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Foto del escritorMuseo Negro

La lucha del Chinche


“No creí pasar los 25 años con vida, y hoy tengo 52. Jamás pensé que íbamos a poder juzgar a los asesinos, y hoy se está haciendo. Siento que llegamos más lejos de lo que soñamos en su momento”. Quien confiesa esto a Cruz del Sur es Héctor “Chinche” Medina, secretario del Sindicato de los Trabajadores Telefónicos de Rosario (Sitratel), testigo y querellante en la causa Feced. Militante del PRT y de la Juventud Guevarista de Villa Gobernador Gálvez, estuvo detenido desde 1975 hasta 1980 y su hermano Oscar permanece desaparecido desde octubre del 76.

El Chinche dice que se le hizo duro abandonar el monte entrerriano en el que nació y vivió hasta los 12 años. Su madre y sus hermanos ya habían partido de allí para armar rancho en Villa Gobernador Gálvez y él, que se quedaba solo con su abuela y sin muchas opciones para enfrentar la pobreza del lugar, se vio empujado a seguir el mismo camino. Vivir amuchado con su familia en una casilla de chapa, madera y cartón no fue un cambio significativo para él, que sabía de carencias –de hecho, recién tendrá la oportunidad de pasar su primera noche en un lugar con luz eléctrica y piso de material cinco años después de su llegada a la ciudad, en un calabozo de Jefatura–.

El pasaje de la bucólica Entre Ríos a la suburbana y proletaria Villa Gobernador Gálvez del año 69 significó para el Chinche una forma de abandonar la niñez y entrar al mundo laboral en un ambiente que empujaba al trabajador a asumirse, también, como sujeto político y motor del cambio social. Así, a los 12 años el Chinche consiguió empleo en la construcción y enseguida le tocó votar en una asamblea definiéndose a favor de ir a la huelga.

Tres años después, el Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP) secuestra al gerente del frigorífico Swift y cónsul honorario británico, Stanley Sylvester, y como parte de las negociaciones logra que la empresa reparta comida y frazadas a sus trabajadores y a familias de los barrios humildes de la ciudad. Cuenta el Chinche que ahí se dio cuenta de que existían dos ejércitos: “Uno que defendía a los ricos y otro que defendía a los pobres”.


“Sin dudas fue el primer invierno que pasé sin frío ni hambre. Esa actitud me despertó una gran admiración por el ERP y por el PRT”, confiesa Medina, quien por esos años participaba desde la Juventud de Acción Católica (JAC) en distintas actividades vecinales. Estando en la JAC conoció al cura Eugenio Zitelli, ex capellán de la Unidad Regional II, quien no tardó en expulsarlo de esa agrupación argumentando que su forma de pensar perturbaba al grupo y era contrario a la Iglesia.

“Hasta ahí yo me venía callando mi simpatía por el PRT, pero cuando Zitelli me raja me metí de lleno en el FAS (Frente Antiimperialista para el Socialismo –herramienta legal del PRT–). Desde la comisión vecinal, los domingos hacíamos losetas para cruzar zanjas, por ejemplo”, cuenta el Chinche, y agrega que durante ese período accedió a los materiales de lectura que lo fueron instruyendo en teoría política: “Me pasaron una publicación del PRT que se llamaba Curso de Iniciación Política, que estaba diseñada para los hacheros del norte, lo cual me ayudó mucho a mí que venía del monte”.


Para el cuarto congreso del FAS, Medina, con 16 años, está al mando de dos colectivos con compañeros que salen de su barrio hacia el barrio Tiro Suizo de Rosario para escuchar, al Gringo, Agustín Tosco y a Rodolfo Ortega Peña ante 25 mil personas.

La represión avisa a los Medina

Según reconoce el Chinche, a su familia la represión la empieza a golpear en 1974 cuando detienen a su hermano Oscar, siete años mayor que él y que era delegado gremial en los talleres Filippini, de Villa Gobernador Gálvez. “Mi hermano paró reclamando medidas de seguridad y cuando los dueños le ofrecen plata para que se quede en el molde él se niega y finalmente lo despiden. Yo creo que ahí empieza a haber un ensañamiento con nuestra familia”, reconoce el Chinche señalando un vínculo estrecho entre los titulares del taller y los militares. Luego de ser despedido, patrulleros y helicópteros rodean la casa de los Medina y a plena luz de día se llevan a Oscar tras plantarle algunos volantes del ERP.

