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Ex Fortín: Jose Próspero Fabrini


El siguiente texto está publicado en Minuto 91 - Fútbol, lo que no se ve, libro escrito por Hipólito Mario Parodi en 1987, por editorial Amalevi.


En las paginas anteriores rememorando figuras queridas de la institucion, dediqué las mismas, muy emotivamente, a evocar a dos de ellas, que en su momento, trascendieron el rutinario marco deportivo para instalarse definitivamente en el sitial afectivo y calido de los recuerdos inolvidables. Permanentes y, sin dudas, muy queridos. Como si de pronto, al retrotraerlas una sonrisa nos cambiara el rostro. Ellos, Adolfo Celli y Heraldo Bezerra, a quienes me refiero, estan ya insertos en la historia grande de Newell's aunque proyectandose a través de un resplandor clarificante que desde el cielo nos renueva e identifica sus presencias, en aquellas cosas cotidianas que se reiteran con similares motivaciones en el devenir institucional. Eso, que algunos llaman con acierto: "volver a vivir"...


El personaje de hoy, JOSE PROSPERO FABRINI, felizmente, comparte nuestras vidas, recorre como nosotros las calles de "su ciudad" que adoptó para siempre y no es extraño verlo acercarse a nuestra casa grande, que es el sitio ideal del reencuentro con sus amores deportivos, embrión de su destino futbolero, puntapié inicial en su carrera de crack; a enseñorear su espíritu entregándose a la caricia profunda e inmaterial de sus evocaciones...esa tribuna oticial que se conmovió con sus goles, ese césped que acaricio con su genio, esos arcos inmutables que sostuvieron tantas redes y a las que el sacudiera felices con aquellos goles incontables, inolvidables.


Y le agrada muchisimo charlar con sus amigos -los de antes, los de ahora, los de siempre-; los mismos que sabemos escuchar a su paso comentarios como estos: "Sabés quién es...? "te acordas de Fabrini...? Y de inmediato substrayendo del letargo a la memoria, esta nos va retrotrayendo hazañas y jugadas inolvidables que junto a Rua, Eduardo Gomez, Ballesteros y Giribaldi, -como una cita- eslabonaron el rosario grande de recuerdos, que con otros tantos de otras épocas, nos acarician el cerebro, que trabaja, y el corazón, que recepciona emotivamente, nostalgiosos ambos de sensaciones irrepetibles.


(Porqué sera que la nostalgia no admite comparaciones y siempre superan a las cosas y los hechos y las sensaciones del presente, aquellos acontecimientos o las simples cosas del pasado que se fijaron fotográficamente en nosotros magnificando las imágenes de los recuerdos que no nos abandonan? Qué nos concede, o nos niega el presente que siempre, o casi siempre, nos impele a pensar que "todo tiempo pasado fué mejor". Sera mejor...?)

Eterno interrogante que únicamente nos planteamos aquellos a quienes los años les estan inculcando la sabiduria alcanzada del discernimiento o la experiencia, aunque no sea infalible el hallazgo de la verdad en esta búsqueda incesante e incansable... ¿Y qué es la verdad?


"Ahí va Fabrini..." y con él, agrego yo, transita la gloria viviente de un pedazo grande de rojinegro orgullo... Sin presumir (de ninguna manera) de historiador, quiero contarles, simplemente, algo de lo que conozco de la trayectoria de este santiagueño peculiar a partir de su llegada a Rosario, proveniente de Fernández, su pueblo natal como queda dicho en la provincia de Santiago del Estero y previo paso muy fugaz por la localidad de Sunchales, cuando el ano 1933 marcaba con diciembre, casi superado, su inexorable agonía.


En los albores de sus 18 anos (nació el 25 de junio de 1916), incorporado ya a las divisiones inferiores de nuestro Club participa de sus campeonatos del año 1934. Debuta integrando la segunda división (preliminar de primera) en el puesto que ocupo toda su vida: insider derecho. Siete partidos en esa división y luego su ascenso a la primera, división que nunca abandonaría, ni aun por los ava1 tares propios de la carrera que había elegido apasionadamente. Recuerdo entre los integrantes de "aquél equipo", entre otros, a Gerónimo Díaz (el "pibe" inolvidable), Valdez, Bianchi, Denessini, Gonzalez, Azuimendi y Máximo Fernandez...


