A medio camino entre Milán y los centros turÃsticos del lago Como, la autopista corta a lo largo el pequeño pueblo de Seveso. Es una arteria notablemente activa que se extiende desde la contaminación de la ciudad hacia los cielos azules de algunos de los panoramas más asombrosos del mundo. Durante la temporada pico, decenas de miles de viajeros llegan cada dÃa.Â
En una mirada echada al pasar, Seveso parece ser el lugar ideal para cortar el viaje y detenerse a comer o cargar gasolina o simplemente para estirar las piernas y explorar. En verdad, el pueblo se hizo famoso primero por los muebles de excelente calidad producidos en talleres salpicados entre las pintorescas casas de los amistosos y prósperos habitantes.Â
Después de echar una mirada de curiosidad, virtualmente todos los turistas siguen adelante con un estremecimiento y sin vacilación. Porque Seveso, una vez orgulloso de su comercio y su turismo, está en las garras de una pesadilla viviente que tal vez nunca termine... El 10 de julio de 1976, una explosión sacudió la planta quÃmica ICMESA situada fuera del pueblo y vomitó una nube de polvo bilioso al aire, donde se mantuvo esparciéndose ominosamente sobre las casas y la tierra laborable. En 24 horas, la vegetación de cara al viento de la planta empezó a volverse amarilla. Las hojas de las plantas y los árboles se enrollaron y marchitaron y los animales pequeños, misteriosamente empezaron a morir. Más alarmante aún fue que los niños empezaron a desarrollar llagas en brazos y piernas, manchas rojas y erupciones en la cara y altas temperaturas. El veneno apenas empezaba a hacer efecto.Â
Los médicos y funcionarios de ICMESA, propiedad de una gigantesca compañÃa farmacéutica suiza, estaban totalmente desconcertados con los acontecimientos que siguieron a la explosión de un pequeño reactor en la fábrica que producÃa herbicidas. Pasaron dÃas antes de que se dieran cuenta de que la explosión habÃa producido un extraño "coctel" quÃmico de tetraclorodibenzodioxina más conocido para un mundo horrorizado como agente naranja. Este agente es el ingrediente activo del defoliante usado con efecto tan devastador por las fuerzas estadounidenses en Vietnam.Â
Pasaron diez dÃas completos antes de que el gobierno regional declarara el área de Seveso contaminada por dioxina. Y para entonces ya era demasiado tarde, porque ya habÃa una multitud de niños y adul tos que estaban en el hospital, con la cara cubierta con máscaras de gasa para ocultar los terribles desórdenes de la piel que dejarÃan a muchos de ellos con cicatrices para toda la vida. Cuando la verdad salió totalmente a la luz, 11,000 habitantes del pueblo huyeron de sus casas, abandonando 40,000 animales de granja y masco tas domésticas a la muerte por los efectos de la nube de veneno. En el espectral silencio de la que más tarde fue llamada Zona A (el mero corazón de Seveso) esca samente se movÃa una cosa viviente.
A unos meses del desastre, que todavÃa es conocido como el "Hiroshima de Italia", el número de niños que sufrÃan cloracné (una erupción persistente de furúnculos dolorosos en todo el cuerpo causada por dioxina) habÃa aumentado a 417. Cinco trabajadores de descontaminación contrajeron una enfermedad del hÃgado, a pesar de trabajar sólo jornadas de cuatro horas y de usar ropa protectora. Y, en medio de temores de nacimientos anormales, por lo menos 400 mujeres embarazadas de "alto riesgo" fueron sometidas a abortos. Un médico importante, Paulo Bruzzi, quien hoy en dÃa mantiene un expediente que sigue creciendo sobre la salud de las vÃctimas de Seveso, dice: "Si esos niños hubieran nacido... ¿quién sabe?"Â
Varias deformidades fueron registradas en bebés nacidos unos meses después de la explosión de la fábrica ICMESA, pero todo el horror del número de vÃctimas nunca se conocerá porque muchos huye ron de¡ pueblo cuando el peligro de la contaminación fue descubierto. Los intentos de sacar información a los médicos en toda Italia se han enfrentado al fracaso. En una entrevista en agosto de 1981 (cinco años después de que comenzó la pesadilla), el doctor Bruzzi declaró: "TodavÃa hay un peligro respecto al cual no podemos decir nada. Se trata del cáncer. Hemos visto muchos animales muertos aquÃ... y tengo que decir que si la dioxina afectase al hombre como afecta a los conejos, Seveso habrÃa visto en verdad un gran desastre. Sin embargo, el cáncer es algo que no podemos olvidar por, quizá, 10 años. Debemos seguir observan do a Seveso con gran cuidado durante mucho más Tiempo. Es prematuro tocar campanas de victoria. Las únicas campanas que suenan en Seveso deben ser de alarma para el mundo".Â
El gobierno italiano ha declarado que la Zona A debe permanecer cerrada para siempre. Es un cementerio donde los recursos de un pueblo, una vez prós pero, están sepultados junto con montones de humus de áreas menos contaminadas (Zonas B y R) y los es combros de 300 casas fueron demolidas de inmediato. Una barda amarilla, de más de tres metros de altura, con letreros llamativos que advierten "zona de cuarentena" rodea el corazón mortal de Seveso, al que sólo se puede entrar con permiso del gobierno por periodos limitados, usando ropa especial de protección, una regla igualmente estricta. La razón de esta increÃble cautela es sencilla: nadie puede estar seguro de si va a haber todavÃa más tragedias.Â