“Con una cuñada mía fuimos a ver al cura Zitelli, que conocía a mi hermano porque también militaba en la JAC, para que interceda por él y me respondió: «En la provincia yo tengo influencia, pero se lo llevó la Federal, así que no puedo hacer nada. Yo tendría que entregarte a vos en lugar de tu hermano porque sos vos el que tiene que estar preso»”, recuerda el Chinche. Oscar recuperó su libertad con signos de torturas y se radicó en San Lorenzo convencido de militar en el PRT desde un lugar donde nadie lo reconozca.


El 20 de octubre de 1976 Oscar es detenido en un allanamiento en Villa Gobernador Gálvez diez días después de que el propio Zitelli bautizara a su hija menor. Desde ese momento, Oscar Medina integra la lista de desaparecidos por la última dictadura militar.

El calvario del Chinche

“En el 75 actuaba la Triple A y el municipio de Villa Gobernador Gálvez giraba a la derecha viendo fantasmas en todo lo que sea organización”, describe el Chinche el clima que se vivía cuando le tocó convertirse en el primer detenido menor de edad puesto a disposición del Poder Ejecutivo Nacional (PEN) en Rosario y pasar cinco años de su vida encerrado en manos del aparato represivo más cruel de la historia argentina.

“En esa época yo me había alejado de FAS y estaba en la dirección regional de la Juventud Guevarista. En el barrio Las Delicias yo trabajaba con un compañero que estaba en una organización juvenil de la vecinal. El 22 de octubre voy a visitarlo y hacen un allanamiento en su casa y yo caigo con él. Primero me llevan a la Policía de Menores, a la medianoche me pasan a Jefatura y cinco días después me devuelven a Menores, siempre aislado”, recuerda Medina.


Aprovechando que un preso le llevaba la comida, el Chinche pudo hacer sacar de la cárcel una carta a su madre avisándole que se encontraba detenido. Puesto a disposición de la Policía Federal, una abogada presenta un recurso pidiendo por su aparición. El día 28, el Chinche y otros militantes de la Juventud Guevarista son llevados a Tribunales Federales para declarar.

Medina cuenta que, uno por uno, veía salir en libertad a sus compañeros hasta que le llegó su turno y ocurrió lo impensado: “Caen con una hoja y ahí me comunican el número de decreto por el que quedo a disposición del PEN. Yo creo que en eso fue determinante Zitelli, que era parte de la Policía provincial porque era capellán de la Jefatura”.

Un mes antes del golpe de Estado, Medina es trasladado a la cárcel de Rosario y queda detenido allí en los pabellones de los mayores de edad. En esa oportunidad, el Chinche se cruza con Daniel Gorosito, un reconocido teniente del ERP desaparecido. “Lo traían todo destruido por la tortura”, recuerda el Chinche, y agrega que el 9 de septiembre trasladaron a 176 detenidos a la cárcel de Coronda y que le tocó tener a Gorosito como compañero de aquel desafortunado viaje y luego como compañero de celda. “Estuvimos un mes juntos hasta que nos separaron en celdas individuales y luego se lo llevan para matarlo, tal como se lo había prometido Feced en persona”, dice el Chinche.

El motín que realizaron los presos políticos protestando por su traslado fue en vano ya que se encontraban totalmente incomunicados. A Medina le tocó ser testigo de una partida que dice que nunca va a olvidar: “Se paró frente a mi celda y me imitó en un tic que yo tenía y se rió. «Vos vas a salir. Acordate de darle mis saludos a mi vieja, a mi mujer y mi hijo, y deciles que los llevo en mi recuerdo» me dijo”, recuerda emocionado el Chinche las últimas palabras que le oyó a Gorosito.

