es La batalla de Argel, que muestra cómo la tortura destruye el Frente de Liberación Argelino. A raíz de ese proceso, nosotros decidimos establecer que los medios de conducción no tenían que ofrecer el margen de la delación en la tortura. Y la única forma de evitar eso -nadie puede garantizar antes de pasar por la tortura que no va a hablar- era morir antes de la tortura.
Y allí fue que se estableció para los miembros de la conducción la obligatoriedad de la pastilla de cianuro, para no entregarse vivo. ¿Para qué la pastilla de cianuro? Porque uno podía estar armado y combatir, pero eso no garantizaba que no cayera vivo. Uno puede ser capturado vivo. Uno puede caer herido, y se te acaban las balas y a pesar de estar armado y de combatir se puede caer vivo. Todos tenemos un ejemplo muy claro: el “Che” Guevara fue capturado vivo, y si el “Che” Guevara fue capturado vivo ¡Quién podía garantizar que no! De modo que establecimos la pastilla de cianuro. Y esto fue un gran debate dentro de la organización.
En realidad, la conducción recibió una crítica generalizada de la organización, que consistía en decir que se establecía un privilegio para los miembros de la conducción. Los miembros de la conducción teniendo pastillas de cianuro tenían el privilegio de no ir a la tortura y el resto de los militantes no tenían esos privilegios. Y allí fue entonces que se decidió generalizar la pastilla de cianuro para evitar la delación en la tortura.
¿Qué sucedió tras el pase a la clandestinidad? Lo que ocurrió fue que cuando nosotros pasamos a la clandestinidad, como dije antes, esperábamos que el golpe de estado se produjera inmediatamente. Eso no ocurrió. Ocurrió una estrategia política del golpismo que fue conocida como la estrategia del fruto maduro, que consistía en dejar al gobierno de Isabel hasta el hartazgo de la sociedad, hasta que hubiera casi un clamor golpista.
Esto nos puso en la situación de haber pasado a la clandestinidad y que no obstante siguiera en curso un proceso político -con depresión, con violencia, con una guerra civil, que a cualquiera lo podían matar en la calle-, pero un proceso político al fin. Y como nosotros no habíamos pasado a la clandestinidad solamente para una autopreservación personal, sino como parte de una organización que pretendía tener una estrategia política, pues no podíamos tener una estrategia política que ignorara la existencia de un parlamento, de un margen de libertad de prensa, que ignorara la existencia de elecciones periódicas, etc.
De modo que se hizo necesario en cierto modo un paso atrás en la idea de pasar a la clandestinidad y construir estructuras políticas legales. E inclusive hubo un momento, cuando Rocamora fue ministro del Interior del gobierno de Isabel, que hubo un discurso del gobierno que intentaba una especie de apertura del diálogo y nosotros tomamos el guante. Buscamos el diálogo con el gobierno planteando como requisito que terminara el accionar de las tres A.
Ése era nuestro requisito básico y esto implicaba desplazar a López Rega, que no tenía absolutamente ningún consenso político. Uno podía tener diferencias con Lorenzo Miguel, pero él representaba una base social, tenía poder político, era una cosa perfectamente reconocible. Uno podía tener diferencias políticas con Martiarena, pero él era un líder político en Jujuy. Aún con sectores como el Comando de Organización o Guardia de Hierro. Eran sectores de activismo político reconocibles.
Pero la Triple A no era activismo político reconocible, era una organización de mercenarios y López Rega no tenía ninguna base de representación política… El único requisito nuestro era «cortemos con la Triple A y quitémosle poder político a López Rega, que no representa a ningún poder político».
Pero no fue factible, no hubo eco, porque había ya una presión militar sobre el gobierno de Isabel, que de algún modo solamente toleraba al gobierno a pesar de todas sus inconsistencias en la medida en que fuera una avanzada de represión de lo que iba a ser después el proceso. Si el gobierno de Isabel hubiera querido dar marcha atrás a esta represión, automáticamente perdía el mínimo respeto, podríamos decirlo así, que el sector golpista tenía sobre él.
¿Cuál era el objetivo de Montoneros? La estrategia no era también salvar gente. Si hubiésemos tenido esa estrategia directamente no empezábamos. La estrategia nuestra era transformar la estructura del poder en la Argentina, no salvar gente. Una cosa es concebir una política desde el punto de vista de lo que podemos llamar «Amnesty International», que se dedica a salvar gente y otra cosa es una política planteada desde el punto de vista de una estrategia de poder que pretende modificar la estructura de toda la sociedad. El objetivo de una organización humanitaria es salvar gente.