Pruebas recientes revelaron que los niveles de veneno en la tierra tomada a un lado del camino en Seveso eran diez veces mayores de lo que se creÃa. Las pruebas, llevadas a cabo por un grupo de profesores de la Universidad de Padua, fueron rechazadas por las autoridades como "equivocadas" ' Cualesquiera que sean los peligros que todavÃa subsisten, una cosa es cierta: los 57 millones de libras pagados en compensación por la firma farmacéutica dueña de ICMESA, Hoffman La Roche, nunca van a hacer que Seveso sea totalmente seguro. En una entrevista, un funcionario del gobierno dijo: "Es cierto que nadie, hasta donde sabemos, ha muerto como resultado de la nube de veneno. Pero el hecho es que sabemos muy poco sobre lo que enfrentamos. TodavÃa no sabemos si hemos sido bastante afortunados".Â
Igual de arraigados que los horrores de salud rela cionados con el desastre de Seveso, son los horrores psicológicos que subsisten. Comprensiblemente, la tasa de natalidad entre aquellos que se quedaron o que después regresaron para ser reubicados en "áreas seguras" ha disminuido mucho. El contratista de cons trucción Ugo Basilico, de 45 años, quien tiene un hijo de 10 años, declara: "Antes de la nube, yo habÃa pensado que ya era hora de que tuviéramos otro hijo. Pero ahora ¿quién sabe? El médico dice que es mejor esperar. Si tienes un bebé con un defecto, ahà está para toda la vida".Â
Cinco años después de que la nube de veneno ex tendiera su miseria, por lo menos 193 casos de cloracné habÃan sido registrados. Sólo puede suponerse hasta dónde se ha extendido la tragedia, porque un poco más de cuatro meses después de que el "coctel" quÃmico, se formase y se extendiese en la atmósfera, huellas de dioxina fueron encontradas en el lodo, en una calle de Milán. Años de disputas, acusaciones y contraacusaciones entre las autoridades y los funcionarios de ICMESA han hecho muy poco para ayudar a resolver el misterio.Â
Esos años de indecisión no han hecho nada para amortiguar la pena o alentar la esperanza de jóvenes como la pequeña Alicia Senno, quien tenÃa sólo cuatro años cuando la nube de la fatalidad ensombreció a Seveso. Era un caluroso verano, y Alicia vistiendo pantaloncillos cortos y playera habÃa estado jugando alegremente afuera durante dÃas, con su hermana StefanÃa, de dos años y medio, y otros amigos del vecindario.Â
Todos ellos oyeron la explosión, todos vieron elevar se la nube blanca y todos siguieron con sus juguetes y juegos. Sin una alarma ni palabra de advertencia, siguieron corriendo por allà exponiéndose, sin saberlo, al horrible veneno de la dioxina, que ahora se sabe, es el más potente conocido por el hombre.
Cinco dÃas después de la explosión, Alicia cayó en erma. Las grotescas erupciones que empezaron a brotar en toda la hermosa carita llegaron como una terrible conmoción para su madre y su padre que, junto con otras gentes del pueblo, no habÃan sido informa dos de la extensión del peligro sobre su comunidad por un accidente quÃmico. Sólo después de que la familia fue evacuada de su hogar, la pequeña Alicia, su hermana y su madre fueron internadas en el hospital mientras su padre era puesto temporalmente en un albergue.Â
Con una máscara de gasa blanca cubriéndole la cara, excepto en las pequeñas aberturas de ojos, nariz y boca, la condición de Alicia empeoró rápidamente. Los efectos del cloracné estragaron su rostro, dejándola en una extrema aflicción. Como primera vÃctima de la nube de veneno, se convirtió en un conejillo de in dias humano, y fue llevada de uno a otro hospital de Milán mientras los médicos se hallaban perplejos res pecto a cómo tratar su extraña enfermedad de la piel.Â
Se extrajeron muestras del tejido de su rostro para hacer pruebas de laboratorio y ver hasta qué grado podÃa ser regenerada su piel. Los horribles furúnculos desaparecieron finalmente, para reaparecer a intervalos regulares, lo que es un sÃntoma común del envenenamiento por dioxina. A veces, Alicia todavÃa tiene que usar esa máscara. Es una experiencia penosa que agobia su mente a tal grado que ahora se aterra siempre que una figura blanca en uniforme de hospital se acerca.Â
Gianluca Bragiato, un niño de cuatro años, fue otra de las primeras vÃctimas del desastre de Seveso. Después de dejar el hospital, su madre todavÃa tenÃa que cambiarle las vendas que le cubrÃan la cara dos veces al dÃa. Cuando llegaban visitas al hogar de la familia, él se apresuraba a esconder la cara en el regazo de su padre para ocultar la vergüenza de su deformidad. Le aterrorizaba mostrar su cara a los burlones compañeros de juego en el jardÃn de niños cercano y era obligado a mantenerse muy lejos del sol, que hacÃa que le ardieran dolorosamente las mejillas picadas y llenas de cicatrices. En el momento de escribir esto.. la condición del joven Cianluca ha mejorado considerablemen te. Su médico sostiene: "Creemos que es curable, aun que puede tomar años".Â
En dosis increÃblemente mÃnimas, medidas en partes por trillón, el quÃmico puede matar mamÃferos. Después de su uso extendido como defoliante para deforestar en Vietnam, donde miles de hectáreas devastadas están todavÃa sumamente contaminadas, los expertos han llegado a la conclusión de que sus efectos en los humanos (la duración de los cuales es todavÃa desconocida) pueden incluir, además de cloracné y defectos de nacimiento, tumores y posiblemente otros desórdenes graves. Inclusive, como ahora se teme, el cáncer.