(Máximo Femandez. Escribo este nombre y la emoción de su recuerdo hace vacilar el ritmo de mi corazón y "champurrear" nervioso sobre la maquina de escribir. Es que Máximo, además de un jugador extraordinario, -el único capaz de anidar la pelota en la red con un golpe de cabeza desde fuera del área y poseer un shot de singular violencia y dirección- fué incondicional amigo y compañero de tareas en la administración de la institución, en cuya "Jefatura de la "Sección Socios y Mesa de Entradas" cumplió una dilatada como eficiente labor. Hasta que una noche, sin que nada lo hiciera preveer porqué no estaba enfermo, confundió su sueño del descanso cotidiano con aquél otro fatal e inexorable de la paz definitiva y nos dejó para siempre).


Máximo, como Fabrini, me han hablado mucho de aquella época de los años 30, heredera de nuestra gloria futbolística que de allí se proyectó hacia el tiempo y el mundo con el brillo de una tradición cualitativa, que arrancara, alla, en 1903, cuando en el patio rumoroso del augusto Colegio de "Don Isaac", sus "viejos muchachos" empezaron a darle a la redonda "cueruda y con tiento"... testigos de un amanecer brillante que asomaba con la historia del Club y precursor de un devenir venturoso. Del que somos testigos.


El año 1939 marca un hito histórico en la vida del Club Atlético Newell's Old Boys. Los campeonatos de la Asociación Rosarina de Futbol habían adquirido la monotonía que supone el éxito permanente y compartido de dos o tres clubes, entre ellos el nuestro, que se alternaban los títulos de privilegio anuales y, además que por fundamentales razones de evolución pugnaban por tentar fortuna en otro círculo de mayor predicamente a nivel nacional.


Fue así que tras arduas y fatigosas gestiones, no compartidas en aquél entonces por la mayoría de las entidades pares de la vieja Asociación, se produce finalmente, en ese año 1939 el ingreso del Club a la Asociación del Fútbol Argentino para participar en sus campeonatos oficiales, en el círculo privilegiado. El primer equipo que disputo en dicho torneo estaba integrado por los siguientes jugadores: Heredia, Gilli y Soneyro, Sisniega, Perucca y Reynoso; Belén, Fabrini, Eduardo Gomez, (el de los asombrosos goles de "chilena"), Morosano y Sanchez. Su comportamiento fué ampliamente auspicioso y el futbol rosarino, glorioso y admirado por antonomasia, justificó con nuestros representantes circunstanciales aquella inclusión ratificando el mérito de sus antecedentes indiscutidos.


Entre otras alternativas muy gratas de aquél campeonato inaugural para nuestro equipo en el torneo mayor ha quedado registrado un hecho recordable inquietando jubilosa la evocación, la que se sitúa una tarde de domingo bullanguero en la cancha del Club Gimnasia y Esgrima de La Plata, cuyo equipo, el entonces famoso y popular "Expreso" punteaba las posiciones y su condición de invicto convocaba multitudes entre la que es obvio senalar predominaba la feliz falange "Tripera". Pero, imprevistamente, la sorpresa e incredulidad tendieron un frio manto de asombro en el viejo estadio del bosque. Newell's Old Boys de Rosario derrotó sin atenuantes y mucho de calidad y garra al presuntuoso "Expreso" por el increíble resultado de siete goles a uno. Fabrini, figura de la cancha, anotó cinco, repartiéndose el gozo de la singular victoria, con ribetes de hazaña, con otros goles de Perucca y Morosano.


A partir de entonces Newell's, con patente adquirida de guapo elegante resultó atracción del Campeonato Oficial y su juego al mejor "estilo rosarino" significó atrayente y multitudinaria convocatoria en todos los estadios que debió visitar.


