Antes de Vélez y River, Russo era poco menos que boleta. El inolvidable 7-1 y otra medición de fuerzas parejas con Gallardo mejoran su status.
El Súper, que no habrá sido el mejor jugado pero sí fue intenso y emotivo, suele marcar un antes y un después aunque no se ganen. En esta columna se discurría hace 24 horas sobre quién se jugaba más y quién tenía más espaldas para bancarse un eventual traspié, y en el mercado de valores las acciones de Russo pegaron una levantada respecto de como estaban hace dos semanas.
Las especulaciones eran que, después de ganarle trabajosamente a Claypole, el doble examen Vélez/River definiría la suerte del veterano entrenador. Para muchos era poco menos que boleta, si no conseguía que el equipo mejorara y buenos resultados. Con Vélez encontró una fórmula para que Boca fuera más ofensivo, con más fútbol y llegada, y le metiera siete goles a un rival que iba puntero y en tres fechas había recibido sólo uno. Juntar a Cardona con Maroni, más la vuelta de Tevez y la explosión de Villa, le redundó en una actuación que será inolvidable por años.
Para el partido con River se quedó sin el as de espadas de ese mazo, y con la ausencia de Cardona adoptó un cambio que acaso pensaba para más adelante: replicar la defensa con tres centrales y dos laterales que puedan tener funciones mixtas. Puede especularse que pensó más en protegerse que otra cosa, pero le discutió el partido al rival más calificado y tuvo buenas chances de ganárselo.
EL ANÁLISIS DEL SUPERCLÁSICO | La conferencia de Miguel Ángel Russo después del empate ante River
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