El 16 de junio, aviones navales arrojan bombas sobre la Casa de Gobierno, que debía ser asaltada por infantes de Marina: Perón no se encuentra allí. La CGT convoca una concentración en Plaza de Mayo; el bombardeo con mas de 30 aviones deja 300 muertos y unos mil heridos. Al atardecer, Perón anuncia que el movimiento ha sido sofocado, y poco después se produce el incendio de las iglesias.
Hay 800 detenidos; se disuelven la Infantería de Marina y la Aviación Naval; suicidio del contraalmirante Gargiulo, uno de los jefes sublevados. El 5 de julio Perón propone una tregua política, anuncia el fin de la revolución peronista y convoca a la pacificación. El día había amanecido lluvioso; la temperatura no superaba los 4 grados y la rutina de la ciudad era la normal. A las 12.40 se arrojaron 10 toneladas de bombas que provocaron más de 300 muertos entre mujeres, trabajadores y niños. Muchos más de 50 fueron reconocidos en las morgues por sus delantales blancos. Entre quienes allí cayeron había peronistas, antiperonistas, católicos, creyentes de todo credo, ateos, todos argentinos asesinados en nombre de Cristo, de la libertad y de la democracia.
GOLPE DE ESTADO: EL 16 DE JUNIO DE 1955 TREINTA AVIONES DE LA MARINA DE GUERRA Y LA FUERZA AÉREA DESCARGARON CATORCE TONELADAS DE BOMBAS SOBRE PLAZA DE MAYO:
Era un día de semana. Era el 16 de junio de 1955. Se esperaba el medio porque estaba previsto el paso de una formación de aviones militares en desagravio a la quema de la bandera nacional ocurrida días antes. Había cierta cantidad de curiosos algo expectantes, periodistas y sobre todo, un número importante de peatones y transeúntes que iban o venían de sus lugares de trabajo, un lugar repleto —como se sabe— de oficinas públicas. Incluso se pensaba que por las condiciones climáticas el paso de los aviones iba a ser suspendido para mejor oportunidad. Pero de golpe aparecieron sobre el horizonte y enfilaron hacia la Plaza de Mayo.
Inmensos fueron la sorpresa y estupor de todos los presentes cuando comprobaron en carne propia que esos aviones descargaban sus metrallas y bombas sobre sus humanidades y la Casa de Gobierno. Uno de los bombazos horadó de lleno un ómnibus de transporte de pasajeros, despanzurrándolo por completo. Otro impacto pegó sobre un transporte escolar repleto de niños provincianos de visita en la gran ciudad, que iban a ir a saludar a su despacho al Presidente de la República. Se trataba de un golpe militar con el fin de derrocar a Juan Domingo Perón e incluso asesinarlo. Eran aviones de la Marina de Guerra en su gran mayoría y algunos de la Fuerza Aérea. Los aviones marineros eran veinte North American-AT 6; cinco Beechcraft-AT 10 y cinco Catalina. Se calcula que el total de kilogramos arrojados alcanzó los 13.800, es decir casi 14 toneladas de bombas. Un verdadero genocidio y caso único en la historia de la humanidad en que una fuerza aérea bombardea a sus connacionales y gasta en el intento más kilos de explosivos que los usados por la Luftwaffe alemana en el bombardeo de Guernica, durante la Guerra Civil Española.
Luego de tos primeros momentos de lógica confusión y desorden, las tropas leales al gobierno organizaron la defensa del lugar con fuego antiaéreo y el ataque a aquellos bastiones de los insurrectos, tales como el Ministerio de Marina. Un número importante de civiles peronistas tomó por asalto las armerías del centro y se sumó a la defensa, a su vez acrecentada por cantidades de camiones llenos de obreros que venían de los barrios capitalinos más humildes y del conurbano bonaerense, que padecieron así, los estertores del bombardeo aéreo. aviones de la Marina de Guerra en su gran mayoría y algunos de la Fuerza Aérea. Los aviones marineros eran veinte North American-AT 6; cinco Beechcraft-AT 10 y cincoCatalina. Se calcula que el total de kilogramos arrojados alcanzó los 13.800, es decir casi 14 toneladas de bombas. Un verdadero genocidio y caso único en la historia de la humanidad en que una fuerza aérea bombardea a sus connacionales y gasta en el intento más kilos de explosivos que los usados por la Luftwaffe alemana en el bombardeo de Guernica, durante la Guerra Civil Española.