Las exigencias del profesionalismo que empezaba a vislumbrar sus presiones financieras, por la puja de las entidades grandes de incorporar a los mejores jugadores de la época, inevitablemente alcanzaba a la nuestra, y en 1940, José Fabrini es transferido al C. A. San Lorenzo de Almagro. Antes, Gabino Ballesteros, el otro extraordinario entreala habia sido negociado también a la entidad de Boedo y al encontrarse con Fabrini, (ambición de más de un club), integró aquel otro quinteto memorable y memorioso que formaron con Fattone, Fabrini, Isidro Lángara (el Vasco increible), Ballesteros y Núñez.


Y el prestigio de Fabrini seguía creciendo y su estampa aguerrida estaba insertada en la nómina de los mejores y mas positivos delanteros. De los contemporáneos, acaso fue el más codiciado. Asi fue que trascendido el prestigio y popuiaridad de Fabrini, el Club Nacional de Futbol de Montevideo lo inorpora a sus filas. Transcurría 1941 y en Nacional militaban los mas extraordinarios jugadores orientales, base de su Seleccionado Nacional (el de la celeste venerada) y con solo mencionar la formación de Nacional los memoriosos y estudiosos del futbol rioplatense acertarán un coincidente objetivo de admiración y respeto. Recordemos este equipo, cuatro años campeones consecutivos: 1941-1944, con Paz, Pini y Romero; Luz, Galvalissi y Gambeta (el "Petiso heroico"); Castro, Fabrini, Atilio García, Porta y Zapirain.


Siguiendo su derrotero con el título ganado de embajador del fútbol rioplatense con esa pasión que le envolvía el ser y trasladaba sus piernas, Fabrini se incorpora en el año 1945 al Audax Italiano de Santiago de Chile clasificando Campeon de la Asociación Chilena en el siguiente año 1946.


Otro eslabón en su dilatada carrera le significaba su incorporación al Sporte Clube de Bahia (Brasil), cuyo equipo en el que participaba Fabrini de indiscutido titular se clasifica campeon de la Federación Bahiense de Futebol, los años 1947, 1948 y 1949.


Advertido por la realidad que el reloj del tiempo le estaba acercando la hora de la declinación fisica (fueron quince años ininterrumpidos de actuación en primera división) por propia y sabia decisión se aleja de las canchas y de aquellos públicos de todas las latitudes, testigos de su sapiencia y talento de crack indiscutido. El hombre, con dolor, rompía los lazos que lo unieron al jugador, que quedaba en el camino andado como una bruma melancólica.


1950 fue el año del retorno a su patria. A su querida ciudad de Rosario que nunca separaría de sus recuerdos en su largo peregrinar futbolero. Aqui, incluso, siendo muy joven había formado su hogar uniéndose en matrimonio con Ada Chiavazza -hija del decano de los fotógrafos deportivos de Rosario-, compañera de destinos y rutas insospechadas, de inquietudes y esperanzas, de alegrías y tristezas inevitables, la que alimentó el motor de su genio inculcándole permanentemente la necesaria fe en la empresa que ambos acometieron indisolublemente.


E1 mencionado año 1950, convocado por las autoridades de nuestro Club y promediando el Campeonato Oficial, se hace cargo de la Dirección Técnica del plantel profesional en cuyo primer equipo se alineaban: Musimessi, Cabrera y Peloso; Lombardo, Faina y Martines (el "Tacherito"); Contini, Mardiza (qué fuerza tenía este "Gringo"), Benavidez (el "Doctor"), Montaio (el Elio pintoresco y querido) y Marcelito Ortigüela.

En 1951 emigró a Colombia alentando una idea largamente pergeñada: mostrar el futbol argentino en esas tierras y con un plantel de jugadores de Primera "B" que el mismo reclutó y que por aquél tiempo podían ingresar al futbol Colombiano sin sus respectivos y reglamentarios pases internacionales, acometió la empresa.


Su idea prosperó fructificando inesperadamente en una situación insólita e inédita por sus derivaciones; el Club de Deportes Quindío contrató el plantel de Fabrini, el que representó a esa institución hasta 1954 (con algunas incorporaciones locales) en los torneos de la Liga Dimayor de Colombia.


