Considerado en su Japón natal como uno de los más destacados íconos del nuevo Estado, debido a su profunda participación durante la Segunda Guerra Mundial, Hirohito ocupó dicho cargo durante un reinando que se extendió desde 1926 hasta su muerte en 1989.
La mayoría de los habitantes de Japón lo recuerdan como el Emperador Showa, debido a que el término Showa es el que fue utilizado como nombre de la era que le correspondió el reinado en el país, siendo la misma una época de bonanza para Japón, ya que en aquel momento era una de las grandes potencias mundiales.
Hirohito, cuyo padre fue el Emperador Taisho y su abuelo el Emperador Meiji, había nacido en Japón el 29 de abril de 1901. Al cumplir los 14 años se convirtió en el alumno particular del ex Ministro del país, Kimmochi Saionju, de quien aprendió gran parte de su conocimiento. Pero además, su interés por las ciencias naturales y la biología marina lo llevó a realizar varios viajes alrededor del mundo, e incluso residió durante un tiempo en Gran Bretaña, durante lo cual estrecharía lazos con George V.
Cuando en diciembre de 1926 murió su padre, inmediatamente Hirohito se convirtió en Emperador de Japón, pasando de esta forma a la historia como el 124° emperador de linaje directo. A partir de allí se inició un camino de profundos cambios, ya que el joven emperador trajo consigo ideas trasgresoras para la época que le tocó vivir.
Entre otras cosas, cabe destacar que la Constitución de Japón establecía que el Emperador no podía actuar si no era a través del consejo de sus ministros y de los jefes del equipo del Estado. Sin embargo, cuando en febrero de 1936 un grupo de oficiales del ejército japonés dirigió un golpe militar contra los líderes políticos, inmediatamente Hirohito ordenó a sus asesores de alto nivel suprimir la rebelión, a pesar de que esto iba en contra de sus intereses y deseos. En aquella oportunidad, después de la acción de Hirohito, los cabecillas fueron ejecutados.
Por otra parte, Hirohito se vio obligado a apoyar la guerra contra China en el año 1931, como así también la invasión de Manchuria en 1937. No obstante, se dice que aprobó sin disgusto alguno el ataque a Pearl Harbor, que comprometió a Japón y a los Estados Unidos en la Segunda Guerra Mundial. Claro que cuando aquella esperada victoria no se produjo, Hirohito se convirtió en un verdadero crítico de los líderes políticos y militares, como fue el caso del Primer Ministro Hideki Tojo, responsable directo de haber ordenado el ataque de Pearl Habor.
Después de perder en Okinawa, Hirohito solicitó a los ministros que buscaran una salida al conflicto, a través de una negociación, a lo que el gobierno se negó, alegando que Japón y Alemania todavía podían ganar la guerra.
Al ver que Japón no se rendiría, el Presidente de los Estados Unidos Harry S. Truman decidió utilizar la bomba atómica en Japón. Fue precisamente el 6 de agosto de 1945 que un bombardero B-29 dejó caer la temida bomba nuclear en Hiroshima, provocando miles de muertes. Pero Japón no se rindió inmediatamente, lo que ocasionó que tres días después de aquel ataque fuera lanzada una segunda bomba sobre Nagasaki.
Ese mismo día, Hirohito convocó a una reunión del Consejo Supremo, que resultó en un largo debate, durante el cual Hirohito intervino para manifestar que ya no soportaba ver a su gente sufrir de esa manera, por lo que los japoneses decidieron rendirse, dando fin a la Segunda Guerra Mundial. El 15 de agosto el pueblo de Japón oyó por primera vez la voz del Emperador, cuando en persona anunció la rendición incondicional en el conflicto mundial.
A partir de allí todo cambió profundamente, ya que no sólo sufrió modificaciones la Constitución japonesa, sino que además los Estados Unidos impusieron que el rol del Emperador debía pasar a cumplir un papel solamente ceremonial.
Mientras tanto, después de la guerra Hirohito conservó su profundo afecto por el pueblo japonés y demostró que la monarquía japonesa se había sido modernizada, cuando por ejemplo permitió que el Príncipe heredero Akihito se casara con una plebeya.
A pesar de que la mayoría de los líderes aliados deseaban que Hirohito fuera juzgado como criminal de guerra, lo cierto es que el General Douglas MacArthur, entonces jefe de las fuerzas de ocupación en Japón, se negó argumentando que el país asiático sería más dócil de gobernar si el Emperador permanecía en el cargo.
Finalmente, luego de una larga enfermedad, el 7 de enero de 1989 Hirohito dejó para siempre a su pueblo y se embarcó hacia la vida eterna.
Fuente Consultada: Graciela Marker Para Planeta Sedna
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