Faltaban pocas horas para que el reloj marcara un nuevo aniversario del golpe militar de 1976 cuando una multitud reunida en torno a la antigua sede del Comando del II Cuerpo del Ejército celebró la recuperación de ese espacio como sitio de memoria.
La noche era cálida, y a medida que la luz iba menguando, sobre las paredes del edificio iban emergiendo los rostros y las voces de Harol Pinter, Carlos Fuentes, Eduardo Galeano, José Saramago leyendo breves textos dedicados a las Madres de Plaza de Mayo.
La gente reunida en la explanada iba siguiendo con atención el relato mientras esperaba el inicio de una ceremonia deseada por más de una década.
Adentro del edificio, ahora vacío luego de que el bar temático hubiera cesado sus funciones, solo emergía como de las sombras Ausencias, la obra de Gustavo Germano dedicada a narrar el impacto destructor de las desapariciones forzadas de personas sobre el corazón de miles de familias argentinas. El resto de las habitaciones y salas ya no contenían ni mesas, ni sillas, ni nada recordaba ya que pocas horas atrás esa esquina estaba ocupada por un bar. Puro silencio. Y los ojos abiertos de la gente que durante años juró no entrar a este sitio hasta tanto no se lo recuperara como espacio de memoria.
El edificio, vacío en su interior, el mismo edificio que en el pasado cobijó la vida de una familia, más tarde dependencias municipales, luego a los victimarios y más tarde a un bar temático era el principal protagonista de una noche que muchos pensaron que nunca llegaría.
Esa tarde del 23 de marzo, víspera de un nuevo aniversario del golpe, mientras las voces de Saramago y Fuentes se confundían con la del público que esperaba en la explanada, concluían diez años de un debate por la recuperación de este sitio de memoria. Uno de los debates más intensos y significativos de la historia argentina de la posdictadura en torno al lugar que deben ocupar los sitios del horror en las sociedades post genocidas.
A la ceremonia llegaron las madres, también sobrevivientes de los campos. Había familiares de detenidos desaparecidos, religiosos, autoridades municipales, los concejales Daniel Luna y Roberto Bereciartúa, impulsores de la Ordenanza de creación del Museo y centenares de personas que a lo largo de todos estos años trabajaron para que esa casona, construída en los años 30 y que cobijó a los responsables de crímenes de lesa humanidad entre 1976 y 1983, recuperara su sentido histórico y se despojara de esa pátina de banalidad que el bar temático le había impuesto.
Hubo emociones encontradas. Era un día de celebración pero al mismo tiempo de tristeza. “Estamos entrando a nuestra casa” dijo Chiche Massa, una de las Madres de la Plaza de Mayo a quien le tocó la misión de saludar en nombre de ese puñado de mujeres que supo enfrentarse no solo a la dictadura sino a la indiferencia pública en los años más oscuras de la Argentina “ un día que a la vez evoca el comienzo de tantas tristezas como es el 24 de marzo”.
“Es hoy un día histórico y aquí concluye un esfuerzo de tantos años de lucha” dijo con la voz entrecortada Iván Hernández Larguía, miembro de la Comisión Directiva que acompañó todo el proceso de consolidación institucional desde la sanción de la Ordenanza de creación del Museo hacia finales de los años ´90. Estaba acompañdo por el resto de los miembros de la Comisión, el Obispo Federico Pagura, Ema Lucero y Marta Díaz.
Luego, el público acompañó la entrega de un volúmen que contenía la primera sentencia judicial de la provincia de Santa Fe por delitos de lesa humanidad. La Dra. Rosa Acosta, responsable de la Secretaría de Derechos Humanos, hizo entrega al Director del Museo, Rubén Chababo de ese emblemático ejemplar que condensa en sus páginas el esfuerzo de tantos testigos y querellantes por hacer justicia.
Luego, el Intentende de la ciudad Miguel Lifschitz, recibió de manos de Patricia Valdez, Directora de Memoria Abierta, de un acuerdo de colaboración entre Memoria Abierta y el Museo de la Memoria de Rosario por medio del cual ésta institución, referencial en el desarrollo de investigaciones y recursos vinculados al pasado reciente se compromete a brindar la asistencia necesaria para la optimización de los espacios asignados al Centro Documental que habrá de tener el Museo en su nueva sede.
Cuando la ceremonia iba llegando al final, la voz de Juan Carlos Baglietto se elevó entonando las estrofas del himno nacional argentino. El público acompañó con entusiasmo mientras las luces laterales del edificio iban iluminando paredes y rincones que permitían descubrir la impresionante fuerza arquitectónica del sitio.
Como sobrevolando la escena, los restos de una marca del bar parecían hacer un guiño al presente:
La frase lema del bar temático no era otra que “Let´s make it happen”, que traducido significa: deja que ocurra. Parecía una broma, una ironía o una metáfora. Deja que ocurra la memoria, decían algunos, dejaron que ocurra la barbarie decían otros. Dejen que el Museo ocurra, también sugerian los juegos imaginativos en torno a ese lema que convocaba tantas interpretaciones.
Eran las diez de la noche cuando todo terminó.
La casa permanecía vacía e iluminada. Desde la esquina que da a la Plaza San Martín comenzó a aparecer la luna en cuarto creciente. Parecía ser ella también una metáfora de ese nacimiento al que todos habíamos asistido.
Esa ceremonia tuvo las formas de un parto.
Fue dolorosa y tensa la espera.
Ahora es tiempo de acompañar con pasión este alumbramiento.
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