Resulta insólito, cínico, el argumento esgrimido por los agresores para justificar tantas muertes: Apenas comenzó el bombardeo, la CGT dispuso el cese de actividades en la ciudad y la inmediata concurrencia con sus afiliados a la Plaza de Mayo. Esta determinación absurda fue la principal causa de la crecida cantidad de víctimas que cayó esa tarde”. (1)
Con el tiempo se conocieron algunos de los nombres y apellidos de aquellos civiles y militares que se alzaron contra la Constitución Nacional con el fin de dar un golpe de Estado. Entre los aviadores genocidas estaba el primer teniente de aeronáutica Osvaldo Cacciatore, luego ya como brigadier, intendente de la ciudad de Buenos Aires durante la dictadura del general Lanusse (26-3-71/25-5-73).
También descargaron sus bombas sobre el pueblo indefenso, el teniente de navío Carlos Massera, hermano de Emilio, quien luego como almirante sería dueño de vidas y propiedades en la Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA), durante la última dictadura militar. Otro dato: el único civil beligerante que acompañaba en los aviones que bombardeaban y se recluye en Uruguay —es decir que ametralló y tiró bombas— fue Miguel Ángel Zavala Ortiz, luego canciller del gobierno radical de Arturo Illia. Para colmo, quien esperaba en la vecina orilla a los aviadores alzados, para gestionarles asilo y hospedaje, era Suárez Mason. Sí: el mismo Guillermo Suárez Mason, quien como general, 22 años más tarde estará a cargo de varios centros clandestinos de reclusión, de torturas y de desapariciones, bajo la responsabilidad del Cuerpo de Ejército que él comanda.
Es por demás evidente que toda esta gente de haber sido dada de baja y sancionada como correspondía oportunamente, le hubieran evitado a nuestra nación muchos momentos de tristeza, dolor e intolerancia. Por el contrario, con el triunfo de la autodenominada “Revolución Libertadora” —tres meses más tarde— fueron reincorporados a sus cargos militares y aun ascendidos en el escalafón militar. Lo concreto, lo inadmisible, es que un hecho salvaje que produjo alrededor de 350 muertos y más de 2.000 heridos nunca tuvo culpables ni condenados por la Justicia.
Un muchachito joven, de clase acomodada, circunstancialmente fuera del país, vio con claridad lo que ocurría. Era Ernesto “Che” Guevara. Le escribirá a su madre, desde México, en una carta fechada el 20 de julio de 1955: “... para quienes no hay escapatoria posible ante la historia es para los mierdas de los aviadores que después de asesinar gente a mansalva se van a Montevideo a decir que cumplieron con su fe en Dios; es impresionante (que en nuestro país) la gente llore porque le quemaron su iglesia dominguera (hace referencia a la quema de iglesias —en represalia a los bombardeos— por una turba anticlerical que veía a la jerarquía eclesiástica involucrada en los hechos), pero le parece la cosa más natural del mundo que revienten a la cantidad de ‘negros’ que reventaron. No te olvides (mamá) que muchos de ellos fueron a morir por un ideal”.
PARA SABER ALGO MAS... El saldo del 16 de junio: Muchos destrozos, 355 muertos y 600 heridos Al tiempo que prosigue el bombardeo, los infantes de Marina se dirigen hacia la Casa Rosada y el Ministerio de Guerra. Perón se encuentra en el sexto piso de este ultimo edificio, en la oficina de Lucero, a quien ha encomendado las tareas de defensa y represión.
La batalla dura varias horas. El Ministerio de Marina es rodeado finalmente por el Regimiento Motorizado Buenos Aires y tropas de la I División de Ejército. Los rebeldes esperan refuerzos, que no llegan nunca.
Al caer la tarde, a las 17:45, la sublevación está aplastada. Los amotinados que se atrincheraron en la sede naval se rinden. Son detenidos los contralmirantes Aníbal Oli-vieri —ministro de Marina, plegado a la insurrección—, Toranzo Calderón y Benjamín Gargiulo, al mando de la infantería de Marina.
