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Foto del escritorMuseo Negro

Campo de Mayo en los años del horror: cómo era el predio militar que será un sitio para la memoria.

Víctimas de la dictadura y familiares de desaparecidos describen los centros de detención y piden que los tengan en cuenta para el proyecto del Gobierno. “La herida está abierta”, dice Iris Avellaneda, sobreviviente.

Predio militar. Tiene 8.000 hectáreas y está pegado a la Ruta 8. (Gentileza Silvia Juárez)

Pasaron 44 años desde la dictadura militar de 1976. Pero la huella de dolor aún persiste en cada uno de los sobrevivientes y familiares de los desaparecidos por el terrorismo de Estado. Muchos estuvieron detenidos, fueron torturados o asesinados en Campo de Mayo, el predio del Ejército que funcionó como prisión clandestina en aquellos años oscuros y hoy, para vecinos del Noroeste del GBA, es sólo un gran campo separado por alambrados, paredones y unas pocas calles transitables.


Este año, tras décadas de marchas y reclamos, el presidente Alberto Fernández anunció que en el lugar harán un sitio para la memoria, como el que funciona en la ex Escuela de Mecánica de la Armada (ESMA). “La historia no se terminó. Ahora hay que esperar”, dice Iris Pereyra de Avellaneda, una de las 94 personas que sobrevivieron a Campo de Mayo.


Ella y otros integrantes de organizaciones de Derechos Humanos, como Abuelas y Madres de Plaza de Mayo, o la Liga Argentina por los derechos del Hombre, piden que les den protagonismo en el espacio que el Gobierno impulsa para no olvidar los crímenes de lesa humanidad. Además, como en cada 24 de marzo, Día de la Memoria, exige también que continúen las investigaciones de causas pendientes y que les den prisión común a los 39 represores que están encarcelados dentro del predio militar junto a la ruta 8.

Visita y homenaje. Todos los meses, familiares de desaparecidos y sobrevivientes regresan a Campo de Mayo para dejar velas y pedir Memoria, Verdad y Justicia. (Gentileza Silvia Juárez)


Hace 119 años, con Julio Roca como presidente, el Estado Argentino cedió las tierras de Campo de Mayo al Ejército con la idea de profesionalizar las fuerzas armadas. Con el paso del tiempo, el predio fue agrandándose hasta llegar a las 8.000 hectáreas: como la mitad de Rosario.


“Nos dejaban ahí tirados como animales, sin comida ni agua. Nos torturaban y usaban perros para amedrentarnos”, describieron sobrevivientes sobre los tres galpones que lo conformaron. Al ingresar, los despojaban de sus pertenencias y su identidad pasaba a ser un simple número.


“Hasta mediados del 76’, a las embarazadas las hacían parir en uno de esos galpones. Después habilitaron el Hospital Militar”, detalla Lorena Battistiol (43), hija Egidio Battistiol y Juana Colayago, quienes desaparecieron el 30 de agosto de 1977. Cuando fueron secuestrados, ella estaba embarazada de seis meses. Lorena sigue buscando a su hermano o hermana, que nació en la clandestinidad. Según se estima, fueron 30 los bebés apropiados bajo esta metodología en Campo de Mayo.


“Sólo seis nietos fueron recuperados. Esto fue porque, en las actas de nacimiento, los militares anotaban los nombres de las madres biológicas y colocaban a sus esposas como las parteras”, indica Battistiol, y aclara que su hermano o hermana hoy tendría 42 años. “Lo hicieron con total impunidad, pensando que nunca los íbamos a ir a buscar. Pero aquellos nombres fueron clave para encontrar a los nietos”.

El Campito. Lo que queda de los galpones donde secuestraron gente. (Gentileza Silvia Juárez)


Lejos del bullicio de la ruta, una fachada colosal funcionaba como la Prisión de los Encausados, donde enviaban a los presos políticos. Y en “Las Casitas” estaba instalado el servicio de Inteligencia para interrogar a los secuestrados.


Con la llegada de la democracia, en 1983, y ante el temor de ser descubiertos, los militares desmantelaron las estructuras de los CCD e hicieron desaparecer a los prisioneros. Algunos fueron fusilados y enterrados; otros, enviados al Aeródromo, desde donde salían los “vuelos de la muerte” con destino fatal al Río de la Plata.


Hoy, en el predio donde el Río Reconquista sigue su curso fluvial, solo queda pastizales, árboles y la calle solitaria General Ideoate, por donde pasa solamente la línea de colectivo 176, que va de San Miguel a San Martín. Con el tiempo, “Las Casitas” pasaron a ser las oficinas de altos mandos del Ejército, el amplio campo se transformó en una de las sedes del Servicio Militar Voluntario, el Hospital Militar aún continúa funcionando a disposición de los afiliados y en la entonces Prisión de los Encausados se encuentran 39 militares presos, involucrados en la causa.

En uno de los edificios que se mantienen en pie de El Campito, uno de los centros de detención, todavía hay restos de una chimenea. (Gentileza Silvia Juárez)


“Deberían estar en cárceles comunes. Están rodeados de privilegios”, dice Iris Avellaneda. Incluso, aseguran familiares de desaparecidos, están en habitaciones comunes, con quinchos y canchas deportivas a disposición.