Una libertad esquiva

Tras pasar casi tres años en Coronda, Medina fue trasladado a Caseros, una cárcel a la que define como “terrible” por la falta de contacto con el sol. Un año y medio después, en julio de 1980 los diarios publicaban una lista con los nombres de 158 presos políticos que saldrían en libertad a raíz de una visita realizada por la Comisión Interamericana de Derechos Humanos al país. Aunque el Chinche figuraba en esa lista, otra vez la libertad se le volvió esquiva: mientras todos sus compañeros abandonaban el penal, Medina fue retenido por haber desertado del servicio militar –un absurdo, ya que se encontraba detenido por el propio Estado–.


Tras una protesta realizada por la organización Familiares en Buenos Aires, el Chinche finalmente recupera su libertad el 26 de julio de 1980. “Abandoné Caseros a media mañana y me crucé a un quiosco a preguntar cómo hacía para viajar a Rosario y para que me asesore con los billetes, que yo desconocía totalmente”, cuenta el Chinche entre risas.

El regreso a la casa de su madre, luego de los años de cárcel, aparece para el Chinche como una película: “Ya estaba oscureciendo cuando bajé del colectivo. Decidí ir caminando hasta casa. Me fui cantando bajito un chamamé y se empezó a sumar gente amiga del barrio para saludarme y acompañarme. Me daba orgullo saber que había salvado a muchos de ellos callándome en las palizas me dieron”, recuerda Medina.

La lucha de Familiares

A los 15 días de salir en libertad, el Chinche comenzó a participar en las actividades y manifestaciones de Familiares de Desaparecidos y Detenidos por Razones Políticas, de la cual su madre, Elisa, fue fundadora y militante hasta el final de sus días. Elisa murió hace dos años a cuatro meses de que se empezara a juzgar a los represores vinculados con la causa Feced, donde se investiga la desaparición de su hijo Oscar Medina.


“Cuando en el 86 Alfonsín firma las leyes de Punto Final y Obediencia Debida, mi vieja hace una huelga de hambre durante 16 días en el comité radical de calle Paraguay y se desafilia del radicalismo. Aún conservo una grabación de ella diciendo que la llenaba de orgullo ver a los hijos de desaparecidos gritarles a los milicos en la cara durante los juicios. Fue una luchadora”, dice el Chinche.


Entre las acciones realizadas por Familiares, Medina destaca la que lo tuvo como partícipe durante la visita del papa Juan Pablo II, en 1982, con la dictadura aún en el poder. “En Palermo y frente a todos los flashes de la prensa internacional desplegamos una bandera con la consigna «Aparición con vida de los detenidos desaparecidos». Ahí nos reprimieron y logré escabullirme entre la multitud. La gente nos insultaba gritándonos «ingleses»”, larga con una carcajada el Chinche. Ya en democracia, la visita de Joan Manuel Serrat a Rosario en 1983 es un buen recuerdo que guarda Medina.


En esa oportunidad el Nano no sólo recibió a representantes de Familiares sino que tras invitarlos a presenciar su recital en la cancha de Central les donó dos mil dólares. “Esto es para ayudarlos”, cuenta el Chinche que les dijo Serrat, y agrega que el destino de ese dinero fue invertido en un mimeógrafo, resmas de papel para las campañas por los derechos humanos, y en un depósito a distintas cárceles destinadas a los compañeros detenidos.

“Mis hijos me preguntan por mi historia y me acompañan en las marchas. Les gusta llevar la foto de mi hermano. Él sigue siendo su tío Oscar”, dice orgulloso el Chinche, aunque reconoce que no todos corrieron con su suerte y que aún queda la deuda de una reparación: “El setenta por ciento de los compañeros que pasó por lo mismo que yo no se pudo reinsertar en la sociedad y viven una marginalidad muy dura. En lugares como Reconquista, por ejemplo, hay casos de gente que no tiene trabajo por su pasado y hasta sus hijos sufren la portación de apellido. Siempre será necesario recuperar la historia a través de la memoria colectiva”,

Sebastián Stampella / Edición Impresa

Cruz del Sur

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