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Foto del escritorMuseo Negro

MASACRES HUMANAS: Gengis Kan


Gengis Kan (nacido entre 1162 y 1167, y muerto en 1227). Antes de convertirse en Gengis Kan (escrito a veces Chingis Khan) se llamaba Temüjin. A la edad de trece años se volvió jefe de un clan desesperadamente pobre de mongoles nómadas. Temüjin estaba hambriento de poder, así que puso manos a la obra combatiendo y derrotando a otros clanes, entre otros a los naimanes y tangutos (nombres que hoy día nadie recuerda pero que entonces eran importantes). En 1206, cuando los uigures turcos le rindieron pleitesía, tomó el nombre de Gengis Kan, que significa “gran jefe” o “rey universal” . 


En varias campañas, iniciadas en 1211, asoló el imperio de China septentrional y otros territorios de Asia oriental. A su muerte el Imperio Mongol se extendía desde el mar Negro hasta el océano Pacifico. 


La Horda Azul, como eran conocidos los mongoles, invadió la China de los Kin arrasándola. En el asedio a Pekín la peste, que ya recorría las estepas, se extendió rápidamente debido a la cantidad de cadáveres putrefactos y a las ratas infectadas que eran catapultadas al interior de las ciudades. Durante los asedios, los mongoles desviaban cursos de agua, provocando sed o inundaciones, y terribles máquinas lanzaban «fuego griego» (un chorro de fluido ardiente). Después de una tregua en el verano de 1215, Pekín capitulaba. Despreciando la suntuosidad de la impresionante metrópolis china Gengis Khan se retiró hacia el norte mientras sus tropas la exterminaban y saqueaban. 


Estas atrocidades eran producto de una visión nómada de la vida que llevo a los mongoles a la política de «tierra quemada», a convertir en desierto las tierras conquistadas. De este modo las zonas muy fértiles fueron restituida a la estepa mientras se asesinaba a miles de personas. 


El terror que evoca la mención de los mongoles está directamente relacionado con la terrible devastación que se abatió sobre Asia central entre 1219 y 1221. Las ciudades que ofrecían resistencia eran arrasadas hasta sus cimientos y su población exterminada. En dos años conquistaron todos los grandes centros comerciales de Asia central. 


En Merv se alzaron macabras pirámides con las cabezas de hombres mujeres y niños. En Nishapurt Herat hubo también horribles masacres. El desierto recuperó lo que los siglo de civilización le habían arrancado laboriosamente. Privadas de su base agrícola, multitud de ciudades de Asia central empequeñecieron o desaparecieron. A duras penas se salvaban algunos artesanos, condenados a la esclavitud, y los imanes. Los carruajes repletos de botín y de mujeres partirán hacia Mongolia.

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