En 1955 regresa a la Argentina y de común acuerdo con las autoridades de nuestro Club, que así se lo solicitan, retoma la Dirección Técnica del Plantel Profesional, y de una situación sumamente comprometida en la tabla posicional, logro una interesante colocación, a despecho de la afición rojinegra que no confiaba abiertamente en sus jugadores. Tan es así que recién iniciado el año 1956, se le propone a la institución una gira por Brasil, a la que se oponían, incluso algunos dirigentes, por estimar poco eficiente a nuestro plantel para una aventura de tal naturaleza y con mezquinas posibilidades del éxito de la misma.


Por fin, contra viento y marea, la delegación del Club -que también integré- con Fabrini a la cabeza de sus muchachos, viajó a Sao Paolo (Brasil) y en una competencia internacional en la que participaban los equipos superiores de los clubes locales Sao Paolo, Santos, Sociedad Portuguesa, Corinthias y Palmeiras y como invitados Nacional de Montevideo (campeón uruguayo); Boca Juniors de la Capital Federal (subcampeón argentino) y Newell's Old Boys de Rosario, nuestra institución no solo cumplió una tarea excelente sino que clasificó Sub Campeón del Torneo, obteniendo un importante trofeo y una más importante suma de dinero por dicha colocación.


En 1957, nuestro personaje, reclamado por el "Deportes Quindío" retorna a Colombia. Aquí se radica temporariamente y ya aceptado como técnico capaz y honesto incursiona en esta faz en el "Ca1das de Manizales", en el "Deportivo Ca1i" e "Independiente Medellin" de la ciudad del mismo nombre y en cuyo suelo quedaron abatidas para siempre, y pesar del mundo cancionero, las alas inquietas y viajeras de "Nuestro Zorzal inolvidable"...


Razones de índole laboral que compartió con su esposa y ajenas por completo al fútbol lo radicaron en Nueva York y en esta ciudad de los Estados Unidos vivió hasta el año 1980. Interin había dirigido el "Inter F.C." de la Colonia Italiana residente en ese país y fue técnico de la Selección norteamericana en partidos con la Seleccion Olímpica de Israel. (No pudo vencer a su genio).


En 1980 resolvió regresar, ahora si, para siempre. Y regresó.

Atrás, quedaron tantas cosas y recuerdos que sutilmente, en la templanza de sus años, casi grises, se le antojan vividas en un mundo de leyendas y fantasía. Pero todo fué realidad. Esta es su existencia. La parábola del tiempo esta en su acción descendente, pero el sabe aceptarla con sabia y cristiana filosofía.


Cuando desentumece los bagajes numerosos y fecundos de sus evocaciones -me decía-, una sensación de indescifrable felicidad le acaricia placenteramente sus sentidos. Y como no sentirse feliz y recompensado, como muy recientemente, cuando el "Deportes Quindío" -que no lo olvidó-, le invitó con todos los honores y el cariño que dejó en sus gentes a recibir una condecoración de reconocimiento por lo que él, sin pensarlo tal vez, había realizado por el fútbol de aquel pais centroamericano.


Y se siente como extraño e incrédulo en la vestidura de un personaje, casi de leyenda, cuando acude al encuentro de "aquél santiaguenito de Fernandez" ("el mejor pueblo del mundo", asi dice), y del que se alejó una tarde con un caudal enorme de ilusiones que le hervían en la cabeza y una tremenda confianza en sus piernas y su "sabiduría futbolera", cuando el año 1933 marcaba con diciembre, casi superado, su inexorable agonía...


Lentamente, ya está bajando el telón y sobre el escenario cuyo decorado pintara la mano invisible de la evocación, se desdibuja en un mutis imaginario la figura de nuestro personaje, que hemos recreado con el cariño y la admiración que su trayectoria merece.


Porqué fue un jugador de fútbol extraordinario, y aún más importante, porque es una criatura humana de perfiles singulares y de excepción. Y asi trasluce.

-"Ahi va Fabrini..." y con él, agrego yo, transita la gloria viviente de un pedazo grande de rojinegro orgullo...

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