El Rosariazo fue una serie de protestas que tuvieron lugar en mayo de 1969 contra la dictadura de Juan Carlos OnganÃa.
El teniente general de caballerÃa (RE) Juan Carlos OnganÃa llevaba 1.051 dÃas empotrado en el sillón presidencial cuando, el jueves 15 de mayo de 1969, en Corrientes, la policÃa reprimió una marcha estudiantil que se dirigÃa al rectorado de la Universidad Nacional del Nordeste. Ese jueves, las balas de los uniformados se cobraron la vida del estudiante de Medicina Juan José Cabral. El militar de bigotes tupidos – a quien la revista TÃa Vicenta habÃa caricaturizado de manera inmortal como La Morsa – no sabÃa que a partir de ese momento, en una espiral imposible de detener, sus dÃas al frente de la autodenominada Revolución Argentina estaban contados. La agonÃa de su gobierno comenzarÃa el viernes 16 de mayo en las calles de Rosario. El mundo vivÃa tiempos convulsionados. Un año antes -también en mayo, pero en ParÃs- la imaginación habÃa intentado sin suerte tomar el poder, jaqueando al gobierno del libertador de Francia, Charles De Gaulle; en México, la sangre de los estudiantes muertos por la represión del gobierno del Partido Revolucionario Institucional todavÃa no terminaba de secarse en el suelo de Tlatelolco; en la Iglesia Católica, revolucionada por el Concilio Vaticano II, miles de sacerdotes hacÃan su opción por los pobres; y la figura del argentino Ernesto Che Guevara, capturado y asesinado un año y medio antes en Bolivia, se habÃa transformado en un sÃmbolo revolucionario global.
En las calles, contra OnganÃa En la Argentina, a principios de mayo de 1969, la dictadura de OnganÃa –que tenÃa planeado permanecer en el poder veinte años- hacÃa agua pero todavÃa flotaba, un poco a la deriva, sostenida por un sector de las Fuerzas Armadas, la derecha de la jerarquÃa católica y un sindicalismo colaboracionista que soñaba quedarse con el envase de un Juan Domingo Perón –exiliado en Madrid– al que consideraban definitivamente no retornable. Los partidos polÃticos estaban proscriptos y la represión de las protestas sociales crecÃa en brutalidad. El mes habÃa empezado con movilizaciones y protestas. El martes 13 de mayo, en Tucumán, un grupo de trabajadores habÃa ocupado el Ingenio Amalia, donde retuvieron a uno de los gerentes, en reclamo por los sueldos atrasados. El miércoles 14, en Córdoba, 3.500 obreros automotrices reunidos en el Córdoba Sport Club salieron a manifestar en las calles por la eliminación del "sábado inglés" -que les permitÃa cobrar como "extras" las horas trabajadas ese dÃa– fueron reprimidos por la policÃa, con un saldo de 11 heridos y 26 detenidos. El jueves 15, los estudiantes correntinos habÃan marchado contra el aumento del 500% en el menú del comedor universitario y la policÃa habÃa matado a Cabral con un disparo de arma de fuego.
Fue el primer muerto de mayo, habrÃa muchos más. También los argentinos asistirÃan por esos dÃas a un fenómeno inédito en la historia del paÃs: la confluencia de las protestas de trabajadores y universitarios contra un gobierno, acuñada en una consigna que se repetirÃa en los años siguientes: "Obreros y estudiantes, juntos y adelante".
Rosario se moviliza El asesinato de Cabral en Corrientes desató asambleas y protestas en casi todas las universidades públicas del paÃs. El viernes 16 de mayo, en la Universidad Nacional de Rosario, el rector José Luis ValentÃn Cantini intentó frenar las asambleas en las facultades con la suspensión de las clases durante tres dÃas. Resultó ser un tiro por la culata: los estudiantes de todas las facultades, lejos de desmovilizarse, confluyeron en el comedor universitario –ubicado en avenida Corrientes al 700- que seguÃa abierto. Después de la asamblea, cerca de medio millar marchó por las calles céntricas de la ciudad.
El viernes 16 de mayo, en la Universidad Nacional de Rosario, el rector José Luis ValentÃn Cantini intentó frenar las asambleas en las facultades con la suspensión de las clases durante tres dÃas.
Al dÃa siguiente, pese a que era sábado, casi quinientos estudiantes volvieron a reunirse frente al comedor. La asamblea transcurrió de manera pacÃfica, aunque bajo una intimidante presencia policial. Cuando los jóvenes se movilizaron e hicieron estallar algunos petardos frente al Banco Alemán Transatlántico, se desató una represión desmesurada, en la que no faltaron los disparos con armas de fuego.
