Las fuerzas del General Wenck no tenían recursos suficientes para detener al 9º Ejército de Estados Unidos. Eso era una realidad que cualquier oficial superior sabía. Pero, además, la mayoría de los oficiales generales estaban convencidos que la capital era indefendible con los recursos con que contaba la Wehrmacht en 1945. El Coronel General Guderian, Jefe del Estado Mayor del Ejército, le llamó la atención al OKW sobre ese punto y fue dado de baja el 6 de abril por sugerirle a Hitler, alzándole la voz, que se estaban cometiendo muchos errores y que era tiempo de negociar la paz.
Guderian fue reemplazado por el General de Infantería Hans Krebs. Sólo en el entorno de Hitler, en el bunker de la Cancillería, alejados de la realidad a varios metros bajo tierra, había quienes tenían la esperanza, más que la creencia, de que se podía defender la capital e iniciar la contraofensiva utilizando divisiones, con armas y suministros, que sólo existían en el papel y en los mapas de Hitler.
Sólo el Führer podía creer que los generales Wenck, Steiner y Busse tenían capacidad suficiente para rechazar a tres ejércitos perfectamente equipados y plenos de recursos, cuando los alemanes no tenían combustible, armamento, ni comida suficiente y menos unidades de reserva. Menos factible era que compañías de ancianos y niños de las Volkssturm y de las Juventudes Hitlerianas podrían impedir que tropas rusas, fogueadas en el Frente del Este durante casi cuatro años, arrasaran la capital. Menos aún era posible detener a tropas siberianas y asiáticas a quienes se les había prometido como recompensa arrasar y saquear Berlín a su libre antojo.
El mejor cambio de mando por presión de Guderian que hizo Hitler, aunque demasiado tarde, fue reemplazar a su policía, Heinrich Himmler que ostentaba el mando del Grupo de Ejércitos del Vístula, por un militar de carrera, el Coronel General Gotthard Heinrici, veterano del Frente del Este, con amplia experiencia en el manejo de grandes ejércitos.
Las fuerzas de Heinrici comprendían el 3er Ejército Panzer bajo las órdenes de otro veterano y extraordinario comandante de tanques, el General Hasso von Manteuffel, que ocupaba el frente norte de 153 km desde Berlín hasta Stettin; el 9no Ejército del General Theodor Busse que cubría 129 km a lo largo del Oder, hasta la confluencia del Niesse, donde flanqueaba al ejército del Mariscal de Campo Ferdinad Schörner, que poco después estaría escapando de Dresden al no poder seguir defendiéndola.
La ofensiva soviética hacia Berlín partió de Varsovia, como una gigantesca punta de lanza que terminaba en el puente de Küstrin. En toda Polonia había enormes bolsones con fuerzas alemanas rebasadas. Desde Konigsberg y a lo largo de la costa del Golfo de Danzig incluyendo Gdynia; en todo Pomerania; en Poznan que fue embolsada y rebasada sin perder tiempo; y desde allí hasta Gleiwitz. Al comenzar la Batalla de Berlín, Heinrici contaba con menos de 30 divisiones diezmadas para enfrentar a los dos grupos de ejércitos de Zhukov y Koniev. Pero además, contra las fuerzas del General von Manteuffel se cernía una ofensiva separada, el Segundo Frente Bielorruso del Mariscal Konstantin Rokossovsky en el norte.
El 16 de abril a las 04:00, el masivo bombardeo seguido del alumbrado con reflectores, precedió al ataque del Primer Frente Bielorruso en la cabeza de puente de Küstrin. 500 mil granadas de artillería fueron lanzadas sobre las posiciones alemanas. Tres cuerpos de fusileros (9 divisiones) apoyados por un ejército blindado se lanzaron al ataque, pero pronto la ofensiva se detuvo. Stalin estaba furioso indagando sobre lo que estaba ocurriendo. No en vano, el astuto General Heinrici conocía las tácticas rusas. Antes del bombardeo, ordenó replegar las líneas hacia las alturas de Seelow dejando el frente desierto.
Cuando el bombardeo comenzó las granadas cayeron en tierra de nadie. Luego fue alumbrada con reflectores y lo que encontraron los rusos, fueron minas y monigotes con palos, simulando rifles, que sobresalían de las trincheras. Los rusos siguieron avanzando, hasta que desde las alturas respondieron los alemanes sembrando el caos entre las líneas del Ejército Rojo que trataban de avanzar por la autopista Küstrin-Berlín. La ruta estaba sembrada de cadáveres y ríos de sangre caían sobre las cunetas de las pistas.
El 17 de abril, al finalizar el primer infructuoso asalto, los soviéticos sabían lo costoso que sería capturar las alturas de Seelow. El Ejército Rojo perdió 75 tanques, 2250 soldados yacían muertos, 3400 estaban heridos, 12 bombarderos Ilyushin yacían humeando en los alrededores. Por su parte los alemanes habían perdido dos tanques Tigre I, 4 semiorugas Hanomag, 3 cazas Me-109, 7 Stukas Junkers Ju-87 y unos 300 hombres muertos y otros 300 heridos.
El día 18, Koniev envió otra oleada de 50 tanques medianos T-34, que inmediatamente fueron destruidos con cohetes, Stukas, minas y Panzerfausts. La segunda oleada antes de mediodía, trató de seguir el rastro de los anteriores para usar la brecha abierta en el campo de minas. Los cazas soviéticos pudieron mantener a raya a los Stukas, pero la infantería destruyó todos los tanques con cohetes, en poco tiempo 34 tanques humeaban y varios cientos de soldados soviéticos yacían regados por el camino.