El objetivo de una organización política no es salvar gente, es tomar el poder con el mínimo costo posible. Estando legitimado en aquellas circunstancias a nivel mundial el planteamiento el carácter bélico de guerra revolucionaria, o la guerra de guerrillas, en la que podemos tomar el caso cubano o la guerrilla urbana con insurrección final del caso argelino, o la guerra denominada guerra regular o irregular, en la guerra de Vietnam.
El general Perón en sus escritos y en las películas desarrollaba con toda claridad estos conceptos, el concepto del desarrollo de la resistencia a la opresión, legitimada por la propia Iglesia, está legitimado por el Derecho Internacional, que estuvo expresado con toda claridad en los fundamentos de la Ley de Amnistía del año ’73. Se encara una estrategia de toma de poder que presupone un enfrentamiento violento, hay bajas, hay costos humanos y cualquier militante que participa voluntariamente en esto sabe que se juega su vida. No es lo mismo si uno recurre a una leva obligatoria, a un servicio militar obligatorio, en esos casos se obliga a una persona a jugar su vida al margen de su voluntad.
No es el caso de una organización política clandestina, que solamente cuenta con el consenso absolutamente explícitamente voluntario de cada uno de sus militantes, minuto a minuto. No hay nada más fácil que desertar de una organización clandestina: nadie sabe tu nombre, si conocían tu nombre legal, nadie sabe el nombre de tu documento falso, nadie sabe tu domicilio, nadie sabe tu cobertura, cómo te presentás frente a la sociedad, frente a tu barrio.
Es muy fácil, no concurrir a una cita y separarse de la organización. Eso es todo lo que hay que hacer. De modo que el concurso explícito de la voluntad cotidiana de los militantes es lo único que hace posible el desarrollo de esa estrategia de lucha. De modo que el planteamiento de salvar gente hay que tomarlo en aquel contexto, como planteamiento de la mayor seguridad posible de los militantes. Se los sacaba del país, volvían a entrar, no estaban todo el tiempo adentro, se hacían todas las operaciones logísticas que permitieran garantizar su seguridad.
Se buscaba la mayor ampliación de espacio posible porque éramos conscientes de que esa ampliación de espacio político hacía a la seguridad y hacía a la eficacia de la lucha. En este contexto está planteada.
¿No se expuso la vida de mucha gente? Nosotros tuvimos la decisión política de resistir hasta el final, podíamos haber podido tomar la decisión política de no resistir. Esto es lo que hay que discutir, si es correcto o incorrecto. Yo creo que fue correcta la decisión y que fue moralmente la única que podíamos tomar, después de iniciada la lucha. No hubiera sido moralmente legítimo iniciar la lucha en el año ’70 y en el año ’77 decir «No, como se puso muy fea, ahora nos borramos». No era decoroso, eso no es consistente. Nosotros tuvimos una decisión que la tomamos desde el primer día, desde que se funda la organización. No en vano teníamos una consigna «Perón o muerte» al principio, y luego «Patria o muerte».
¿Qué papel tuvo la resistencia en el país? Al hacer una evaluación histórica de ese tipo de conducta debemos hacer algún grado de comparación. ¿Cuál es el patrón de medida del error o del acierto? No hay diferencia ideológica entre Videla, Figueredo en Brasil, Pinochet en Chile, Banzer en Bolivia. Sin embargo, el golpe de Brasil duró veinte años y se salió con la transición, gobernadores civiles y presidente dictatorial.
Pinochet, después de más de 20 años sigue en el poder. Hay un poder civil que tiene que contemporizar con el poder constitucional de Pinochet frente a las Fuerzas Armadas. Videla no es ni siquiera un militar en retiro. ¿Qué hizo la diferencia? ¿La ideología? No. ¿Por qué un proceso duró siete años y terminó en una catastrófica derrota política de sus dirigentes?
Otro dura 20 años y no hay derrota política de sus dirigentes y otro se da el lujo de desarrollar una transición con sus adversarios del pasado en el poder y permanecer en el poder como Pinochet ¿Dónde está la diferencia? La diferencia está en la resistencia y esa resistencia, es la resistencia social, es la resistencia que desarrolló el movimiento obrero contra la dictadura argentina, y que no se vieron claramente en Brasil o en Chile.
Es la resistencia de los organismos de derechos humanos planteados como estrategia de resistencia dentro del país, y no solamente como denuncia por violación de derechos humanos en el exterior, que es los que ha distinguido a las organizaciones de derechos humanos en la Argentina frente a sus similares en la región. Es la resistencia armada contra ellos. Los chilenos, al poco tiempo del golpe de Estado, no tomaron la decisión de resistir hasta el final, tomaron la decisión de irse todos. Pinochet todavía está en el poder. Entonces, la estrategia que se siguió en la Argentina era preferible a la que se siguió en sus países vecinos.
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