Para quienes escaparon de la nube de veneno, hubo la pena de perder sus hogares y todas sus posesiones Muchos están obstinados en que ninguna cantidad de compensación podrá reponer lo que tuvieron alguna vez. El ama de casa Caterina Rivolta, de 58 años dice: 'Yo darÃa cualquier cosa por regresar. Todos nuestros lindos muebles desaparecieron, y también el jardÃn que tanto nos gustaba. Mi esposo y yo ahorramos durante 16 años para comprar nuestra casa. Ahora lo único que podemos hacer es mirar a través de los boquetes de la barda, sabiendo que no podemos regresar. Nada, ni siquiera cualquier cantidad de dinero, reemplazará lo que una vez tuvimos orgullosamente".Â
Además de la angustia que queda, hay todavÃa rabia entre la gente de Seveso; rabia no sólo por los estropicios y retrasos que siguieron a la explosión en ICMESA sino también por el hecho de que nadie, ni siquiera los trabajadores de la planta, fueron ad vertidos de los peligros potenciales de los quÃmicos que allà se manejaban. Sin embargo, ¿quién hubiera podido saber que una extraña reacción darÃa como resultado la formación de dioxina mortÃfera a temperaturas quemantes de hasta 158 grados centÃgrados?
El furioso debate sobre lo que debe hacerse para descontaminar totalmente el área todavÃa sigue. Mu chos expertos creen que podrÃa no ser posible nunca. Pero otros han propuesto pasos radicales para librar al pueblo de su pesadilla. El profesor Chetti, funcionario regional en jefe de salud de Seveso, dice: "Debimos quemar toda la zona envenenada. Lo que ocurrió aquà se halla en la misma escala de Hiroshima. Es una de las catástrofes más horribles del mundo".Â
Sin embargo, de la solución del profesor Ghetti se mofan otros expertos, que alegan que arrasar las áreas contaminadas empeorarÃa el problema. Argumentan que a temperaturas por debajo de 1,000 grados centÃgrados, la dioxina se habrÃa elevado hacia el aire como el humo y que, finalmente, habrÃa bajado en algún otro lugar.Â
Asà es que la pesadilla continúa. Hoy en dÃa, una calavera con huesos cruzados ha sido pintada ruda mente bajo la señal de la carretera que una vez indicaba orgullosamente el nombre del pueblo de Seveso. Los saqueadores y vándalos, movidos por botines ricos y fáciles a pesar de exponerse a un peligro increÃble poco después de las evacuaciones en masa, han desaparecido hace mucho, asà como los turistas y los automovilistas que pasan y cuyo comercio mantuvo en progreso al pueblo: "Nos iba muy bien con los vacacionistas que iban al norte dice el dueño de una estación de gasolina local , pero ya no. Ni siquiera se detienen a cargar gasolina, a menos que se les esté acabando. Y en cuanto a comer aquÃ, bueno, ¿usted qué harÃa?"Â
Mientras tanto, en la Zona A, en medio del montón de veneno lleno de escombros que una vez fue el corazón de Seveso, las únicas cosas vivientes que se mueven son los trabajadores descontaminadores con sus trajes protectores que de vez en cuando incursionan en el área de devastación y desolación. Ningún animal que se aventure a entrar en el área dentro de la alta barda sobrevivirá mucho tiempo. Ningún pájaro canta nunca en el centro del pueblo, porque mientras las vÃctimas están todavÃa milagrosamente vivas, es el pueblo mismo quien ha muerto.