Antiguamente era algo difícil que un Sensei aceptara a un alumno (Deshi ó Montei) por mero hecho de querer aprender el arte de la escuela (ryu), éste antes de entrar tenía que ganarse la aceptación del Sensei poniéndose a prueba, éstas pruebas eran tanto psicológicas físicas (limpieza, favores, trabajos duros...); éstas pruebas eran principalmente realizadas para conocer el carácter del futuro alumno, para forjarlo y ver al igual tanto sus capacidades mentales como físicas, fortaleciendo al mismo tiempo el cuerpo y la moral del alumno para estar preparado para su entrenamiento marcial. Una vez que el Sensei lo aceptara (que no eran todos los casos) como alumno, tomaba el nombre de Nyumon-sha, que significa "aprendiz aceptado", éste tenía que realizar un juramento (algunos ryus lo firman con sangre) antes de entrar en el Dojo, llamado "Keppan", en el juramento se establecía la lealtad y respeto al Sensei, el no divulgar las enseñanzas a los demás (sin el permiso del Sensei), así como utilizar el arte en beneficio de la paz y la justicia. Antiguamente, desde el primer momento en que el alumno pisara el Dojo, éste no debe jamás preguntar nada ni opinar nada, todo lo que diga y explique el Sensei se aplicará y realizará sin ninguna excusa y vacilación. Su comportamiento será el mas correcto y su etiqueta deberá ser intachable, siendo la principal virtud que deberá cultivar. El aseo y la puntualidad son dos normas que deberá tener siempre, así como un espíritu de superación y colaboración con los demás, siendo una persona cortes que ayude en lo que pueda a las demás personas, siendo esta una señal de hombre de buen corazón (kokoro). El Sensei es una persona que se merece toda la atención de sus alumnos, al igual, el Sensei mira a sus alumnos como hijos, aunque su comportamiento no fuese a veces el adecuado siempre lo hace con un sentido y motivo. Las enseñanzas a veces suelen ser duras, pues así saca lo mejor de cada alumno, haciendo de ellos hombres digno de valor y respeto. El Sensei es una persona que no siempre actúa igual, a veces parece extraño y otras veces parece familiar, su principal función es la de encaminar a sus alumnos en el camino de la verdad, desvelando ante ellos pequeños secretos que no son en sí grandes misterios, sino que normalmente no los vemos debido a nuestra falta de visión de la vida. Muchas veces, debido a ciertas dificultades, el alumno se ve desanimado , parece que no puede conseguir lo deseado, el Sensei, con una simple frase ó una breve narración, puede hacer levantar el ánimo al alumno, pues su sabiduría hace ver a los alumnos lo que su espíritu no podía ver, y hace despertar nuevas visiones y aspectos de la vida. El Sensei siempre tiene solución a todo, pero él no puede hacer las cosas por los alumnos, él enseña, guía y aconseja, pero es el alumno el que tendrá que afrontar, sentir y afrontar los obstáculos; enseña que nada se consigue sin esfuerzo y que no hay atajos en las Artes Marciales (Buguei Ni Chika Michi Nashi), pues puede que llegues el primero mediante el camino mas corto, pero el que recorre el camino mas largo consigue mas experiencias y ve mas el mundo, esto dice que lo mas importante no es conseguir el objetivo, sino degustar y disfrutar el camino hacia él, pues cuanto más rico sea el camino, mas rico espiritualmente seremos, y cuando miremos atrás, nos sentiremos satisfechos de todo lo que hemos logrado con tanto esfuerzo, voluntad y constancia. En conclusión, el Sensei es un guía espiritual y entrenador marcial que nos lleva mediante las artes marciales a una superación tanto moral, física y espiritual; siendo éste sobre todo una persona con grandes virtudes morales y éticas. Y desde luego, el Sensei es nuestra máxima autoridad en el DO, y le debemos respeto en el dojo y en todo lugar… En el Dôjô, el estudiante trata de olvidar todos sus problemas y conflictos cotidianos para centrarse única y exclusivamente en su Arte y su mundo. Durante el tiempo que permanece en el Dôjô, no existe familia, ni trabajo, ni problemas, sólo su Arte Marcial. No es sorprendente que un artista marcial esté más equilibrado como ser humano, pues él sabe que la totalidad de su persona necesita tanto de su cuerpo como de su mente, de forma que lo hace trabajar al unísono. La atmósfera en un Dôjô es de energía. Los estudiantes aprenden a no exteriorizar el dolor cuando son dañados en un combate y a no mostrar debilidad. Ambas disciplinas trabajan juntas para la formación de la salud física y de la fuerza del carácter del practicante El alumno japonés trae consigo tres cosas: una buena educación, un apasionado amor por el arte elegido y una veneración incondicional para con el maestro. Desde los tiempos más remotos la relación entre maestro y discípulo constituye uno de los lazos fundamentales de la vida, por lo cual entraña una responsabilidad del maestro que rebasa con mucho los límites de la materia que enseña. Al principio, lo único que se exige del alumno es que imite concienzudamente lo que hace el maestro. Poco amigo de prolijos adoctrinamientos y motivaciones, este se limita a unas breves indicaciones y no espera que el alumno haga preguntas. Tranquilamente observa sus tanteos, sin esperar ni independencia ni iniciativa propia, y aguarda con paciencia el crecimiento y la madurez. Los dos tienen tiempo: el maestro no apremia, y el alumno no se precipita. Lejos de querer despertar prematuramente al artista, el Sensei considera como su misión primordial convertir al discípulo en un artesano que domine absolutamente su oficio. La incansable diligencia del alumno facilita el logro de tal propósito. Como si no abrigase aspiraciones más elevadas, se deja imponer la carga con sorda resignación, para descubrir con el transcurso de los años, que las formas dominadas ya a la perfección no oprimen sino que liberan. Un alumno sea Kyu o Dan, no debe olvidar nunca esto: “UN ALUMNO PUEDE SER EL ORGULLO O LA VERGÜENZA DE SU SENSEI”
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