El escenario de Campo de Mayo cambió. Sin embargo, para los sobrevivientes y familiares de víctimas, en aquel suelo sigue el recuerdo del horror. Las agrupaciones de Derechos Humanos esperan que se concrete el proyecto anunciado por el Gobierno para que el terror se convierta en aprendizaje con el futuro sitio para la Memoria, Verdad y Justicia.


El 15 de abril de 1976, Iris y su hijo de 14 años, Floreal ‘El Negrito’ Avellaneda, fueron capturados en su casa de Munro, cuando los militares entraron en busca de su marido. Tras estar detenidos en una comisaría de Villa Martelli, los separaron y jamás se volvieron a ver.

Pruebas. Piden conservar el lugar como evidencia para los juicios. (Gentileza Silvia Juárez)

“Estuve 15 días desaparecida. Al salir, me enteré todo lo que le habían hecho a mi hijo. Fue uno de los enviados en ‘el vuelo de la muerte’” cuenta. El cuerpo de ‘El Negrito’ apareció el 14 de mayo del ‘76, justo el día que habría cumplido 15, en las costas uruguayas. Recién en 1989 la familia logró abrir una causa judicial para recuperar sus restos, algo que todavía hoy no consiguieron.


“La herida está abierta y no sé si se va a poder cerrar”, explicó la mujer que, con 81 años, sigue pidiendo Justicia y se convirtió en vicepresidente de la Liga Argentina por los derechos del Hombre y dirigente de la Nueva Comisión de Sobrevivientes.


Los miembros de las diversas agrupaciones no olvidan. Con retratos, velas y flores entran todos los meses, con la autorización de la jueza federal Alicia Vence -a cargo de la causa- para rendir homenaje a sus familiares, parejas y compañeros desaparecidos.


No dejo de sentir escalofríos. Estar rodeada de gente me da contención, pero es angustiante pensar que por ahí pasaron mis viejos y las cosas que les habrán hecho”, admite Silvana Lorena Aranda, quien rememora a sus padres, María Eva Duarte y Alberto Samuel Aranda.

Todos los meses, familiares de desaparecidos y sobrevivientes organizan homenajes y pedidos de justicia en Campo de Mayo. (Gentileza Silvia Juárez)


Fueron detenidos el 9 de septiembre de 1977, cuando su madre estaba embarazada de tres meses. “Lo único que sabemos es que el bebé es varón, pero jamás lo pudimos recuperar. Y lo supimos por una casualidad: justo un vecino de mi abuela estaba haciendo el servicio militar y pudo confirmarlo”, detalló Silvana Lorena, quien busca a su hermano, que hoy también tendría 42.

Hay quienes iniciaron juicios juntos a través de la megacausa de Campo de Mayo, por lo que deben asistir una vez por semana a las audiencias. Al momento, siguen en curso tres juicios en el Tribunal Oral en lo Criminal Federal Nº 1 de San Martín.

“Estamos esperando que nos contacten las autoridades gubernamentales para cooperar con ellos”, aseguró Silvana Lorena Aranda. “Soñamos con tener un espacio para dar charlas educativas y conseguir que los 39 militares presos sean derivados a otras cárceles comunes”, repite Iris Avellaneda.

Todavía las organizaciones de DerechosHumanos buscan esclarecer ciertas cuestiones. “Le pedimos al Gobierno que siga investigando. Sabemos que hay cuerpos enterrados, como en el Polígono de Tiro, por ejemplo”.

Un museo virtual ideado por docentes y voluntarios

Mucho antes del anuncio de Alberto Fernández, en la Universidad Nacional General Sarmiento (UNGS) y la de San Martín (UNSAM) habían pensado una alternativa para preservar la memoria: un dispositivo que permitiera recorrer los centros clandestinos de Campo de Mayo en una dimensión 3D.

“Trabajamos junto a estudiantes y voluntarios durante dos años. Primero nos basamos en la reconstrucción de datos y la búsqueda documental. Luego, pasamos a la realización del dispositivo interactivo y las entrevistas a los sobrevivientes”, dice Virginia Vecchioli, antropóloga e investigadora del instituto, que trabajó en conjunto con Huella Digital, un equipo especializado en la realización de documentales interactivos.

“Los objetivos fueron tres: legal, ya que al reconstruir El Campito se puede utilizar como material en los juicios asociados al CCD; didáctico, por su uso en ámbitos educativos; y memorial, porque le permite a familiares y allegados conocer el último lugar donde estuvieron sus seres querides”, cuenta Martín Malamud, calculista científico que forma parte del Grupo Huella Digital.

La reserva natural que trajo polémica y quedó trunca

En marzo del 2018, el ex presidente Mauricio Macri anunció que el predio militar de Campo de Mayo se convertiría en una “Reserva Natural de Defensa” de 1.880 hectáreas, algo que ratificó en noviembre bajo el Decreto 1056. Esto suponía conservar la biodiversidad y el patrimonio cultural.

Sin embargo, la resolución generó polémica y un fuerte repudio de los organismos de Derechos Humanos y Abuelas y Madres de Plaza de Mayo. “Nos partió el alma. Lo primero que hicimos fue presentar un reclamo a la Organización de las Naciones Unidas y a la jueza Alicia Vence, responsable de la causa, para que se involucraran”, indicó Iris Avellaneda.

Es que cualquier modificación en el terreno podría haber destruido las pruebas significativas para que se llevaran adelante investigaciones judiciales, que al día hoy siguen en curso, o la búsqueda de cuerpos de víctimas. Hoy, ese proyecto fue reemplazado por el de un sitio para la memoria.


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