Al escuchar los tiros, los manifestantes intentaron dispersarse. Un grupo que corrÃa por la avenida Corrientes trataba de escapar doblando por la calle Córdoba se encontró con que la policÃa estaba esperándolos. Algunos lograron sortear a las fuerzas represivas, aunque la mayorÃa, junto con no pocos transeúntes -entre ellos varios chicos – trataron de refugiarse en la galerÃa Melipal. Las tiendas de compras se transformaron en una trampa.
Disparos y muerte en la GalerÃa Melipal La encerrona resultó mortal. La policÃa ingresó a palazos a la galerÃa, donde a la hora de repartir golpes no diferenció entre estudiantes y desprevenidos transeúntes. En medio de la batahola, uno de los jefes del operativo, el oficial inspector Juan AgustÃn Lezcano, desenfundó su arma reglamentaria e hizo un disparo.
Minutos después, cuando los policÃas se retiraron hacia la entrada de la galerÃa y la mayorÃa de los manifestantes se habÃa refugiado en los pisos superiores, al pie de una escalera pudo verse a un joven tirado en el piso: se llamaba Adolfo Bello, era estudiante de Ciencias Económicas y tenÃa un balazo en la cabeza.
Bello murió pocas horas después en un hospital. En los tres dÃas que siguieron, el lugar donde habÃa caÃdo se transformó en un santuario, donde estudiantes y vecinos dejaban flores. Mientras tanto, en Rosario seguÃan creciendo las protestas, esta vez bajo la forma de "actos relámpago" para zafar de brutalidad policial. La CGT de los Argentinos, conducida a nivel nacional por Raimundo Ongaro, se solidarizó con los estudiantes y organizó una olla popular para contrarrestar el cierre del comedor universitario.
Rosario estalla La mañana del miércoles 21 de mayo el aire se cortaba con un cuchillo en Rosario. Unos 4.000 estudiantes secundarios y universitarios, a los que se sumaron obreros convocados por la CGT de los Argentinos, se reunieron cerca de la intendencia para realizar una "marcha del silencio".
La policÃa provincial intentó reprimirlos nuevamente, pero fue avasallada. Rosario estalló. De inmediato, la GendarmerÃa y la PolicÃa Federal se sumaron a la represión, pero los obreros y los estudiantes – juntos en la lucha callejera – armaron barricadas, quemaron autos y trolebuses, y los hicieron retroceder. La ciudad queda en manos de los manifestantes.
OnganÃa ordenó al jefe del Segundo Cuerpo del Ejército, Roberto Fonseca, que se hiciera cargo de la represión, pero la escalada de violencia no se detuvo.
Desde la Casa Rosada, OnganÃa ordenó al jefe del Segundo Cuerpo del Ejército, Roberto Fonseca, que se hiciera cargo de la represión, pero la escalada de violencia no se detuvo y los enfrentamientos se multiplicaron en las calles. Cerca de los estudios de LT 8, donde los manifestantes intentaron pasar una proclama, cayó herido de bala el estudiante secundario y aprendiz metalúrgico Luis Blanco, de 15 años. Fue el segundo muerto del Rosariazo.
El general Fonseca declaró el estado de sitio en la ciudad, impuso la justicia militar y la pena de muerte. Pese a eso, la CGT convocó a un paro activo para el viernes 23 que incluÃa acciones de sabotaje. La agitación era tal que un grupo de sacerdotes santafesinos se rebeló contra el obispo Guillermo Bolatti, a quien acusaron de insensibilidad social, y se sumaron a la protesta de los obreros y los estudiantes.
El entierro del adolescente Blanco fue multitudinario y se transformó en una marcha de repudio a gobierno nacional y a la represión. Pese a la presencia amenazante de las tropas, más de siete mil personas acompañaron a pie el ataúd con los restos del pibe Blanco a lo largo de las 87 cuadras que separaban la casa del joven asesinado – donde se realizó el velatorio – hasta el cementerio.
Frente a la tumba, desobedeciendo las órdenes del obispo Bolatti, el párroco Federico Parenti pronunció una oración flamÃgera: "Que esta sangre vertida, que esta sangre que llega al cielo, no sea en vano, que ella lleve la liberación que ansiamos, el instante de justicia que está reclamando el mundo, Dios dio su sangre por la liberación del hombre, para que el hombre se despoje de su esclavitud".
Obreros, estudiantes y curas En el Rosariazo entraron en escena, por primera vez juntos, todos los actores que marcarÃan a fuego los próximos años de la vida argentina. "En Rosario se hace efectiva, en los hechos, la unidad obrero estudiantil y emergen los sacerdotes del Tercer Mundo. Los jefes militares por su parte primero definieron estas luchas como 'protagonizadas por extremistas', a los que luego llamó subversivos", escribió la historiadora Beba Balvé, coautora de Lucha de calles, lucha de clases, quizás el mejor libro escrito sobre las protestas populares de 1969.