Los observadores rusos vieron que había brechas en el sector izquierdo de las defensas alemanas y Koniev decidió lanzar por ahí su siguiente ataque. Manteuffel sabía de las brechas y esa noche ordenó cerrar las aberturas de la línea con cañones 88. El sector derecho apenas contaba con una docena de antitanques de 75mm y una gran abertura en el frente de la línea. Pero, el diminuto general sabía lo que hacía, al momento del ataque podrían girar los cañones cerrando el espacio que además fue totalmente minado.
La 5ta División SS-Wiking y la 28 División SS-Wallonien y un gran grupo de fuerzas rezagadas se le unieron llevando varios cañones soviéticos capturados y dos tanques T-34. Además Manteuffel había incorporado a sus fuerzas, artillería pesada de la 11 División Panzergernadier SS-Nordland y de las 23 División SS-Nederland, aunque debido a las pérdidas, las cuatro divisiones combinadas no tenían el poderío ni de una división completamente equipada.
El ataque nocturno fue detenido, pero al amanecer del día 10, las fuerzas alemanas, hambrientas, sin dormir, sin reemplazos, recibieron el saludo de una andanada de artillería rusa de 152mm. En 10 minutos, dos 88 y uno de los T-34 fueron destruidos. Donde caía un obús quedaba un cráter de 1 metro de profundidad y 150 metros alrededor del blanco todo quedaba destruido. Después de 30 minutos de fuego artillero aparecieron los tanques que fueron recibidos por la artillería antitanque destruyendo el 30% de las fuerzas rusas. Las líneas alemanas seguían retrocediendo ordenadamente. Voluntarios quedaban armados con Panzerfausts para proteger el repliegue. La mayoría de esos voluntarios eran los heridos, pues sabían que no había medios para ser trasladados a retaguardia y preferían morir peleando que caer en manos de los rusos, quienes no tenían misericordia.
El 19 de abril a las 09:15 Koniev llamó a su comandante subordinado inmediato y le dijo que si sobrevivía al siguiente ataque, sin haber desalojado a los alemanes de las alturas de Seelow, sería fusilado por cobardía. Cañones antitanque fueron enviados al frente detrás de las líneas rusas apuntando a las espaldas de sus propios camaradas. El ataque se inició, la infantería rusa fue diezmada por las ametralladoras alemanas hasta que se quedaron sin municiones. Cientos de tanques rusos humeaban en las tierras bajas. No menos de 400 alemanes perdieron la vida, junto con 2000 rusos muertos por alemanes y sus propios camaradas.
Manteuffel no tenía más esperanza ante la imposibilidad de obtener más material antitanque, no importaba cuántos rusos mataran sin reemplazos serían diezmados. Las municiones escaseaban y los pedidos al Cuartel General de armas, municiones, reemplazos, material médico, alimentos y agua, no tenían ya respuesta. Manteuffeel instruyó a sus comandantes a usar su propia iniciativa debido a que ya no era posible coordinar la defensa ni esperar apoyo de ningún tipo. Koniev pensaba lo mismo, pero había perdido 4000 hombres y 300 tanques en un sólo día.
Ese mismo día enormes contingentes de fuerzas soviéticas, con unidades comandadas por comisarios en las espaldas, prestos a disparar contra cualquiera que dejara de avanzar o pretendiera dar media vuelta, lograron sobrepasar Seelow con enormes pérdidas. Pero nuevamente fueron detenidos cuando el General Busse, mandó las únicas fuerzas que podía contar en reserva, el 56 Cuerpo Panzer al mando del General Karl Weidling. Stalin estaba fuera de sí, al no explicarse cómo las fuerzas de Zhukov eran detenidas. Ordenó a Koniev, que estaba haciendo muchos progresos en el sur, rebasando en entre el Niesse y las aguas del Spree, a las diezmadas fuerzas de Schörner, que hiciera girar a sus tanques hacia el norte. En esos momentos la capital estaba a punto de ser encerrada en un movimiento de pinzas.
El 20 de abril, cuando Manteuffel era asediado por Rokossovsky, el 9no Ejército de Busse comenzaba a desintegrarse y Zhukov que se encontraba apenas a 35 kms de Berlín inició el bombardeo de la ciudad. El 9no Ejército y los defensores dentro de la capital, se encontraban entre las pinzas del Ejército Rojo que se cerraban.
Tanto Zhukov como Koniev enviaron puntas de lanza hacia el oeste, hacia el río Elba donde se encontraron con las fuerzas estadounidenses en Torgau el 25 de abril. Dos días antes, Hitler envió mensajes al General Wenck para que acudiera en ayuda de la capital sacando al 12 Ejército de sus posiciones en el Elba, en los alrededores de Magdeburgo para dirigirlo a máxima velocidad hacia Berlín. El 28 de abril, el 12 Ejército llegó a Postdam, donde fue atacado por poderosas fuerzas rusas que le cortaron el camino. Sin poder avanzar más, Wenck pudo unirse a lo que quedaba del 9no Ejército en el sur de Berlín. Incapaz de poder hacer nada más, sólo pudieron mover las fuerzas que restaban hacia el oeste para capitular ante las fuerzas estadounidenses.
Sólo recientemente fuentes rusas han afirmado, que el Ejército Rojo tuvo 10 mil bajas durante la Batalla de las Alturas de Seelow, pero analistas creen que las cifras deben ascender a 30 mil muertos cuando menos. El propio Stalin dijo que perdía 1000 hombres diarios, sólo porque la artillería rusa era incapaz de adelantar el fuego de manera correcta cuando la infantería rusa avanzaba.
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