Miel en la sangre.
En el exquisito minuto del descanso.
Ardiendo aún cual leños...palpitando...
Desnudos.
Con la caricia en la mano, todavía.
Con el candor del sexo... En sintonía...
El tranvía y el deseo se confunden
como cuerpos desnudos que se hunden
en la cadente magia del encuentro.
Afuera se baten a duelo los silencios, un ladrido de perros y la lluvia. Pero adentro,
en el más íntimo rincón de piel y venas,
sobreviven el afán y el fuego...
Un chispero,
que en delicada proporción enciende
la necesaria sequedad de los maderos...
Y da origen majestuoso y, por ende,
a la química por demás apasionante:
la que se da en la piel de los amantes
que resuelven, desnudos, el misterio.
Georgie
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