Podríamos definir a Julio César como un hombre político valiente y sagaz, escritor talentoso, un personaje brillante y mundano y estimado por la multitud. Carecía por completo de escrúpulos y fue un excelente soldado, pero también era un individuo con altísimas ambiciones personales.
Roma necesitaba liderazgo después de décadas de una paz precaria tras la guerra civil de 88 a.C. En 60 a.C., tres individuos formaron el primer Triunvirato, o gobierno de tres, para restaurar el orden. César era el miembro más joven. Al año siguiente los agradecidos romanos lo nombraron cónsul, primer cargo administrativo del gobierno. Un cónsul era como un primer ministro o un fiscal general y ahora tenía la oportunidad para suplantar a sus dos rivales; y para ello necesitaba un ejército y dinero.
Para conseguirlos asumió el gobierno de la Galia Cisalpina y de la Narbonense, una región de la Galia Transálpina. Allí permanecería nueve años y, al mismo tiempo que libraba duros combates, se dio tiempo para escribir “La Guerra de las Galias”, memoria detallada de su actuación durante ese período.
En la Galia, cada tribu luchaba contra las demás, en interminables guerras de pillaje. Atraídos por las riquezas de esa región, los romanos, los germanos y los helvecios la invadieron al mismo tiempo. En tres años y atacando con apenas tres legiones, César conquistó el país.
Batió duramente a los helvecios, rechazó a los germanos y cubrió a la Galia con una red de fortificaciones. Al finalizar la campaña disponía de diez legiones formadas por soldados romanos, caballería gala y germánica, arqueros cretenses y egipcios y honderos de las Islas Baleares.
De acuerdo al historiador griego Plutarco, la campaña de Julio César en las Galias tuvo como resultado 800 ciudades conquistadas, 300 tribus celtas y germanas subyugadas, un millón de personas vendidas como esclavos y otros tres millones muertas en el campo de batalla y en múltiples razzias.
Ciudades enteras como la Numancia celtíbera, la Alesia gala o la Masada judía fueron sitiadas por las legiones romanas y sus poblaciones perecieron en masa, por el hambre, la peste o por decisión de sus habitantes que prefirieron matarse a sí mismos antes que caer en manos de los legionarios y ser violados, asesinados por vendidos como esclavos. El Imperio Romano durante siete siglos exterminó y esclavizó a millones de personas.
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