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  • Foto del escritorMuseo Negro

Lágrimas, gritos y un carnaval en el bulevar


Carlos Francisco Gutierre

Los rosarinos habían dado una muestra el 24 de marzo, cuando marcharon al Monumento a repudiar el golpe. Ayer, la convocatoria a escuchar el fallo no fue sorpresa. Fueron miles.

A las 12 estaba anunciada la lectura de las condenas. Acallados los discursos, las lecturas de las adhesiones, los “banderazos” de las distintas organizaciones, a las 12 y cuarto se coreaba —con impaciencia— “Si no hay perpetua, qué quilombo se va a armar”. El sonido de los parlantes cortó el cántico. La voz del juez Paulucci era nítida, igual que el silencio. Detalló los delitos, los nombres de las víctimas. Pero la palabra “perpetua” rompió el encantamiento. La ovación fue como la de un gol.


Cinco veces se repitió el estruendo. Fueron cinco condenas. Se había hecho justicia. Lo proclamaban los abrazos, las lágrimas.


Las miles de personas que habían estado quietas volvieron a caminar. El movimiento puso al descubierto una larga bandera negra colgada en el muro de Tribunales. Decía: “Arderá la memoria hasta que todo sea como lo soñamos”.


Un sueño se había realizado para los familiares que durante años venían batallando para escuchar lo que escucharon ayer: que los verdugos de sus hijos o de sus padres vayan a la cárcel.


“Es una sentencia ejemplificadora producto de la lucha de 34 años”, señaló la querellante Alicia Gutiérrez, que puso una dosis de emoción a una jornada que parecía haberse colmado de ella: recordó a Cecilia Nazábal (fallecida meses atrás), una de las más decididas querellantes, quien con sus testimonios ayudó, y mucho, a que los juicios se realizaran en Rosario.


“Acá están los 30 mil desaparecidos, en esta juventud que levanta sus banderas”, se le escuchó decir a una de las tantas oradoras. Fue otro dato de la jornada de ayer: la afluencia abrumadora de jóvenes que tomaron las banderas de aquellos que fueron jóvenes en los 70. Se volvió a escuchar hablar del “hombre nuevo”. “Fue hermoso ver esta plaza llena de la alegría y la fuerza de los jóvenes”, dijo una de las Madres.


Horas después de oír el fallo la gente seguía en el lugar, inmersa en un carnaval. “Fueron siete meses de seguir el juicio en la calle, esto hay que disfrutarlo”, sintetizó una militante. “Esto no para hasta que no quede ningún represor libre”, desafió y se abrazó con una mujer con un pañuelo blanco en la cabeza.

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