Este último se suicida poco más tarde. En medio de la refriega, la CGT, a través de Eduardo Vuletich, ofrece al gobierno la participación de los obreros para reprimir el intento gol-pista. A esto, Perón responde enérgicamente cjue esa tarea corresponde a las Fuerzas Armadas y, más precisamente, al Ejército. Sin embargo , es de hacer notar que en el ataque al Ministerio de Marina intervienen grupos de obreros armados junto con los soldados leales.
Los pilotos causantes de la masacre vuelan a Montevideo y en uno de los aviones viaja el radical unionista Zabala Ortiz, así como otros complotados civiles. El saldo es, según el informe oficial, de 355 muertos y más de 600 heridos, la mayoría inocentes ciudadanos que transitaban por Plaza de Mayo.
A las 18:00 habla Perón a todo el país. Afirma que el levantamiento ha sido sofocado y que la situación está bajo el control de las fuerzas leales. Pide calma a la población.
En el libro "Del poder al exilio...", Perón señala que esa vez "insistí en rogarle al pueblo que evitara los excesos y se abstuviera de reacciones inconsultas. Dije que toda represión ilegal nos pondría en un mismo nivel con los rebeldes y que entonces seríamos juzgados con el mismo desprecio. Fue en esas circunstancias que algunos grupos de facinerosos, intentando sacar provecho del estado de confusión general, prendieron fuego a las iglesias (...) Los incendios iluminaron aquella noche de tragedia —agrega—. El rumor de lluvia y el crepitar del fuego se unían en una sinfonía infernal. Incendiaron la iglesia de San Ignacio, San Francisco, Santo Domingo, San Miguel y San Nicolás de Bari".
A esta lista proporcionada por Perón en 1956, durante su exilio de Panamá, deben agregarse los templos de La Merced, del Socorro, San Juan Bautista, la capilla de San Roque y la Curia Eclesiástica, y las iglesias de Asunción, en Vicente López y Jesús del Huerto, en Olivos. Nunca se aclaró quiénes fueron los responsables de estos incendios, y las especulaciones —sin pruebas— son obviamente ociosas. Lo cierto es que en ese momento el gobierno acusa a los comunistas como causantes de los vandálicos hechos.
La Iglesia y la oposición —eludiendo toda referencia a la masacre del 16—, sacan partido de las circunstancias y distribuyen panfletos en los que se reproducen conceptos de Perón del 1° de mayo de 1953: "Cuando haya que quemar, voy a salir yo a la cabeza de ustedes; pero entonces, si fuera necesario, la historia recordará la más grande hoguera que haya encendido la humanidad hasta nuestros días".
Un confuso episodio que fue protagonizado por Imaz Uno de los acontecimientos que precipitaron la aceptación de la renuncia del presidente Perón en la madrugada del 20 de setiembre fue el protagonizado por el general Francisco A. Imaz que, según distintas versiones, con una ametralladora en las manos y a viva voz, exigió que se diera curso a la dimisión.
Por lo general, los testimonios difieren. El general Sosa Molina dice que Imaz entró sin armas y que, ante una orden suya, se retiró del 5° piso del Ministerio de Guerra, en donde se reunía la junta. El general Forcher expresa que él fue el que le pidió a Imaz y a los oficiales que lo acompañaban que se retirasen, lo que así hicieron.
El general Tanco señala, en cambio, que Imaz y otros oficiales entraron con las armas en la mano y que él les dijo "cosas irreproducibles", pero que obedeció y se fue.
El general Imaz dijo, simplemente: "No quiero volver a hablar sobre este tema, ya que todo ha sido puntualizado y repetido con lulo de detalles". Se refiere, en este caso, a un informe de los protagonistas ante el estado mayor del Ejército.
El general Fernando Aliaga García afirma que Imaz encabezó la irrupción en la sala donde estaban reunidos los generales acompañado por los oficiales antiperonistas Rosas, Pujol Ricci, Pereyra, Miqri Pereyra potros, mientras que otro grupo se encontraba custodiando el edificio del Ministerio, que había sido copado por ellos, precisamente, para exigirle a la junta militar la aceptación lisa y llana de la renuncia de Perón.
Según el mismo Imaz, la junta pretendía obviar esa dimisión y pasar a resistir militar y civilmente el alzamiento. Tras este golpe de mano, el general insurrecto se hizo cargo del Ministerio de Guerra y todas las decisiones posteriores quedaron en sus manos. (Fuente "Yo Fui Testigo" Cernadad-Halac Libro N° 16)
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