Según los expertos, en el Rosariazo entraron en escena, por primera vez juntos, todos los actores que marcarÃan a fuego los próximos años de la vida argentina Finalmente, el Ejército recuperó el control de la ciudad, pero las protestas no se detuvieron. El domingo 25 de mayo, tanto en Rosario como en muchas localidades vecinas, los sacerdotes se negaron a oficiar el tradicional tedeum oficial.
Y después, el Cordobazo Ese era el clima previo, el caldo de cultivo podrÃa decirse, en que los obreros industriales de Córdoba fueron al paro el jueves 29 de mayo. Reclamaban por el sábado inglés, derogado por la resolución 106/69 de OnganÃa. Esa reivindicación unificaba en la protesta a las dos regionales de las CGT, la Azopardo –colaboracionista– y la de los Argentinos, enfrentadas a nivel nacional.
Por eso, en las columnas que marcharon hacia el centro de Córdoba capital se pudieron ver juntos a organizaciones gremiales que tenÃan distintas tonalidades: a los obreros automotrices dirigidos por Elpidio Torres, con los de Luz y Fuerza, con AgustÃn Tosco a la cabeza, a los colectiveros, liderados por Atilio López y a los metalúrgicos, que tenÃan a Alejo Simó al frente. "Esa situación unifica a todos, diluye la separación y distinción de los sindicatos organizados en nucleamientos ideológico-polÃticos, como las 62 organizaciones peronistas y los independientes.
A la vez, la forma de lucha, huelga general con movilización, hace al mecanismo del proceso de centralización y dirección de la lucha que permite la recuperación de la iniciativa por parte de la clase obrera", señalaba Balvé.
A las columnas obreras se agregaron otras integradas por estudiantes, sensibilizados por las muertes de sus compañeros en Corrientes y Rosario. Como en Rosario, pero aún con más violencia, los manifestantes hicieron retroceder a la policÃa y avanzan hacia los edificios públicos.
En Córdoba Rebelde, los investigadores Mónica Gordillo y James Brennan definen asà lo sucedido en las calles de la ciudad: "Por la mañana protesta obrera, después del mediodÃa rebelión popular, por la tarde, tras el repliegue de la policÃa, insurrección urbana". Jorge Canelles, compañero de lucha de AgustÃn Tosco, recuerda: "No hubo ninguna cosa mesiánica de toma del poder. Aunque hubiéramos podido hacerlo a la una de la tarde porque ya no quedaba un solo cana en la calle, ni guardia en la Casa de Gobierno".
El Ejército intervino con una sospechosa demora que algunos leyeron como una maniobra del comandante en jefe, Alejandro Lanusse, contra el dictador OnganÃa. Los estudiantes se replegaron finalmente al barrio de ClÃnicas, donde siguieron resistiendo por unas horas.
Nunca pudo establecerse cuántos fueron los muertos de la primera jornada del Cordobazo: algunos investigadores hablan de 4; otros, de 14 (Télam).
Al dÃa siguiente, cuando el Ejército finalmente controló la ciudad, el panorama era el de un campo de batalla: barricadas, autos quemados, vidrieras destrozadas, edificios públicos arrasados. Los principales dirigentes, entre ellos Tosco y Torres, estaban detenidos, a disposición de los tribunales militares. Nunca pudo establecerse cuántos fueron los muertos de la jornada: algunos investigadores hablan de 4; otros, de 14.
Los "azos" que cambiaron al paÃs El Rosariazo y el Cordobazo pasaron como un huracán, pero su sello – el de todo mayo de 1969 – marcarÃa a fuego los años por venir. La espontánea reacción contra la dictadura señalarÃa un rumbo a no pocas organizaciones revolucionarias, que por entonces debatÃan la incorporación de la lucha armada en la resistencia a la Revolución Argentina y, en algunos casos, como un paso adelante en la lucha revolucionaria.
Un año más tarde, el 29 de mayo de 1970, Montoneros irrumpirÃa en la vida polÃtica argentina con el secuestro y la ejecución del dictador Pedro Eugenio Aramburu. También durante 1970, en su quinto congreso, el Partido Revolucionario de los Trabajadores (PRT) decidirÃa la creación del Ejército Revolucionario del Pueblo (ERP).
Las protestas del Rosariazo y el Cordobazo marcarÃan a fuego los años por venir OnganÃa –que habÃa planeado quedarse 20 años en el poder– tenÃa los dÃas contados. El 8 de junio de 1970 era relevado por otro militar, Roberto Levingston, que a su vez menos de un año después era desplazado por otro general, Alejandro Lanusse.
La Argentina ya no serÃa la misma: ninguno pudo doblegar la protesta social y los métodos autoritarios, finalmente, dieron lugar a una convocatoria electoral donde ganaba el peronismo tras casi 18 años de proscripción.