El peor accidente ferroviario de la historia de Rusia tuvo lugar en la noche del 4 de junio de 1989 entre las localidades de Asha y Ufá. Sin embargo, los trenes no llegaron a colisionar, sino que fue fruto de una negligencia por la fuga en un gasoducto que provocó la explosión al paso de los dos trenes. Fallecieron 575 personas, muchos de ellos niños.
Las personas que hubieran sido testigos el 4 de junio de 1989 del catastrófico accidente ferroviario que tuvo lugar entre la localidad de Asha y Ufá, en la República de Bashkortostán, no podrían dar crédito a sus ojos. Dos trenes cargados de pasajeros, con destino principalmente al Mar Negro, estallaron al pasar uno junto al otro sin tocarse. El “enemigo invisible” había vuelto a hacer acto de presencia.
La línea ferroviaria Kúibyshev es una línea perteneciente a la empresa estatal Ferrocarriles Rusos y conecta importantes ciudades del Volga medio. La sede de esta línea es la estación de Samara, ciudad precisamente conocida como Kúibyshev durante la época soviética en honor a un revolucionario ruso. Con una longitud de 11.502 kilómetros, la línea como tal fue inaugurada en 1936.
Este ferrocarril conecta las repúblicas de Bashkortostán –también conocida como Bashkiria– y Tartaristán con regiones como Uliánovsk, Samara, Cheliábinsk o Riazán. Todas ellas zonas de vital importancia industrial, además de albergar las más grandes refinerías de petróleo, plantas químicas y empresas de defensa.
Nueva negligencia El historial de negligencias ocurridos en la Unión Soviética es largo y éste fue uno de los últimos en producirse, tan solo tres años antes de la disolución del imperio soviético. El 3 de junio de 1989, horas antes del accidente, ingenieros soviéticos próximos a las localidades de Asha y Ufá, a unos 1.500 kilómetros de Moscú, detectaron un descenso en la presión de uno de los gasoductos que discurre paralelo a la ruta del Transiberiano. El gasoducto transportaba gas licuado del petróleo (GLP) y, en lugar de investigar el problema para buscar una solución, los responsables decidieron aumentar la presión para mantener la presión en la ruta de transporte.
Como resultado de estas acciones, a través de la grieta de casi dos metros que había en la tubería, se concentró una considerable cantidad de propano, butano y otros hidrocarburos fácilmente inflamables. En el valle se fue formando una especie de 'lago de gas'.
El 4 de junio de 1989 a las 1:15 hora local (3 de junio a las 23:15 hora de Moscú), dos trenes en direcciones opuestas se aproximaron sin entrañar peligro alguno. Cubrían el trayecto Ádler–Nizhnevártovsk, conectando esta última ciudad siberiana con la primera, una zona costera de vacaciones muy popular cerca de Sochi.
Los dos trenes iban repletos, con más de mil pasajeros, entre ellos un gran porcentaje de niños que se dirigían a disfrutar de sus vacaciones de verano. Los trenes llegaron al punto en el que se había formado la nube de GLP y las chispas que salían del roce de las vías con la locomotora fueron el detonante que provocó una sucesión de violentas y rápidas explosiones.
La magnitud de las detonaciones fueron equivalentes a diez kilotones de TNT –la explosión atómica de la bomba Little Boy en Hiroshima fue de trece kilotones–, destruyó 37 vagones y las dos locomotoras, siete de los vagones fueron reducidos a cenizas, los árboles fueron arrancados del suelo dentro de un radio de cuatro kilómetros del epicentro de la explosión y las ventanas a doce kilómetros estallaron. La explosión provocó una columna de fuego en el cielo nocturno visible a más de 96 kilómetros de distancia.
Según cifras oficiales 575 personas murieron en la tragedia, incluyendo nueve miembros de un equipo de hockey y 181 niños. 623 personas quedaron discapacitadas por las graves quemaduras y lesiones. Fuentes no oficiales situaron el número de víctimas mortales en 645, pero el alcance de víctimas mortales, no obstante, podría no ser exacto, ya que muchos cuerpos quedaron incinerados por la bola de fuego.
El entonces presidente de la Unión Soviética, Mijaíl Gorbachov, acompañado del presidente del Gobierno, Nikolái Rizhkov y el ministro de Defensa, Dmitri Yazov, entre otros, suspendieron la agenda gubernamental y se desplazaron a la zona afectada. El 5 de junio fue declarado día de luto en toda la Unión Soviética.
El accidente es el más grave de la historia ferroviaria de Rusia y el tercero de Europa tras los ocurridos en 1917 en la localidad francesa de Saint-Michel-de-Maurienne y el de Ciurea, Rumania, ambos por descarrilamiento. El de Ufá fue el más importante en Europa desde aquellos dos.
Por otra parte, 25 años después de la tragedia, no existe una explicación oficial acerca de la fuga del gas licuado. Hay varias teorías, entre ellas desperfectos ocasionados en 1985, cuatro años antes del accidente, por una excavadora durante la construcción del gasoducto. Otras apuntan a teorías conspirativas, como la que defiende el autor estadounidense Thomas C. Reed en su libro de 2005 At the Abyss: An Insider's History of the Cold War, en un hecho conectado con el sabotaje del gasoducto de Siberia en 1982, en el que volverían a estar implicados los servicios de inteligencia estadounidenses.
En la estación de Ulu Telyak, en la República de Bashkortostán y estación más próxima a la catástrofe, se erigió un monumento en honor a las víctimas.
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