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Un club de zona oeste necesita ayuda económica para no cerrar sus puertas.

El Pellegrini Bochín Club, donde funciona la asociación civil Centro de la Esperanza y se brinda la vianda diaria a más de 350 personas, necesita ayuda económica para seguir llevando los alimentos a las familias del barrio y volver a generar actividades para los vecinos.

En la zona oeste de la ciudad, Pellegrini y Solís, un grupo de vecinos están llevando adelante la difícil tarea de brindar la vianda diaria para la gente del lugar. Alrededor de 350 personas se sirven a diario de los alimentos que allí se preparan y el club donde funciona la asociación civil puede cerrar sus puertas, por no poder sostener los costos que conlleva mantenerlo.


La presidenta de la entidad, Cristina Gori, junto a tres jóvenes que la ayudan en la cocina, están sosteniendo este único servicio de un club que supo tener diferentes actividades, que iban desde lo deportivo hasta el estudio de un oficio.

Conclusión se acercó a la institución barrial y habló con su presidenta para preguntarle las condiciones en las que se encuentra el club y qué es lo que necesita para reactivar y volver a darle vida a una herramienta fundamental en estos tiempos que corren, como es un club de barrio.


Consultada sobre las actividades del Pellegrini Bochín Club, Gori contó que «en este momento nada más se está dando la vianda».


«Lamentablemente y dadas las circunstancias que está sucediendo en el país, pudimos lograr que el gobierno nos subsidie el almuerzo. Pero tenemos grandes conflictos, el mantenimiento de todo esto y ver la posibilidad de que nos ayuden con lo que se pueda», agregó.

Sobre la condiciones institucionales, la presidenta de la asociación civil Centro de Esperanza mencionó que «el club esta acéfalo totalmente».


Y completó: «Tenemos una personería jurídica que debe estar caducada porque hace tiempo que la gestionamos. Los papeles no se encontraron, los dueños están fallecidos».


Gori apunto a que «es muy importante para el barrio este club», ya que «tuvo muchísimas actividades, desde el fútbol, talleres, roperito».


«Desde los 90 estamos trabajando, pero muchas actividades las tuvimos que dejar de lado porque no se pueden llevar adelante. La posición económica que tiene el comedor no da para todo», relató.

La mujer encargada también del centro de jubilados 3 de Febrero, mencionó que necesitan a «alguien que nos diga de qué forma se puede rescatar; en la asociación de clubes dijeron que hagamos una comisión y la gente no se quiere hacer responsable porque no hay como mantenerlo, no se puede pagar los impuestos».


«Nosotros como podemos mantenemos los servicios, por el hecho de que le damos la comida a la gente. Necesitamos apoyo del gobierno, de la gente, de quien quiera colaborar», señaló Gori.

Y concluyó: «El barrio es de muy bajos recursos y necesita que esto se siga manteniendo y no se cierre, porque dadas las condiciones me voy a ver en la obligación de cerrarlo».

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