Los que siguen reclamando justicia
Por Lorena Panzerini
"Optó por vivir y militar en función de las necesidades de los otros", dijo el diputado provincial Eduardo Toniolli, sobre su padre desaparecido. En tanto la legisladora Gutiérrez dijo sentirse "orgullosa de estar en un lugar donde hay hijos de compañeros".
"Estoy orgulloso de ser hijo de Eduardo José Toniolli, militante y montonero. Porque siendo un joven de 21 años de una familia trabajadora optó por vivir y militar en función de las necesidades de los otros". Así se expresó ayer el diputado provincial Eduardo Toniolli, quien declaró en el marco de la causa conocida como Guerrieri II. Habló por primera vez ante la Justicia sobre los sucesos que golpearon a su familia durante la última dictadura militar. Frente a los jueces Roberto López Arango, Lilia Carnero y Noemí Berros, Toniolli se consideró un "testigo ausencial" –y se permitió la licencia en el lenguaje– de lo que pasaron su padre, secuestrado en febrero de 1977, y sus dos tías asesinadas, militantes del Centro de Estudiantes de Odontología de Rosario, Ana María Gutiérrez y Graciela Koatz. Su relato conmovió al público, y una de las magistradas se secó sutilmente los ojos con un pañuelo. También declaró la madre de Eduardo, la diputada del SI, Alicia Gutiérrez, quien debió hacerlo en una pequeña habitación donde se trasladaron todas las partes y el público, debido a la "complejidad" que plantearon los jueces para retirar el crucifijo que ella pidió no ver para declarar. Antes, dio su testminonio Carlos Ignacio Laluf.
Reos. Toniolli llegó acompañado por militantes del Movimiento Evita. Comenzó su relato guiado por una pregunta de su abogado, Alvaro Baella. "Mi viejo fue detenido en Córdoba, donde vivía con mi mamá, el 9 de febrero de 1977. Yo nací un mes después, el 17 de marzo, en Río Ceballos". Al salir, reiteró lo que dijo frente al tribunal: que es testigo en Guerrieri II porque en el primer juicio "todavía se estaba viendo de qué se trataban estos juicios excepcionales. Ahora era necesario que se escucharan nuestras voces, porque es otra experiencia en el marco del mismo proceso, que incluye lo individual y lo colectivo que atravesó a la patria en ese proceso".
Y de eso se trató su declaración. "Por qué no iba a hablar, habiendo pasado una vida en tribunales, reclamando, pidiendo justicia desde chico, parado en la puerta del tribunal. Hoy estamos buscando justicia, sino no estaría acá hablando. Estamos llegando, y tengo derecho a decir lo que viví", dijo.
"Con mi vieja (Alicia Gutiérrez) vivimos en Córdoba, en Buenos Aires, y cuando pudimos salir del país fuimos a Brasil", señaló. Luego, hasta sus 8 años, se refugiaron en el sur de Francia. "Allí estuvimos con otros exiliados y siempre tuve noción de mi historia familiar. Tuve plena conciencia de eso, y de que ésa no era mi patria. El hecho de que llevara el apellido materno era una marca de la situación; recién a los diez años recuperé mi apellido paterno mediante un juicio de filiación en Argentina", recordó. "Incluso tenía conciencia del movimiento en contra de las leyes promovidas por (Ricardo) Alfonsín, y los indultos de (Carlos) Menem".
Eduardo relató que un día antes de la importante movilización por los 20 años del golpe militar del '76, se unió a HIJOS; y la lucha "excedió lo familiar y lo individual. Me acerqué para ayudar, y no me fui más". Recordó los escraches a los represores, en los '90, como un modo de lograr la justicia social, y las diferentes situaciones de la historia reciente que buscaban "sostener la democracia formal". Y habló del cambio en 2003. "Se dio una reapertura al camino de la justicia penal; y salieron sectores a instalar que 'no hay que mirar atrás'; 'no abrir heridas'".
Eduardo habló de los imputados sentados a su espalda. Ayer estaban Daniel Amelong, Ariel Porra y Carlos Sfulcini. "Esos poderes buscaban proteger al brazo armado de la represión, lo que cumplieron los señores de acá atrás, lo que hace más ridícula su negación a decir lo que pasó. Pero el discurso no tuvo entrada en los argentinos gracias a la lucha del pueblo y a la decisión política de Néstor Kirchner". También recordó los juicios por la verdad histórica, a los que llamó "perversos" porque no apuntaban a las condenas.
Casi al final, aseguró: "No espero, de estos reos, nada. No pediré ningún gesto de humanidad a quienes violaron todos los códigos. Fueron el brazo armado del poder que no dudaron en fusilar a los compatriotas por la espalda, robar o apropiarse de los hijos de nuestros compañeros. No espero nada. Si alguno piensa colaborar ahorrará tiempo, pero no tengo dudas de que vamos a alcanzar el objetivo porque hay voluntad del pueblo argentino. Para estos genocidas, asesinos, no cabe otra condena que la máxima: perpetua", finalizó Toniolli.
Crucifijo. La diputada Gutiérrez, compañera del desaparecido Eduardo José Toniolli, había pedido que fuera retirado el imponente crucifijo colgado sobre el estrado del tribunal, cuando ella brindara su testimonio. Sin embargo, eso no sucedió. "Se trata de una pieza de tamaño importante, y requiere un operativo para desmontarla", dijo un magistrado y ofreció escuchar a la mujer en otra sala, donde se amontonó el público para oírla. La madre de Eduardo Toniolli recordó que Fidel Toniolli, padre de su compañero, presentó varios hábeas corpus y cartas a la Iglesia, al Ejército, a la Organización de los Estados Americanos, pero no obtuvo respuestas para recuperar a su hijo. "Nos teníamos que encontrar varias mujeres embarazadas y con chicos para ver cómo comunicarnos si había problemas.
Yo no pude ir porque me sentía mal. Eduardo José concurrió y fue detenido junto a Analía Arriola y sus hijos, y alojados en La Perla, donde sufrió torturas terribles", recordó angustiada. Casi al final, dijo estar "orgullosa de estar en un lugar donde hay hijos de compañeros, que conocen las caras de los reos". También habló de la Quinta de Funes, donde había "una radio con antena" para los militares. Y reiteró el pedido de saber "dónde están los cuerpos de los familiares y dónde está el Melli –hermano de Sabrina Guillino Valenzuela Negro–. Los que están ahí atrás, nunca lo dijeron y lo saben".
Temprano, declaró Laluf, hijo de Carlos Laluf y Marta Benassi, quien fue testigo de la causa Guerrieri I, y ayer relató frente a los jueces entrerrianos que el 4 de setiembre de 1977 fue dejado en la Plaza de las Banderas de Santa Fe, tras haber sido secuestrado junto a sus padres, y que su abuela lo fue a buscar y lo entregó a sus tíos, quienes lo criaron. "Quiero decirles a todos, pero sobre todo a los imputados, que todo cae por su propio peso", dijo el muchacho.
En ese momento, Amelong pidió decir "dos palabras", se acercó al estrado y dijo: "Si (Eduardo) Constanzo dice la verdad, los padres de él (por Ignacio) fueron los que mataron a mi padre". El represor fue condenado en Guerrieri I a prisión perpetua con cárcel común, por los asesinatos de Laluf y Benassi.
Finalmente, Julio Raffo, quien trabajó en el Centro de Estudios Legales y Sociales, en la toma de testimonios sobre el aparato represivo, ratificó los dichos de Gustavo Francisco Bueno, un militar que dio datos sobre la Quinta de Funes.
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