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Un triunfo de Copa


Boca jugó como si fuera la Libertadores, olió sangre y aprovechó todo. River levantó la guardia, pero fue golpeado en los momentos decisivos.

Boca festeja un triunfo superclásico que se festeja así y una diferencia obscena en la Superliga. Pero por sobre todas las cosas, debe sentir la seguridad de que ya está listo para afrontar la Libertadores del año que viene. Si pudiera jugarla ya, sería ideal hacerlo por su mentalidad, fortaleza, poder de fuego y templanza maceradas por los orfebres Barros Schelotto en este tiempo de dominio absoluto en el fútbol argentino.


River se lame una cadena de heridas por los peores -lejos- cinco días de la era Gallardo. Volvió a levantar la guardia aunque recibió golpes certeros en momentos puntuales. Tenía la chance de lavarse un poco la cara post piña copera: ahora espera fin de año con el consuelo de la Copa Argentina como zanahoria y la gigante incertidumbre por el futuro de su entrenador.


Si salió a ganar, como había anticipado Guillermo, Boca lo disimuló bastante bien. El Mellizo planteó un esquema práctico, con jugadores convencidos que actuaron en consecuencia. Barrios se metió entre los zagueros, la defensa fue confiable, Pavón jugó en función colectiva, Cardona pateó el mejor tiro libre en mucho tiempo en el país y Pablo Pérez y Nández tuvieron actuaciones que marcan a cualquier futbolista. El capitán estuvo presente de principio a fin para cortar, intentar confeccionar, raspar, discutir y vestirse de Gago en la asistencia del gol del triunfo. Y el uruguayo -el que quería Gallardo para reemplazar a Ponzio- se llenó el pie con la pelota para aprovechar ese pase y festejar un gol inolvidable. Es bravo Nahitan, bravísimo en el retroceso -el Pity Martínez puede da fe- e inteligente para desprenderse.


River salió a superar un trauma pesado y, cuando dio la sensación de tener el desarrollo controlado y empezó a insinuar peligro, Nacho Fernández (incómodo y sin influencia como falso 9) metió un planchazo de roja como preludio del 1-0. El alma de Ponzio, siempre Ponzio, el contagio de Enzo Pérez y la valentía de Montiel sostuvieron lo que en un primer momento pareció insostenible. La deficiente marca de Casco -miró la pelota y no a Nández- y el Lux que nunca salvó a River desde su vuelta lo dejaron otra vez en desventaja cuando el contexto parecía favorecerlo luego de la injusta expulsión de Cardona y el golazo de Ponzio. Igual, pudo y hasta debió empatarlo con el gol mal anulado a Scocco. Y entre tanto padecimiento en esta semana negra, sintió la falta de recambio confiable como ya le pasó de manera recurrente.


Boca olió sangre y hacia ahí apuntó. Precavido y realmente decidido, ganó el partido que tenía que ganar, ya suma ocho victorias seguidas en el campeonato y le sacó la mitad de los puntos en juego a River. Una diferencia brutal después de un triunfo de Copa.


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