Los números finales del terrible accidente arrojaron la cifra de 55 muertos y varias decenas de heridos. Se constituyó en uno de los peores accidentes ferroviarios de la historia argentina.
Por Nito Bertorello (*)
A lo largo de mis casi 40 años como periodista de LA VOZ DE SAN JUSTO, una de las tantas notas que me tocó cubrir y que dejó en mí un amargo recuerdo que todavía no he podido olvidar, pese a los casi 45 años transcurridos, fue la tragedia ferroviaria de Sa Pereira, ocurrida en un paso a nivel sobre la ruta nacional 19 (hoy autovía), una madrugada calurosa y húmeda del sábado 25 de febrero de 1978. Es decir, que en hoy se cumplirán 42 años, cuando el tren "Estrella del Norte" que venía desde Tucumán embistió a un camión que transportaba latas de conserva y grasa bovina de un frigorífico de la localidad entrerriana de Santa Elena, y que dejó el saldo de 55 muertos y 56 heridos, entre grandes y chicos, todos pasajeros del tren que se dirigía hacia Retiro y que llevaba a algo más de 2 mil pasajeros (2.130 exactamente).
Fue una de las tragedias más graves de la historia ferroviaria argentina, y como es de suponer tuvo un impacto tremendo en nuestra zona y fue el comentario obligado por muchos días. Los medios periodísticos de ese entonces que se hicieron eco del tremendo suceso, comentaban los momentos previos al accidente, destacando que "faltaban unos dos mil metros para el cruce, y el maquinista Antonio Gore hizo sonar el silbato de la locomotora, porque sabía que estaba cerca de un paso a nivel peligroso. La alarma del cruce hizo sonar su chicharra estridente al tiempo que se encendían los semáforos rojos intermitentes.
Arnaldo Rubén Bianchini, que piloteaba el camión del frigorífico, llegaba entonces al cruce cuando un micro de la empresa "El Serrano" cruzaba las vías. Había otros vehículos detenidos a ambos lados del paso a nivel, pero Bianchini siguió al colectivo y aceleró para pasar, cuando al mirar a su derecha vio venir el tren y oyó esa terrible bocina; pisó más su acelerador, al que el pesado camión respondió despacio...muy despacio. Eran las 7.22 de la mañana, Héctor González, un vecino del lugar, a sólo metros del paso a nivel vio al colectivo pasar y no pudo menos que pensar ¡qué bárbaro...! y más sorprendido quedó cuando vio al segundo vehículo -el camión- que quería ganarle una carrera al tren. Pensó lo peor y... pasó lo peor... González no podía creer lo que veía y se agarraba la cabeza con las manos....Vio el impacto, quiso gritar, gritó, pero ya la historia no podía volver atrás, ni siquiera tan sólo unos segundos.
El estruendo y el acoplado pulverizándose, volaba por el aire en medio de una nube de polvo, tierra, pastos y raíces. La locomotora había saltado de las vías y se desplomaba volcando paralela a las mismas. El tren siguió su recorrido por cientos de metros, hasta que dos coches se fundieron incrustándose en un abrazo de hierros y maderas. Se escuchaba entonces el alarido de espanto y dolor que creció y después se fue apagando hasta convertirse en un coro desentonado de quejidos...".
Recuerdo que juntamente con los bomberos de San Francisco, a cuyo mando iba el recordado "Negro" Raúl Dosanto, fuimos los primeros en llegar al lugar del accidente. Yo iba en una ambulancia que manejaba un exempleado de la empresa Rosso Hnos., que ya murió, junto con un doctor de apellido Castellano, de la Clínica Cruz Azul. Gente que gritaba de dolor pidiendo ayuda, atrapada entre los hierros retorcidos, ya que dos o tres vagones, como señalo líneas arriba, que cerraban la formación del convoy, se habían incrustado uno dentro del otro. Tal había sido la magnitud del impacto con el camión que fue despedido como a 150 metros, y cuyo conductor resultó ileso, y ese fue el panorama con que nos encontramos a nuestro arribo. La máquina del convoy había saltado de las vías yendo a parar, tumbada, en un campo aledaño.
Dejó un luctuoso saldo de 55 muertos y varias decenas de heridos. (Archivo)
Bien pronto comenzaron a llegar bomberos de otros lugares como Rafaela y Santa Fe, médicos y enfermeras, que también se agregaron a las tareas de rescate que ya habían comenzado los bomberos de San Francisco, entre los cuales puedo mencionar al propio Dosanto, a Rubén Ferreyra y Roque Delgado, entre otros, cuyos nombres escapan a mi memoria.
Pero lo peor vino cuando se pudo zafar a los vagones que estaban incrustados unos con otros, y aparecer en escena los cadáveres de pasajeros ya muertos, entre ellos varios niños (que fue lo que más me impactó), prácticamente aplastados por la acción de la tremenda colisión que generó el choque, lo que hizo que los últimos vagones, penetraran, si cabe el término, dentro de los otros. O sea, que prácticamente "barrieron" con las personas que iban en los mismos. Fue para mí, un momento de tensión sumamente difícil de superar, tanto es así que no sé cómo hice para redactar -reitero-, la nota sobre ese accidente tan terrible, que como destaco dejó el saldo de casi 60 muertos.
Fue, sin dudas, una verdadera tragedia, quizás una de las más graves de la historia de los ferrocarriles argentinos.
(*) Periodista jubilado, que integró el staff de la redacción de LA VOZ DE SAN JUSTO
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